Javier Darío Restrepo cuando se refiere a los elementos para ejercer un buen periodismo, dice que para ser un buen periodista, es necesario primero ser una buena persona, de allí parte todo, la ética como un desafío que cada ser humano lleva consigo a ser excelente. Esta aseveración nos lleva más atrás, a preguntarnos por las intenciones y los valores de las personas que se quieren formar como periodistas. ¿Puede la enseñanza profesional suplir o complementar esa escala axiológica para llegar finalmente a formar profesionales como los que se necesitan? Sin duda, todas las profesiones, se cimientan sobre las calidades de cada persona, pero en el periodismo esta es casi un requisito indispensable, porque desde sus principios está el llamado a una responsabilidad vital en la formación de conciencia individual y ciudadana.
El profesor García lo reitera en su documento cuando resume en 7 responsabilidades, la función periodística enlazada con la ética: contribuir a la dignidad humana, intervenir con criterio profesional, fomentar una nueva cultura del texto periodístico y literario, orientar en la búsqueda de sentido, asegurar la veracidad, el respeto por el buen decir y la construcción de la convivencia. La universalidad entonces nos lleva a la esencia y a la misma categoría humana, así como entre la ética y la utopía hay una condición íntima, la conexión entre ser persona y ser periodista también, se convierte en una relación directamente proporcional.
Podría decirse que la proyección de las buenas acciones de una persona que le apuesta a la verdad, sería el oficio periodístico, y enmarcarlo en el muy popular término de „el cuarto poder‟, aquí también Restrepo hace una claridad: “es el poder de la gente informada, quien puede así comenzar a pensar y a actuar para formar paso a paso la sociedad en la que aspira a vivir”, es necesario enfatizar en esa influencia en la opinión pública y su función de formar conciencias la que debe estar alerta para no olvidar los axiomas de la ética.
Además en el periodismo, la información es entendida como bien social y no como mercancía, lo que implica que el periodista comparte responsabilidad por la información transmitida y, por consiguiente, responde no sólo ante los que controlan los medios informativos sino, a fin de cuentas, ante el público en general y sus diversos intereses sociales. El periodista además de tener la responsabilidad social de la empresa para la que trabaja, tiene la responsabilidad individual de contar las historias de una manera confiable y la responsabilidad en las relaciones con las personas a quienes afecta la construcción de la gubernamentales, por ejemplo.
Ese ser responsable socialmente desde el ser y desde la profesión, invita también a tener una mirada mucho más amplia, desde el ámbito de los Derechos Humanos y de situaciones vulnerables como el entorno ecológico. Nos dice asimismo que un periodista debe ser un buen lector, debe ser ejemplo, y que para construir la convivencia, debe propender por el aprendizaje constante de vivir en armonía interior, con los seres humanos, la ciudad y el planeta.
Es un reto apasionante, desde el ser y desde la profesión mantener esa integralidad para que se manifieste en el papel social que asume el periodista exige que en el ejercicio de su profesión mantenga un alto grado de integridad, incluyendo el derecho a declinar el trabajo que vaya en contra de su convicción o a no revelar fuentes de información, así como el derecho a participar de la toma de decisiones en el medio informativo en el que el periodista trabaja. La integridad de la profesión no permite que el periodista acepte soborno alguno o la promoción de ningún interés privado contrario al bienestar general. Forma parte de la ética profesional, asimismo, el respetar la propiedad intelectual y, en particular, evitar el plagio. Cibergrafía Castillo L. (2005). Responsabilidad Social del Comunicador y Ética: de la Deontología a la Defensoría del Lector y de ahí al Profesional Reflexivo y Autónomo.
Escritor: Claudia C. García M.