Nicaragua es un país con vastos recursos naturales, dignos de la admiración de todos, pero que históricamente ha sido el lugar apropiado para que pocos se enriquecieran a costa de muchos, es decir, de aquellos entregados a la lucha por el pan diario. Actualmente, en muchos países las clases sociales suelen clasificarse y distinguirse en alta, media y baja, y sus distintas ramificaciones. Desde mi punto de vista, en el país centroamericano éstas se ven reducidas a solamente tres: Políticos, Iglesias y Pueblo. Dentro de la clase política, se encuentran todas las familias de los que han sido presidentes, diputados o altos funcionarios del estado; y hay que incluir a los empresarios, banqueros y todos los pertenecientes a la élite económica que por años ha convertido a Nicaragua en la segunda nación más pobre de América Latina.
Por otro lado, la sociedad nicaragüense en su mayoría pertenece a la religión católica, no obstante, en los últimos años la religión evangélica ha ganado muchos adeptos. Esto ha llevado a que con la «palabra» sacerdotes y pastores compartan poderes y favores políticos, permitiendo a las personas del círculo más cercano de la iglesia católica ostentar cargos públicos, o a sus líderes espirituales (en el caso de evangélicos).
Como una paradoja a lo expuesto, es en la clase social «Pueblo» en la que encontramos divisiones, que vienen desde aquellos que tienen sus necesidades básicas cubiertas y pueden darse ciertos lujos, luego, quienes no tienen derecho a caprichos; después, las personas que no pueden cubrir el costo de la canasta básica (más de 400 dólares) con ingresos menores a 150 dólares, y por último, quienes sobreviven a la extrema pobreza.
En este último año, la economía del país ha crecido un 5 %, pero ese crecimiento no ha provocado efecto alguno en la inmensa mayoría y los objetivos económicos a perseguir siguen siendo los mismos. Por años, las políticas por parte de los gobiernos de turno han estado dirigidas a reducir la pobreza, dinamizar la economía, mantener estabilidad para atraer la inversión y mejorar los índices de desarrollo humano.
Sin embargo, el deterioro de los sectores sociales acumulados hasta ahora, la crisis de las empresas de servicios públicos, el alto nivel de desempleo y de inflación que agobia a los trabajadores del país, determinan un nuevo orden de prioridades. Prioridades estancadas en palabras y en las hojas de papel en que se redactan, a un lado para darle paso al abuso y mal manejo de los recursos de la mayoría de los nicaragüenses por parte de la clase social política, sumado al cruce de manos de la empresa privada, instituciones religiosas y organismos no gubernamentales.
también compromete a intercambios comerciales con resultados desfavorables para el país pequeño. de los pequeños empresarios nacionales. A la par, operan los banqueros que a base de préstamos y créditos (con altos intereses y aplicando la usura) han endeudado más a las familias.
. Claro está, que los ciudadanos no deben esperar a ser rescatados ni permitir que otros decidan por ellos, la solución no está en votar si no en participar. El individuo no debe acostumbrarse a la escasez, debe perseguir el desarrollo económico sostenible y el progreso social apoyándose en los recursos que el país le brinda. Y es fundamental que el fin sea común, para mejorar así, la calidad de vida de todos.
Escritor: Claudio Zúniga Alemán
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