Hoy me sucedió algo fascinante que espero compartir con todos ustedes. A partir del artículo que escribí y publiqué en facebook, un exalumno mío, se atrevió a enviarme una carta en la que me expresa lo que sintió al perder el cupo en su colegio; en cada línea deja el alma y me permitió ver que sentía; jamás pensé que tantas cosas pudieran pasar por su mente, representar tanto. Ni él ni yo colocaremos su nombre por respeto a su deseo, pues tan sólo quiere expresar lo que pasa por su corazón, pero desde un anonimato que le permita algún día reencontrase con su colegio y sus amigo. Además, otra grata sorpresa que me conmovió, otro alumno me expresó que utilizaría mi artículo para la clase de español de mañana, pues como dijo él, palabras textuales: «Te lo voy a hacer como agradecimiento por el año pasado», en ese momento, entendí que había valido la pena, gracias mis muchachos.
Confesiones de un alumno a su maestra Anónimo (El alumno por razones personales, decidió omitir su nombre, pero muchos saben de quién se trata) Queridísima maestra: En respuesta a su emotiva denuncia, déjeme decirle que yo también fui una víctima más del “sistema” ese que ha hecho que rueden cabezas por doquier, simplemente por no ser “igual” a los demás. Quiero narrarle como un espíritu como el mío, que pese a los estragos de la adolescencia y los errores típicos de un joven, sintió que dentro del sistema no había cabida para él; en mi grupo fui un líder, y bueno, más de una vez, lideré cosas que iban en contra del tan prestigioso régimen, ese régimen rígido, que no cede, no perdona, inflexible muchas veces.
Ingresé al colegio desde pre-jardín cuando tenía 4 años y era un niño al que todo el mundo quería, con el que todos los demás niños querían jugar; el que todas las profesoras querían en su clase, pero eso cambió. Mi sufrimiento empezaba desde que comenzaba el año; sentía que las directivas de la institución me miraban diferente, me sentía diferente, no me gusta sentirme así, como una especie rara de un circo al que todo el mundo mira con temor, pero que también todos sienten que pueden pasar por encima de él, simplemente porque va en contravía a lo que todo el mundo está acostumbrado a hacer.
Todo lo que hice lo hice no por llevarle la contraria al sistema, sino para sentirme FELIZ, porque mi estadía en el colegio fuera diferente, recordada por otras generaciones. Cuando entraba al colegio el portero me saludaba con mi nombre y yo respondía su saludo con el suyo; al dirigirme al salón de clases, me topaba con mucha gente, todos me conocían y yo a ellos, incluso empleados de planta que se encontraban lejos y que no los alcanzaba a ver gritaban mi nombre, al yo alzar la mirada, los veía y gritaba también el de ellos en forma de saludo. Lo mismo me pasaba con muchos maestros de grados superiores, incluso algunos que nunca me habían dado clase, ni siquiera un reemplazo, me conocían y yo a ellos, muchos decían que era porque ya tenía “ mala fama” pero yo me pongo a pensar y me doy cuenta que esa “ mala fama” no es tan mala, por el contrario, es buena y pienso también que todas esas personas que me saludaban, estaban de una u otra forma de acuerdo con mis actos y quizás con mis rebeldías o al menos me comprendían.
Hoy en día soy una víctima más del sistema, me echaron del colegio simplemente por ser diferente a los demás, pero a pesar de todo, sé que mi estadía en éste no fue en vano, muchos amigos me llaman y me dicen que les hago mucha falta, otros me escriben por Facebook y me preguntan que cómo voy en la nueva institución educativa y también me dicen que les hace falta ese alguien que los haga reír, que no permita que una hora de clase sea aburrida, que siempre armaba las “rumbas” y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ayudarlos. Aún me siguen invitando a las fiestas que ellos hacen, a salir, e incluso me dicen que si presto mi casa para hacer más fiestas y por supuesto la respuesta es un SI, yo siento que aun soy parte de ellos y lo que ellos no saben, es que ellos hacen parte de mí.
También es increíble que me llamen docentes, empleados e incluso directivas del colegio, a preguntarme cómo voy, dónde estoy estudiando y a decirme que hago falta en el colegio. Me asombré mucho cuando todo esto pasó y le pregunté a otros compañeros que también fueron expulsados del colegio, si a ellos los habían llamado a preguntarles cómo iban y la respuesta fue un NO. Esos son los momentos en los que me doy cuenta que era especial, que algo de lo que hice estuvo bien hecho y que no pasó en vano mi estadía en el colegio. La educación en vez de excluir y apartar a quienes son diferentes, los debe incluir, aceptar y entender. Por todo esto, ¡me siento una víctima más del “sistema”!.
Att: su alumno
Escritor: Diana Sol Urrego Arango
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