LA TRANSFORMACION DE LA DEMOCRACIA SOVIÉTICA EN DEMOCRACIA OCCIDENTAL

Una vez comprendidos los aspectos más relevantes de la cultura política de los rusos, y con base en ellos, nos daremos a la tarea de observar y analizar por un lado, la conformación de la llamada “democracia soviética”, y por el otro, el cambio de orientación que sufrió la política soviética en el ocaso del Estado comunista hacia finales de la década de los ochenta del siglo pasado. De esta manera, pretendemos establecer las condiciones que posibilitaron el paso de la democracia soviética a la democracia occidental, y el rol que cada una de ellas jugó en la configuración del nuevo sistema político con el cual debutó la Federación Rusa como nación soberana desde 1991.

Consideramos que el análisis que emprenderemos sobre ambos procesos es fundamental, dado que, precisamente en aquellas coyunturas, se ponen las bases sobre las cuales se conformaran unas ideas concretas de lo que representa la democracia para los rusos en cada uno de esos momentos históricos. Además, y no menos importante, el análisis sobre el cambio de la política en Rusia tras el colapso de la URSS, nos presentará el medio del que surgió el actual sistema político de la Federación Rusa, que como sabemos se proclama profundamente democrático, en el sentido que a dicho término –democracia- le han conferido las élites políticas de las naciones desarrolladas de occidente.

¿Qué es la Democracia Soviética?

Una de las principales motivaciones que condujeron a la nobleza liberal y a la burguesía en contra del régimen zarista en las revoluciones de 1905 y 1917, fue, sin duda alguna, la demanda por democratizar el poder y la vida políticos del Imperio Ruso. Sin embargo, debemos señalar que este cambio de actitud por parte de cierto sector de la élite, estuvo acompañado de grandes manifestaciones populares que perseguían reformas sociales y que en últimas sirvieron de apoyo a aquellos quienes luchaban por cambiar el sistema político del imperio. Como se ilustró anteriormente, esta aspiración era a todas luces irrealizable para la élite política del país, toda vez que el poder absoluto del monarca no podía ser ni compartido ni discutido, tal como la prolongada tradición histórica lo había establecido.

De esta forma, como pieza clave de los proyectos de los diferentes grupos políticos que aparecieron en los últimos años de la monarquía zarista, se pretendía llevar a cabo una inclusión política de los distintos sectores sociales que componían la población del imperio. Claro está que esa inclusión se ejecutaría de distintas formas y cobijaría a determinados núcleos de la sociedad en función de la orientación ideológica de cada uno de dichos movimientos. El triunfo final de los Bolcheviques en la revolución de octubre de 1917 contra el Gobierno Provisional, se presentó como la última oportunidad para llevar a la práctica la tan anhelada democratización del país.

Es preciso señalar que el Gobierno Provisional, a pesar de sus intentos por establecer un gobierno de corte republicano, que en principio otorgaría ciertas libertades a los habitantes del imperio ruso, quedó atascado entre sus obligaciones bélicas en la primera guerra mundial y el creciente descontento social al interior del Estado por las pésimas condiciones de vida y la lentitud de las reformas. Esta situación fue hábilmente aprovechada por los distintos grupos políticos de izquierda, quienes se dieron a la tarea de desprestigiar al gobierno y al tiempo prometer el cumplimiento o satisfacción de las demandas más frecuentemente presentadas por los diversos sectores de la sociedad imperial.

Los bolcheviques fueron los más favorecidos con la táctica anteriormente señalada, ya que ellos no hacían parte del gobierno y estaban escasamente representados en los soviet. Razones por las que estuvieron en posición de prometer cosas muy importantes, que en la práctica aliviarían la penosa situación de los sectores sociales más amplios y afectados por la guerra. Entonces la firma inmediata de la paz con las potencias centrales; la entrega de tierras a los campesinos; la ruptura de la jerarquía al interior de las fuerzas armadas; dejar la dirección de los centros fabriles a cargo de obreros; la libertad a la autodeterminación nacional; y la elección de una Asamblea Constituyente, fueron las consignas con las que los bolcheviques se ganaron el apoyo de la población capitalina en la revolución de octubre, gracias a la cual, pocos años después, tomaron todo el poder del país.

El triunfo de octubre no representó una completa adquisición del poder para los bolcheviques. Otros grupos políticos de tendencias liberales y socialistas siguieron siendo piezas importantes del ajedrez político del Estado, dado que contaban con una base popular significativa y estaban a cargo de varias instituciones gubernamentales. La oposición de estos grupos frente al creciente poder bolchevique y la proximidad de la Asamblea Constituyente aparecieron como los principales retos que demostrarían el poder real del bolchevismo, así como ejercicios políticos que para nuestro caso ilustrarán los principios de la futura democracia soviética. La llegada al poder de los bolcheviques — que para ellos mismos fue inesperada — los forzó a actuar de manera improvisada bajo la dura presión de los elementos contrarrevolucionarios y las enormes tensiones sociales. Razón por la cual la aparición de la “mano de hierro” se hacía necesaria a pesar de la notoria tendencia democrática de la que hacían gala los bolcheviques.

En este orden de ideas, consideramos que el profundo proceso de democratización socio-política que experimento Rusia a lo largo de la revolución de 1917, se vio truncado por la catastrófica guerra civil de 1918 que amenazaba seriamente al flamante gobierno bolchevique y su proyecto revolucionario. Esta situación, forzó a la dirigencia del Estado, a retornar a los métodos de gobierno característicos de la monarquía zarista basados en el monopolio de la política, la represión, la intensificación de la actividad policial, el enaltecimiento de los dirigentes, el adoctrinamiento ideológico y la eliminación de la oposición, entre otros.

Escritor: Carlos Eduardo Espitia Leòn