ARISTÓTELES

Uno de los fines primarios que persigue el hombre es la felicidad, por ello Aristóteles se propone definir qué es esa felicidad y qué es lo que la procura. Observa, entonces, que para unos la felicidad se alcanza por medio de las riquezas materiales, para otros con honores,  gloria y  fama, y otros, por su parte, creen obtenerla a través del placer. Sin embargo, estos son sólo bienes externos que se utilizan como medios para alcanzar la misma; Aristóteles ve que el único camino viable para la felicidad es por medio de la ética, porque nos educa a favor de las virtudes y nos hace hombres felices.

 En relación con la política y teniendo en cuenta lo ya mencionado, se puede afirmar que el hombre busca el bien como plenitud. Esto significa que coinciden el bien de la ciudad y el del individuo, porque la felicidad de la comunidad es como un todo, en ella se suma la felicidad de un individuo con todos los que la integran. En este sentido, la ciudad-estado tiene como tarea buscar la felicidad de todos sus miembros, de esta manera el Estado se conforma como un organismo viviente, pues para que todos seamos felices necesitamos de la comunidad política, como nos diría Aristóteles: “somos seres políticos que desarrollan sus  fines en el seno de una comunidad”.

lenguaje en el ser humano tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo, lo justo y los injusto, ya que es propiedad particular del ser humano, como el único que tiene la percepción del bien y del mal y de las demás cualidades morales.

 El carácter político del hombre se explica por su capacidad de lenguaje, la memoria se encuentra hecha del mismo. Las leyes son lenguaje social compartido por todos. Según Aristóteles, los seres humanos necesitamos de la comunidad política para ser lo que somos. Necesitamos compartir esa memoria colectiva de usos, costumbres, saberes, leyes, destrezas y cultura. La felicidad esta necesariamente unida a la virtud y a la práctica de la justicia, y estas se desarrollan en relación con el bienestar y la abundancia, y así también es necesario pensar que son las instituciones políticas quienes las representan.

 ara que la práctica de la justicia sea consolidada en una ciudad con el régimen mejor, es necesario que sus ciudadanos obedezcan y reconozcan la autoridad y virtud del legislador. Un ciudadano que sepa dar mando en su vida domestica y obedecer a la ley es considerado por Aristóteles como un buen ciudadano. Más aun, si es un ciudadano que busca dar la orden correcta y enaltece la importancia de la ley, sobre sus intereses para el bienestar de la comunidad, no solo es un buen ciudadano sino un buen hombre.

 Nuestro propósito es conocer el régimen mejor, y ése es con el que una ciudad puede ser mejor gobernada, y la ciudad es mejor gobernada por el régimen que hace posible la mayor medida de felicidad, es evidente que no se debe pasar por alto en qué consiste la felicidad, (Aristóteles, 1999, p. 433)

 Aristóteles afirma que la felicidad, considerada como la más apreciada de las virtudes que el ser humano puede llegar a cultivar, no solo hace parte del desarrollo del hombre como individuo, también hace parte fundamental del horizonte que busca tener una ciudad. El legislador tiene la responsabilidad de conducir al ciudadano en busca de su felicidad, porque es la felicidad virtuosa y generalizada la que permite un buen gobierno. Por tanto, es necesario que el legislador sea el hombre más capaz y virtuoso.

 Un buen legislador debe conducir la formación de sus ciudadanos desde su nacimiento hasta la edad anciana. Cuidar de su formación desde el hábito de alimentar el cuerpo sanamente hasta el uso adecuado de su lenguaje. La educación les da derecho a sentarse en mesas comunes porque los ha dotado de criterio. Por medio del hábito y la educación del cuerpo se conduce al ciudadano a un estado de plenitud, la felicidad como fin último también requiere de un cuerpo disciplinado y una mente contemplativa que enaltezca el espíritu y reconozca a los hombres  virtuosos.

 Sin embargo hay que destacar cuál es el ciudadano al que nos estamos refiriendo, pues, de acuerdo con Aristóteles, no todos son ciudadanos en plenitud (Aristóteles, 1999, p. 152). Por tanto, el autor, habla del ciudadano sin más y éste se define por participar en las funciones judiciales y el gobierno y en este caso esta definición de ciudadano corresponde a la de un tipo de régimen que llamamos democracia (Aristóteles, 1999, p. 155). Pues existen diversos tipos de regímenes y, por tanto, no en todos podemos obtener la misma definición de ciudadano. Un régimen podemos definirlo como la “ordenación de las diversas magistraturas de la ciudad y especialmente de la que tiene el poder soberano. Y en todas partes es soberano el gobierno de la ciudad, y ese gobierno es el régimen” (Aristóteles, 1999, p. 168). Esta ordenación debe estar encaminada al bien de la comunidad que es la felicidad de esta y del ciudadano. Pero para que esa felicidad de la comunidad sea posible, el régimen y el ciudadano deben ser el mejor. Y dado que en la democracia el soberano es el pueblo, el ciudadano debe estar en la capacidad de obedecer y mandar conforme a la virtud (Aristóteles, 1999, p. 191). Cabe entonces definir que la virtud a la que se refiere Aristóteles es la de conocer el gobierno de los hombres libres bajo los dos aspectos, el de la obediencia y el del mandato (Aristóteles, 1999, p. 164). Es importante recalcar la importancia del ciudadano y de su virtud, pues en la manera que cumpla con su función referida al mandato y la obediencia, puede llegar a la verdadera eudaimonia.

 REFERENCIA

 Aristóteles. (1999). La Política. México: Editorial Porrúa.

Escritor: Diego Fernando Rodríguez Mejía.