Sexualidad y adolescencia como construcciones socio-históricas

Definir explícitamente que entendemos por adolescencia y sexualidad constituye un primer paso ineludible si queremos abordar la temática de la calidad de atención en salud sexual y reproductiva de la población adolescente desde una perspectiva que deje de lado las conceptualizaciones que se asientan en la construcción de estereotipos y en la naturalización de ciertas relaciones sociales para adentrarnos en una matriz teórica que entienda que estas nociones son construcciones absolutamente sociales e históricas, producto de innumerables y a veces imperceptibles –y no por ello menos penetrantes- luchas de poder.

Partimos entonces de la concepción de que la adolescencia al igual que la sexualidad es una construcción socio-histórica. Es así que, la delimitación de los/as adolescentes como un grupo etario definido socialmente es el producto de un largo proceso histórico que tiene estrechos vínculos con el proceso de formación de la familia occidental que ocurrió en el marco del pasaje de la sociedad tradicional hacia la sociedad industrial moderna (Ana Fernández, 1993).

Lo que conocemos como la definición clásica de adolescencia, ligada al modelo médico hegemónico positivista y jerárquico, y muy presente en el sentido común de la sociedad, define a este período del ciclo vital de todo sujeto, como una etapa de transición entre la niñez y la edad adulta que se encuentra signada por situaciones de riesgo y es problemática per se (Checa, 2003).

Esta conceptualización de “lo que son” los/as adolescentes que incluye también un “deber ser” encubierto tras el cientificismo de las ciencias médicas, lejos de ser inocua, tiene importantes consecuencias si se la toma como eje articulador para pensar la calidad de atención de la salud. Pensar la adolescencia en términos de una mera transición impide entender a quienes atraviesan esta etapa del ciclo vital como sujetos de derecho, como ciudadanos activos que tienen voz propia y deben ser escuchados ; ya que se los objetiva como entes pasivos sobre los cuáles hay que proyectar políticas de salud asistencialistas. Además, el juicio previo de que los/as adolescentes son problemáticos por naturaleza y tienden a involucrarse en situaciones de riesgo per se, imposibilita profundizar el análisis ya que apela a “la naturaleza” para explicar fenómenos que son indudablemente construcciones sociales generadas a partir de relaciones desiguales de género, clase social, etnia, etc. Las problemáticas de esta etapa de la vida no son ajenas a los efectos que la desigualdad en términos sociales provoca en los sectores más empobrecidos de la sociedad.

Sólo a partir de pensar a la adolescencia en términos de construcción social y cultural y a los/as adolescentes en tanto sujetos de derecho y activos partícipes en su ejercicio, podremos comenzar a generar nuevos interrogantes que nos permitan complejizar el análisis de las problemáticas adolescentes en general y de las referidas a la salud sexual y reproductiva en particular .

Por otra parte, resulta imposible pensar la adolescencia si no se la articula con el concepto de sexualidad. “La adolescencia es una etapa del ciclo vital de las personas caracterizada por complejos y multifacéticos aspectos en que la sexualidad se constituye como uno de los principales ejes conformadores de la identidad” (Checa, 2003:19). Preguntarnos por la adolescencia sin contemplar la sexualidad adolescente es una tarea inadmisible, así como también lo es interrogarnos acerca de la sexualidad sin hacer referencia a las desiguales relaciones de género que desde muy temprano estructuran los cuerpos sexuados de los sujetos.

En este sentido, para analizar la calidad de atención en salud sexual y reproductiva de la población adolescente resulta fundamental definir claramente que entendemos por sexualidad. Usualmente la sexualidad es concebida a partir de la naturalización de la división sexual, esta concepción “encuentra su soporte en el imaginario social y cultural que sostiene que la diferencia sexual biológica justifica las diferencias de los comportamientos y las expectativas para cada sexo” (Checa 2003:20). Una vez más “la naturaleza” hace su aparición para explicar fenómenos que son manifiestamente construcciones socio- históricas, y anula la posibilidad de abordar las problemáticas adolescentes con mayor profundidad.

Esta restricción de la sexualidad adolescente que la asocia exclusivamente a su expresión biológica, impide interpretar que la sexualidad es una construcción social y colectiva regida por pautas históricas y culturales, propias de cada sociedad (Checa, 2003) y promueve la elaboración de concepciones que asocian la sexualidad de las adolescentes solamente a su función reproductiva, dejando de lado -e incluso cuestionando moralmente- la apropiación del cuerpo y la práctica de una sexualidad plena y placentera por parte de las mujeres. Este control moral y social de la sexualidad femenina que se manifiesta cuando no está asociada a la procreación, lo que hace es expresar las desigualdades de género existentes en la sociedad.

La sexualidad no es en absoluto una categoría natural e inevitable, es por el contrario una “construcción socio-histórica” que comprende múltiples e intricadas maneras en que nuestras emociones, deseos y relaciones son configurados por la sociedad en la que vivimos. Es un proceso continuo producto de negociación, lucha y acción humana que simultáneamente actúa sobre nosotros y del que somos actores, objetos y sujetos de esos cambios (Weeks, 1998).

Bibliografía:

• Checa Susana (2003) Introducción en Género, sexualidad y derechos reproductivos en la adolescencia. Ed. Paidós, Buenos Aires.

• Fernández Ana (1993) La invención de la niña, Buenos Aires, UNICEF. (mimeo).

• Weeks Jeffrey (1998) La invención de la sexualidad en Sexualidad, Ed. Paidós, México.

Escritor :Rosa Garcia Libanes