Es inconcebible que siendo el ser humano la especie racional de la naturaleza, cometa infinitas barbaridades dentro de las cuales, desgraciadamente, caen inocentes víctimas, como los animales.  El pasado 1 de enero hogaño en Puerto Tejada, Cauca, una perra de raza pitbull, la cual había tenido hace poco una cria de cachorros y pertenecía ya hacía un buen tiempo a la familia sin presentar contratiempos, atacó al niño de 2 años de edad, dado que el menor se había acercado a los pequeños animalitos. No se puede negar lo penoso del hecho, pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo.

Es natural en los seres vivios el instinto de protección, no solamente para sí sino también, y con mayor razón, para los pequeños. El comportamiento que tuvo la perra frente a la «posible amenaza» que ejercía el menor para con sus cachorros fue una reacción netamente instintiva, natural, que tuvo consecuencias nefastas, sí, pero que si se hubiera tenido más tacto frente a las circunstancias, el menor no tendría por qué haber estado solo, sin la vigilancia de un adulto.

Las autoridades y la Secretaría de Salud aconsejan asesinar al animal por su reacción, dado que «su raza es de las netamente peligrosas», teniendo así una explicación cómoda a la hora de encontrar culpables para el lamentable suceso. No analizan que la reacción de la canina es de las más primarias y naturales que existen y que no podemos exigirle a un perro y a ningún animal que racionalice como un ser humano las consecuencias de sus actos… ellos simplemente actúan. Evitamos posar la mirada a la responsabilidad parental, los cuales al menos debían haberse asesorado de un veterinario sobre el posible comportamiento de la perra, dado que dentro de la convivencia familiar había un bebe que podía correr ciertos riesgos en su salud.

En el más primario de los casos, ¿qué habríamos hecho nosotros frente a una posible amenaza para nuestros hijos?, esto no se piensa; simplemente es más cómoda la solución: «el mal que hizo el animal» se suprime «matando al animal» sin razonar cuáles fueron las verdaderas circunstancias del hecho, por que jurídicamente hablando es un SIMPLE HECHO y sin embargo el castigo que se busca es el que se le debería dar a UNA CONDUCTA, que no es lo mismo. Si en realidad la muerte de la perra asesina es la solución, ¿por qué aquellos enfermos violadores y descuartizadores de menores no son “ajusticiados” también? ¿Para ellos si puede haber resocialización, a pesar de que al ser seres humanos gozan del razonamiento adquirido con el paso de las eras? Habrá quien diga «pero él es sólo un enfermo mental, que no estaba consciente de lo que es bueno y malo»… pues yo estaría segura de responder: «LA PERRA ES SOLO UN ANIMAL, QUE NO SABE QUE ES LO BUENO Y LO MALO, SÓLO SE BASA EN SU INSTINTO».

Hay que tener en cuenta que la raza pitbull tiene características difíciles de manejar, pues su personalidad se cataloga como fuerte y amenazante. Esta perra tenía varios años dentro de la familia y no había ocurrido sucesos peligrosos en su estadía, hasta ese 1 de enero. Así como los humanos tenemos nuestro sentir, nuestro carácter y pedimos respeto por esas diferencias, los animales también gozan de las mismas virtudes (o defectos), pero ellos no tienen voz para «hacer respetar sus diferencias», sólo pueden reaccionar.

Considero ilógico que este tipo de sucesos sean criticados en la vía pública como “algo imperdonable”, mientras el mismo ser humano comete conductas peores. A la hora de hacer abrigos de pieles para satisfacer el consumismo absurdo de ciertas élites no se dice ni se hace nada frente a los desollamientos de animales vivos o frente a los brutales asesinatos de sus crías, como si ellos no sufrieran igual. Las personas disfrutan ¡¡y hasta catalogan!! de “arte” y diversión la tauromaquia, mientras en las noticias se oyen desgarradoras historias de “brutales asesinatos que ciertas razas de perros hacen a adultos y niños” o “el gran daño material que las palomas y sus excrementos le crean a la Parroquia de Belén, Antioquia al posarse en la techumbre”, como si fuese lo más horripilante que puede suceder en el planeta.

Me pregunto si la realidad oscura y definitiva de toda esta sarta de contradicciones es que, lo verdaderamente intolerable para la raza humana es que “las razas inferiores” también puedan actuar y reaccionar contra él, menoscabando la superioridad que éste quiere imponer sobre la naturaleza a lo largo de los tiempos.

Escritor: Diana Catalina Sánchez Zuluaga