LA CRISIS Y EL DEPORTE

Es indudable que nos ha tocado vivir una época compleja. La galopante crisis económica que afecta a gran parte de los países desarrollados ha provocado que muchas personas hayan perdido su empleo, parte de sus bienes y, en los casos más dramáticos, incluso sus hogares. En España la situación es, si cabe, aún más complicada, pues a los efectos del crash financiero mundial hay que sumarles la pérdida de confianza de los ciudadanos en las instituciones de representación tradicionales. Los escándalos de corrupción que han salpicado a infinidad de políticos, gestores públicos y directivos de entidades bancarias han derivado en un clima de escepticismo y desconfianza hacia las instituciones, que son ahora vistas con recelo por la mayoría de la población.

No obstante, no todo son malas noticias. En medio de esta inmensa vorágine de negatividad, muchas personas han encontrado en la crisis una oportunidad para descubrir los beneficios que el deporte puede reportar a sus vidas. En un país con una altísima tasa de paro, si hay algo de lo que disponen ahora mismo muchos ciudadanos es de tiempo libre. Y, como venimos observando en los últimos años, no son pocos los que han decidido dedicar parte de ese activo a ejercitar su cuerpo y, por ende, su mente.

Hoy en día, se ha convertido en algo habitual ver, en los parques y zonas verdes de los pueblos y ciudades de toda España, a hombres y mujeres corriendo, en bicicleta, caminando, o incluso asistiendo a clases de Tai-chí, Yoga u otras disciplinas de índole diversa. A todo ello hay que añadirle el auge que han adquirido últimamente deportes hasta ahora minoritarios como el Pádel, el Trail running o la marcha nórdica, y la consolidación de los múltiples gimnasios y centros deportivos que operan a lo largo y ancho de nuestra geografía. Esta tendencia, junto con la profunda transformación experimentada en los hábitos de ocio de la población, más preocupada ahora por realizar actividades en las que se pueda combinar la socialización con el crecimiento personal, ha dado como resultado un panorama bastante distinto al que podíamos observar décadas atrás, cuándo las principales prácticas “deportivas” de las que solían presumir los ciudadanos de nuestro país eran ir de tapas y ver el fútbol por televisión.

Los beneficios de este cambio de actitud de la sociedad española son innumerables. El deporte, más allá de ser un medio para perder unos quilos o mejorar nuestra imagen corporal, nos ayuda a prevenir y combatir muchas de las enfermedades más comunes, como la hipertensión, la diabetes y la obesidad. Además, su práctica libera endorfinas, unas sustancias que posee nuestro cuerpo y cuya estimulación es la responsable de la sensación de bienestar que toda persona experimenta tras haber hecho ejercicio. Y no sólo eso, el deporte es también uno de nuestros principales aliados a la hora de combatir el mal más extendido y temido de la época moderna: el estrés. Cada vez que lo practicamos liberamos gran parte de la tensión acumulada, mejora nuestro estado de ánimo y aumenta nuestra vitalidad, lo que nos ayuda a relativizar los problemas del día a día y a afrontar con optimismo los retos que se nos plantean en nuestra vida cotidiana.

El deporte es una actividad beneficiosa para el cuerpo y la mente, favorece el desarrollo personal y social y redunda, además, en un ahorro significativo para las arcas del estado, ya que una sociedad que se ejercita es una sociedad más sana y, en consecuencia, que utiliza menos los servicios de la sanidad pública. Por ello, es de extrañar el poco interés que demuestran los gobernantes de nuestro país por promover su práctica entre los ciudadanos. En este sentido, y aunque resulte difícil de creer, se rumorea en ciertas redes sociales y foros de opinión que algunas administraciones locales tienen intención de prohibir a la ciudadanía, en un futuro no muy lejano, ejercitarse en lugares no habilitados para ello o cobrar una tasa por hacerlo, privando a la gente de una de las pocas actividades gratuitas a las que tiene acceso hoy en día. Son sólo rumores que algunos políticos se han apresurado a desmentir, pero ya se sabe que el rumor es la antesala de la noticia y, en tiempos de crisis, cualquier excusa es buena para vaciar los bolsillos de los ciudadanos.

Autor: José Luís Ariño Hernán