El término de “VALORES” en clave de Crítica

Sin querer desarraigar ninguna idea que se tenga hoy día sobre los valores, entre otras, la de aquellos que limitan el término de valores a las competencias y cualidades de las personas, las cuales, les permiten crecer y destacarse, ni la de los moralistas que van en contra de las nuevas costumbres liberadoras, tampoco la de aquellos que los clasifican en valores sociales, sociológicos, espirituales, naturales etc.

Yo, personalmente teorizo el término de valores según la siguiente expresión: “Valor es todo lo que vale, todo lo que vale tiene un costo”, basando la susodicha expresión en el ejemplo de la disciplina, definida en una página del Gobierno de León México , de la siguiente manera: “El valor de la disciplina se adquiere dotando a nuestra persona de carácter, orden y eficacia para estar en condiciones de realizar las actividades que dignifican nuestra vida”, ese carácter, ese orden y esas condiciones, para que sean eficaces, demandan de cierta fuerza de voluntad (ese esfuerzo es el precio que se paga para adquirir el inestimable valor de la disciplina, la gran cualidad y potencia de los japoneses) por parte de los individuos, unos requieren esforzarse más, otros menos, ya que no siempre es un hábito innato, sino que la mayoría de las veces es adquirido gradualmente hasta convertirse en rutina o acción cuasi natural que se realiza sin esfuerzo por parte de la propia voluntad; si tomamos así uno a uno los que llamamos valores, notaremos que todos dignifican la vida y solicitan nuestra voluntad, sobre todo en la sociedad moderna que nos toca vivir; entre otros tenemos por ejemplo, el respeto, la responsabilidad, la honestidad… sin quitar aquellos que son más naturales, repito para algunas personas, porque, hay quien debe trabajar mucho para adquirirlos, y otros tantos que se cansan en la mitad del camino y no logran alcanzarlos, en este aspecto influye la cultura, la formación que se recibió desde muy temprana edad, en fin, varias experiencias que cada individuo ha tenido que vivir en su entorno.

Refiero otro interesante ejemplo para clarificar lo que es un valor: cierta persona aficionada y alentada por la esperanza del buen destino, para lucrarse sin tanto esfuerzo, compra la lotería soñando ganársela y salir de la pobreza, un día de mucha suerte se gana una destacada suma, inmediatamente toma la actitud de quien tiene el mundo en las manos y derrocha todo su capital sin la menor idea de que la mayor fortuna es la capacidad de administrar, gobernar, organizar, gestionar… al final vuelve a ser la misma de antes, esta vez con el pesar de haberlo tenido y haberlo dejado ir como el agua se derrama en las manos a diferencia de llevarla en un buen recipiente;

¿Dónde se descubre el valor, la verdadera riqueza?, indudablemente en la mente humana para desarrollar las susodichas capacidades para gestionar adecuadamente… entonces se puede afirmar que el dinero y los dones innatos que “todos” hemos recibido con el simple hecho de ser humanos, no son nada sin la astucia de una mente y una voluntad bien dirigidas.

El término “valores”, entonces, está vigente en la población mundial y en todas las edades y debería estarlo mucho más si hablamos desde el punto de vista integral humano, es decir entendiendo el bien como la responsabilidad moral individual regida por una serie de acciones o conductas conscientes, y no basta solo la voluntad como dice Hegel: “considero que la mera buena voluntad subjetiva es insuficiente, es menester que la buena voluntad no se pierda en si misma o si se quiere, no tenga simplemente la conciencia de que aspira el bien.

Como el cumplimiento del deber (subjetivo) es abstracto. Para que llegue a ser concreto es preciso que se integre a la obediencia de la ley moral (objetivo) que se manifiesta moralmente objetiva a través de las normas, leyes y costumbres de la sociedad”. En nuestros tiempos suena un poco aterrador el término “obediencia”, sin embargo, lo aceptemos o no, todos estamos destinados a “obedecer”; precisamente por la falta de obediencia, yo diría que antes que a las leyes, a la constitución, a los jefes, a los padres, a los docentes etc… existe un mandamiento practico trascendental, cuyo origen data desde varios años antes Cristo, y es El mismo Cristo quien le da relevancia y lo establece en su tiempo como lo más importante, así pues siendo muy antigua, no deja de ser siempre actual, es la famosa y clásica «regla de oro» ya se conocía entre los judíos y otros pueblos de la antigüedad, incluso como resumen de la Ley.

Era citada de manera proverbial sobre todo en su forma negativa, es decir, «no hagáis con otros lo que no queréis que ellos hagan con vosotros». Jesús la proclama en forma positiva, como principio de acción. “Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas”. Ese hacer con, o a los demás, lo mismo, que quieran que ellos hagan con ustedes, resume todo un proyecto de vida, porque obedeciendo, cumpliendo o haciendo esto, nos estamos realizando dignamente ya que nunca desearíamos nada que nos haga mal, si así hicieran todos y cada uno de los seres humanos, no habría injusticia, corrupción, engaño traición, violencia… porque sería una competencia entre todos por hacer feliz a los otros, no existiría el egoísmo ni la preocupación por el propio yo.

En mi experiencia de más de veinte años de acompañamiento formador con niños, jóvenes y adultos, he visto cómo ha ido evolucionando el concepto de los “valores” entre los diferentes ámbitos y entornos, en algunos, sobre todo en los niños y adolescentes, hasta el punto de no creer en los valores, porque han sido educados en la idea de que ellos lo saben todo y sus padres y adultos que los rodean, son instrumentos para apoyar sus pretensiones, que para ellos son inequívocas lo que no ocurría antes, hasta la década de los ochenta.

Hablando de la formación que se recibe hoy en el seno familiar, se puede decir, aunque parezca contradictorio, que la familia es casi que la mayor influencia para que los/las adolescentes y los niños y niñas se tomen la libertad y la autonomía sin prever que sus pocos años de vida no son suficientes para saber tomar las mejores decisiones y menos aún, para identificar que el respeto por las demás personas y opiniones, el reconocer la importancia de la disciplina, la honestidad, la sinceridad, la espiritualidad… son valores que se deben considerar como la directriz de una vida digna y creciente para experimentar adecuadamente la libertad y la autonomía propia y de los otros.

Hoy se maquinan de la forma más natural, las mil y una formas para manipular y sobreponer “los propios derechos” a favor; se confunden, en nombre de las competencias, el buen ejemplo que es el que da autoridad, con el autoritarismo y la habilidad y destreza con la palanca; explico el porqué de estas confusiones, simplemente el buen ejemplo es un comportamiento que enseña y arrastra cuando se es honesto, sencillo humilde, puntual, responsable, sencillo, de calidad… y el autoritarismo, se hace obedecer con el tono de voz y esconde la propia realidad de incoherencias; la habilidad y destreza es la capacidad que se tiene para desempeñarse en los ambientes que se frecuentan o se quieren frecuentar y la palanca es la capacidad de dar el lugar y el puesto a quien se desee, independientemente de su tonelaje de desempeño, finalizo así este breve escrito sobre valores, repito lo que escribí al iniciar, no pretendo desarraigar ninguna idea que se tenga sobre los mismos, simplemente doy una opinión más, valedera y relevante para quien es observante de las conductas humanas y para quien desee darle un sentido práctico a LOS VALORES.

Me encuentro ya finalizando el plazo que se me dio para redactar este escrito, no tuve la oportunidad de dedicar por lo menos tres días para escribir, pues en esta época de distracción, no vi el correo a tiempo, me gustaría extenderme más en el tema, pues a pesar de que me gusta mucho la literatura, mi tendencia más fuerte son los temas de reflexión trascendental e históricos.

Por: Eldy Mariana Vasquez Murcia