Subjetividad

El término de subjetividad ha sido bastante empleado recientemente a partir una línea de pensamiento cuya propuesta es la llamada ética del cuidado de sí, una apuesta pos-estructuralista que reconoce en el sujeto la única posibilidad de resistencia a la determinación, entendiendo que los múltiples factores sociales, históricos, económicos, políticos, estéticos, etc., recrean un sin número de límites que comportan al sujeto, y solo este puede “salvaguardar” su singularidad. Sin embargo, también es posible entender la subjetividad desde otra perspectiva, una que, basada en la postura crítico-histórica la propone como campo propicio para la resistencia ante la positivización y cientifización que agota al sujeto en la explicación causal y mecánica, esto es, como oposición a la explicación proveniente del saber científico-técnico, dando paso a otro tipo de epistemes e interpretaciones.

Al hablar del sujeto aparecen fuertes tendencias que le enfrentan con la mirada al individuo, término que a su vez contrasta con la idea de sociedad. Dicha polaridad parece enmarcar dos entidades cuya relación es la de pertenencia de la primera en la segunda, polaridad extensible a la propuesta por la tradición del pensamiento crítico que opone la estructura a la acción, sin embargo, también es posible decir que el término sujeto podría bien demarcar un concepto de arquetipo que describa y tipifique al individuo que por antonomasia compone dicha colectividad, lo cual fundiría ambas partes, evitando así la perspectiva maniquea y polarizante, reemplazándola por una en que el sujeto y la sociedad se determinan recíprocamente.

Por su parte, el sujeto, como constructo social, presenta una clara dificultad de estudio dado su carácter variable, propio de los fenómenos sociales; frente a esto la ciencia moderna ha tendido a asumir búsquedas de algo que indudablemente sea entendido como sujeto, en cuyo caso podría tomarse como su esencia misma, algo invariable, una marca indeleble que permitiera construir conocimiento seguro que no sucumbiese con el pasar del tiempo. Esta es la búsqueda emprendida por Descartes (2003), la cual culmina con la afirmación de la propia existencia a partir de la razón, siendo esa última, la razón, la esencia misma del ser humano, que permite “la evaluación de la verdad de todas las condiciones de la vida con la medida del pensamiento racional” (Marcuse, 1971, p.19). Es gracias a la aparente independencia del ego cogito que se hace posible entender al hombre como centro del pensamiento, lo cual facilitaría el paso firme de la ciencia moderna por sobre la apariencia, pues el que la existencia misma pudiese entenderse en términos racionales implicaba la no necesidad de tener en cuenta aspectos subjetivos del hombre.

Esto permitió posturas consonantes con las ansias de control de la naturaleza propia de la modernidad, en aras de una única verdad, un conocimiento objetivo y fiable libre de cualquier otra posible interpretación. Sin embargo, siguiendo a Habermas (1975), esta idea encarna en sí misma una contradicción, y es que el control de la naturaleza externa es solo posible a partir del control de la naturaleza interna al sujeto, lo cual sería denominado como autoafirmación e implica la unificación de las dimensiones del sujeto en una sola, una razón científico-técnica que vuelve a todas las demás obsoletas.

Esta verdad unificadora niega la existencia de dos o más facciones frente al mismo fenómeno, niega la posible dialéctica y la definición de verdades relativas (Adorno 1984; Marcuse, 1968). Se asiste entonces a la elevación de la razón como principio rector de la realidad, aquello que determina qué es real y qué no. Lo cual a grandes rasgos implica ignorar otras formas de entendimiento o traducirlas en términos de la razón, unificando todo, incluso la posibilidad de contraposición. Es a esto a lo que Marcuse (1968) se refiere cuando afirma que la razón se ha tornado unidimensional y ansía al sujeto objetivo y estático, de tal manera que sea posible el aprehenderlo, explicarlo y predecirlo.

Sin embargo, tanto Marcuse como Habermas vislumbrarían cierta posibilidad de escapar a la total sujeción, lo que devela cierta esperanza en el propio sujeto, a saber: la capacidad de encontrar en sí mismo alternativas a la lógica objetiva unidimensional, que coincide de cierta forma con esa característica propia del individuo, y por lo tanto irreductible, que ya ubicara Descartes en la capacidad de dar cuenta de la propia existencia de sí mismo por medio de la razón, y que anunciara Marcuse (1968) como la imposibilidad de ser totalmente explicado y contenido en juicios universales, siendo precisamente allí donde Habermas (1975) ubica la posibilidad de pensamiento negativo en el origen mismo de la subjetividad, el cual sería la posibilidad yacente en el sujeto, en tanto particular, de escapar a todo intento de describirlo partir de enunciados absolutos que tienden a la generalidad, esto es, al referirse sobre un particular, éste es aprehendido siempre en la perspectiva de algo general “a la significación de lo particular no se la puede <<agotar>> por medio de un proceso de sucesivas subsunciones bajo tales generalidades” (Habermas, 1975, p.156). Pues lo particular no puede subsumirse ante el juicio universal.

Visto así podría entenderse la subjetividad como proceso inherente a la idea de sujeto que permiten entenderlo más allá de su referente actual, esto es, de su específico lugar en el estado de cosas en el mundo, por lo que pensar al sujeto desde la subjetividad implica entenderlo como concreción de procesos que se debaten entre las formas generales de ser o arquetipos de sujetos, y las formas posibles que puede asumir como concreciones aún no alcanzadas o como potencialidades por desarrollar.

Referencias

Adorno, T. (1984) Dialéctica negativa. Ripanda J. M. (Trad.). Madrid: Taurus.

Bonnin, J. (2004) La noción de negatividad como problema teórico y herramienta de análisis en las teorías de la cultura: Lukács, Adorno, Marcuse. Nómadas, 10, 3. España.

Descartes, R. (2003) Discurso del método. Bello, R. (Trad.) Madrid: Tecnos

Habermas, J. (1975) Capítulo 7: Theodor W. Adorno: Prehistoria de la subjetividad y autoafirmación salvaje. En Perfiles filosófico-políticos. 150-161. Madrid: Taurus. (Trabajo original publicado en 1969)

Marcuse, H. (1968) El Hombre Unidimensional: Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada. Barcelona: Ediciones Orbis.

_____ (1971) El concepto de esencia. En Saenz-Díez, J. (Trad.). La agresividad en la sociedad industrial avanzada. Madrid: Alianza editorial.

Escritor: juan David sandoval


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