PARA UNA NUEVA EDUCACIÓN

Uno de los aspectos importantes para el desarrollo positivista de la convivencia humana, se refiere al paso del individuo por la escuela, la educación; escuela que se pregunta cuál ha de ser la mejor manera de guiar el conocimiento y el espíritu ético de las personas. Así, desde la antigüedad la enseñanza ha sido motor social sobre el carácter de la persona, desde la filosofía griega la enseñanza se mostró en el dialogo platónico y en los continuos impulsos de la voluntad humana por establecer a la razón como eje rector de todos los aspectos de la vida, en este sentido, educamos con el propósito de encaminar al hombre al sendero de la verdad, la virtud y la buena conciencia.

Por otro lado, el pensamiento filosófico contemporáneo nos da otra cara de la moneda, a saber, la idea descrita por Foucault, quien considera que todo el entramado social está formado por una relación de poderes que se constituyen como consecuencia de la adopción de ciertos saberes instaurados que el individuo asume como coherentes o verdaderos volviéndose sujeto del mismo; el saber y el poder se refuerzan mutuamente soportados por un discurso que los hace efectivos.

La posición foucaultiana al respecto expone que la escuela al ejercer el mismo tipo de poder que la fábrica, la cárcel, el cuartel o el manicomio, busca disciplinar el cuerpo y la mente de los individuos para desenvolverse dentro determinadas coordenadas de poder, lo que implica que toda la verdad ha sido el continuo movimiento del saber promoviendo variadas voluntades políticas, económicas, sociales, etc. La escuela no nace entonces históricamente como un hecho pedagógico sino como un acontecimiento de orden político y moral, con el propósito social de disciplinar las acciones de los individuos.

Ahora bien, la pedagogía es el conjunto de saberes sobre la educación, y bajo la mirada del filósofo francés busca discursivamente disciplinar a los sujetos que ha constituido, entonces, ¿Qué discurso maneja la educación al respecto de libertad de pensamiento en los estudiantes? ¿Será que se puede hablar de libertad de opinión, de palabra en una sociedad donde quienes han sido voceros de determinados discursos e ideas han sido silenciados? ¿Hasta qué punto cada una de las disciplinas del conocimiento genera libertad de expresión, opinión o conciencia? ¿Bajo qué discurso se sigue educando? ¿Bajo la coacción de ideas? ¿Bajo imposición de políticas o creencias? ¿Bajo qué discurso debemos educar para que el sujeto de la escuela asuma su posición de la libertad de opinión, expresión y palabra?.

¿Qué entendemos por libertad de expresión, de opinión o de palabra? debemos entender que dicha libertad habla de la idea de asumir determinado discurso que se considera coherente o lógico y se es sujeto del mismo. Si continuamente justificamos el hecho de que cada quien tiene su propio pensamiento, se puede elegir los discursos que más sentido de pertenencia le den a nuestro carácter, adoptar determinadas ideas es una cuestión tan personal que confiere sólo al ejercicio de la libertad.

Si cada uno tiene sus propias inclinaciones ¿Por qué aún no se respeta el pensamiento o la opinión ajena? ¿Por qué todavía algunos luchan por hacer pensar a otros como a sí mismos? ¿Por qué el pensamiento ha generado guerras de doctrinas religiosas, políticas e ideológicas? ¿Qué tan perjudicial es el manejo de la verdad? O si consideramos con la filosofía y su lucha por aprehender la “verdad” sin llegar a una posición determinante ¿Por qué el hombre asume doctrinas o ideas tomadas por verdades absolutas?.

A mi parecer, es hora de que la educación, la prensa, las empresas, la política y el hombre evalúen su posición en el mundo para no seguir imponiendo sino ofreciendo el conocimiento y el saber, de tal modo que la individualidad escoja su camino bajo identificación y no bajo imposición; es hora de crear discursos que defiendan pacíficamente la libertad con respeto, voluntad y prudencia. No es mi intención derribar valores, políticas o ser vocero de otros dogmas establecidos, sino generar una reflexión que hable hasta qué punto es perjudicial querer que el otro piense igual o qué tan beneficioso es que podamos vivir en el mundo bajo un discurso interiorizado del respeto ideológico de opinión o de palabra.

Me parece que debemos con la escuela y su disciplinamiento cambiar ese temor a pensar, que sea tarea construir nuestra sociedad fundamentada en la libertad y el respeto y no en una sociedad temerosa silenciosa o silenciada, una sociedad que reflexione, escriba y piense y no que ideas reboten con piedras y balas; hemos de generar una educación que cree discursos favorables con el respeto y la disconformidad con la guerra, que toque no solo los estudiantes sino las familias y los barrios.

La escuela debe anclarse a la tarea de promover un movimiento filantrópico encaminado no ha generar fundamentalismos sino a tocar el carácter de nuestros jóvenes. Es tiempo que colores, símbolos, políticas y códigos morales se hundan en una comunión con la construcción social, que sea posible hablar sin miedo, que prime el respeto sobre las antinomias discursivas, que la prensa pueda hablar y generar opinión sin violentar la expresión y la comunicación.

Ahora, aunque no se desconoce que la escuela dirige formación de valores sociales y el respeto, debemos generar un refuerzo discursivo sobre tales aspectos, una comunión sin prejuicio alguno, que nos deje claro e interiorizado que la vida confiere a todos y que el desarrollo social necesita de sujetos formados en saber, voluntad, virtud, como en libertad y respeto; que el conocimiento se mueva y no se dogmatice con oradores de rebaños.

poder para interiorizar socialmente el discurso por el amor a la libertad, a la palabra creando reflexión, opinión y no temor y prejuicios de verdad. Que todos de una manera u otra llevemos impresas en nuestro cuerpo y mente las huellas dejadas por esta nueva escuela que proponemos.

Escritor: DIEGO ALEJANDRO RAIGOZA RÍOS

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