¿Los seres humanos vivirían en otros planetas?

Los científicos informan que estarían dadas las condiciones en algunos planetas. Esta afirmación muestra una sola cara de un complejo espectro, marca el comienzo de una larga travesía.
¿Por qué lo haríamos? Para sobrevivir, ya que el clima podría alterar el mapa de las zonas habitables, o la población aumentaría en relación inversamente proporcional a los recursos disponibles en la Tierra, tal vez para escapar de las guerras, las epidemias u otras catástrofes mundiales. ¿Por qué no con el fin de encontrar una mejor calidad de vida?
Habría que encarar decisiones. ¿Qué queremos? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde iremos? ¿En quién y en qué creemos? Los expertos se formulan estas preguntas y muchas más diariamente. ¿Y cada uno de nosotros?
La tecnología es crucial. Sin ella, la exploración del universo sería una quimera. La astronomía, que brindó los fundamentos de la exploración espacial, ofrece un telescopio de lectura fascinante. La historia, la filosofía y las convicciones, religiosas o no, constituyen alternativas de iluminación hacia senderos futuros.
Es el individuo, en su búsqueda de la verdad, el auténtico pionero del futuro y como tal, quien acepta o rechaza el desafío. Una decisión de tal envergadura, merece un análisis profundo desde diversas disciplinas: la medicina, la física, la química, el derecho, la arquitectura, la ingeniería, los recursos humanos y tantas otras que abren sus fronteras hacia otros planetas. No sería igual construir, cultivar, alimentarse, desplazarse, estudiar, trabajar y relacionarse más allá de la Tierra. Nuestros simples hábitos se alterarían. Si el desafío nos convoca, es preciso estar al día con los grandes avances.
La preocupación no es una buena aliada, la información sí. Tomemos un ejemplo entre miles: Los astronautas gemelos Mark y Scott Kelly. Mark viajará a la Estación Espacial Internacional, donde estará en órbita durante un año. Su hermano Scott permanecerá en la Tierra. El propósito es comparar las consecuencias físicas y psicológicas en ambos. Mark partirá en marzo de 2015, a un mes de cumplir ambos los 50 años.
Fascinante e inquietante. ¿Y si luego enviaran a dos astronautas gemelas de 50 años? Porque, sin ser médicos, sabemos que todo sería distinto. Habría que comparar las diferencias entre ellas, luego entre ellos y ellas. Más adelante, viajarían personas de menor y mayor edad. Así existiría una amplia variedad de factores a considerar. Por eso se invita a los científicos de todo el mundo a enviar sugerencias de estudio.

Reflexionemos sobre la vida lejos de la tierra durante un año. Si todo marchara según lo planificado, Mark regresaría a sus seres queridos y amistades. Pero se trata de un astronauta voluntario y entrenado que cumple su misión. Si analizáramos nuestras opciones, el panorama sería distinto. No todos somos astronautas.
Estos viajes demandan costos altísimos. Ya se han presentado “turistas espaciales” que han cumplido sus sueños, luego de pasar largas y rigurosas pruebas de aptitud y entrenamiento. Falta mucho por recorrer antes de llegar a precios accesibles. Aunque tuviésemos el poder adquisitivo, ¿estaríamos dispuestos a tantos peligros?
Otro tema es la radicación en otro planeta. Implicaría un proyecto de vida y trabajo a largo plazo. Surgiría la estructura familiar. Los lazos que dejamos aquí y a quienes daremos vida allá. Si se tratara de planetas cercanos, podríamos trasladarnos periódicamente. Si las distancias fueran enormes, ya no.
Se sabe que las extensas travesías espaciales alteran los cálculos de años de vida en la Tierra y el universo. Los años luz tienen que ver con la complejidad de estos estudios. Nuestra edad real diferiría, en realidad, sería difícil establecerla, ya que los científicos aportan diversas teorías. Según Einstein, el gemelo viajero que regresara a la Tierra después de viajar casi tan rápido como la luz, sería más joven que el gemelo terrestre. Algunos de sus contemporáneos lo apoyaron, otros lo contradijeron. Lo mismo sucede a la luz de nuevos descubrimientos.
En principio, las estaciones espaciales se utilizarían para escalas programadas o de emergencia, cargar combustible, víveres, materiales, o reparar averías a fin de continuar la travesía. La vida en un planeta apto para los seres humanos sería mucho más segura que en una estación espacial.
Más allá de los aportes de tantas especialidades que exploran y analizan nuestras expectativas de vida muy lejos de la Tierra, está cada individuo y su entorno, su curiosidad y flexibilidad para adaptarse a las complejas ecuaciones de tiempo y espacio.
Según Víctor Hugo (1802-1885), novelista francés, “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, es la oportunidad”.

Escritor: Isabel Marta Valle