LA ASERTIVIDAD: CÓMO DECIR LO QUE PIENSO Y SIENTO

El medio de expresión del ser humano, por excelencia, es la palabra. A través de ella, se nos permite expresarnos mediante el habla en diferentes situaciones para exteriorizar nuestros pensamientos, sentimientos, metas y motivaciones. Sin embargo, muchas veces, bien por nuestra personalidad o por la situación en la que nos encontremos, resulta difícil expresar nuestro ‘yo’ interno tal y como quisiéramos. Optamos por callar y dejar que las palabras no salgan de nuestra boca por miedo a las reacciones que puedan provocar o a las situaciones que puedan causar.

La asertividad es un término muy mencionado en este tipo de ocasiones en las que el individuo tiene dificultades para expresarse. Ligado al campo de la psicología y de la comunicación interpersonal, la asertividad ha sido definida como la capacidad de un individuo para expresar de manera clara y concisa lo que siente, sin que el interlocutor se sienta atacado o agredido. Según los expertos, la asertividad está ligada a la madurez, y se situaría entre dos actitudes muy comunes: la pasividad o sumisión, y la agresividad. En el primer caso, el individuo no expresaría sus sentimientos ni defendería sus intereses, dando más fuerza a la opinión de los demás sobre la de uno mismo. En el segundo caso, por el contrario defendería sin empatía ni autocrítica su opinión, mostrándose a la defensiva y faltando el respeto a su interlocutor.

En efecto, influyen factores emocionales ligados a la personalidad del individuo que determinan la menor o mayor capacidad para ser asertivo. Por ejemplo, una persona con una mayor autoestima, se sentirá más capacitada para exponer lo que siente o piensa sin necesidad de ofender o atacar al que le oye. Sin embargo, sentimientos como la falta de confianza en las capacidades de uno mismo, el miedo a la reacción de los demás, o, simplemente, la pertenencia a una cultura o ideología que abogan por comportamientos más sumisos, entre otras causas, podrían contribuir a una menor o nula capacidad para practicar la asertividad.

Y, ¿qué pasos o fases engloban esta estrategia comunicativa? Generalmente, la asertividad se compone de cinco pasos en los que sólo existen tres normas básicas que se deben de cumplir: conocer los derechos de cada uno y defenderlos; respetar a los demás pero, ante todo, a uno mismo, y tener voluntad para llegar a un acuerdo. Partiendo de esta base, el primer paso es la ‘Escucha Activa’ en la que ambos interlocutores expondrían su punto de vista, atendiendo activamente a lo que diga el otro.

El segundo paso consiste en exponer lo que a uno le agrada o desagrada, empleando términos como “Me gusta…”, “No me gusta…”, “No me resulta cómodo…”, seguido de la tercera fase: la expresión de los sentimientos –“Me siento…”-. Una vez expuestas las posturas de cada uno, siempre desde el respeto, ambos interlocutores se acercarían a un intento de acuerdo mediante expresiones como “Considero que sería mejor que…”, “Me gustaría…”, “Opino que…”, para finalmente llegar a una negociación satisfactoria para ambos.

Ciertamente, esta estrategia de comunicación se podría aplicar a muchos ámbitos de la vida cotidiana. No obstante, los psicólogos subrayan que una de las esferas donde se requiere más el uso de la asertividad es en el campo profesional y laboral. Y ¿por qué? Un trabajo siempre requiere el cumplimiento de determinados retos o metas que, a menudo, están sujetos a las decisiones de otras personas que ocupan un puesto profesional superior. Así mismo, existen situaciones -como las dificultades económicas de un país o las decisiones internas de una empresa- que hacen peligrar un puesto de trabajo, por lo que se tiende a asumir una actitud más sumisa con las condiciones que rodean el ámbito laboral.

Las psicólogas Olga Castanyer y Estela Ortega publicaron recientemente el libro Asertividad en el trabajo, cómo decir lo que siento y defender lo que pienso. En él destacan que la asertividad consiste en establecer una comunicación humana en la que se digan las cosas desde cómo las percibe uno, evitando culpar al otro. Eso sí, no hay que dejarse llevar por situaciones que nos puedan anular la buena disposición de hablar. Para ello recomiendan reconducir la conversación si alguna de las dos personas se desvía del tema principal y mantenerse firmes en nuestra opinión.

Obviamente, aunque se trate de una buena herramienta para estructurar lo que queremos decir y exponer de una manera adecuada nuestro punto de vista, la asertividad no es ningún milagro. Tal y como señalan Castanyer y Ortega, el objetivo no es cambiar a la otra persona, sino dejar claros tus límites. No podemos esperar una respuesta favorable a corto plazo ni tampoco que la otra persona se sienta igual de perceptiva o respetuosa. Además, existen muchos tipos de situaciones, y habrá que saber qué herramienta es la adecuada para cada ocasión. Sin embargo, ganaremos en autoestima y confianza, y sabremos que disponemos de los recursos necesarios para abordar una situación que nos cree conflicto.

Escritor: Lara Ferri

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