Al rededor del voto

Al pasar por una calle, llena de avisos con mensajes publicitarios que invitan a votar por los más variopintos partidos políticos, grupos, grupúsculos, etc. me vino a la cabeza esta analogía entre elecciones y cortejo amoroso. hace algunos años, en mi país Colombia, cuando las relaciones de pareja aún tenían algo de encanto misterioso sin resolver (aunque, en mi opinión sigue siendo así, contrario a lo que piensan muchos jóvenes, adolescentes y hasta adultos) los mayores de entonces nos ilustraban sobre lo que significaba la ‘’ prueba de amor ‘’.

Básicamente consistía en una serie elaborada y muy bien planeada del macho para lograr obtener los favores de la joven (inocente, se suponía, al menos para aquella época: años ochenta). El muchacho cuyos arranques de pasión confundía el amor con los ‘’afanes de la carne’’ (expresión de Héctor Abad Faciolince) se esmeraba en presentarse ante la joven como un caballero galante y respetuoso con las más sinceras intenciones de formalizar un noviazgo tradicional (recuerden que hablamos del Siglo XX). Desde luego, sin que el fin último -el de la carne – se sospechara. El candidato y su partido político , por su parte, confunde el afán de poder y de dinero con el de servicio, y en su manera de granjearse el favor del electorado hace toda clase de promesas (irrealizables en su mayoría ) y se afana por parecer una persona seria, responsable, comprometida con el servicio a los demás, y , por supuesto, honesta.

Mientras en la relación de pareja, de la que hablábamos, una vez obtenida la satisfacción momentánea del placer sexual, ésta podía derivar en un embarazo no deseado y en un cambio muchas veces, dramático y crítico  en la vida de las dos familias involucradas –la del joven y la de la joven,  ambos estudiantes de bachillerato y sin trabajo ni manera de sostener una nueva vida, en el contexto de la política, por su lado, una vez obtenido el triunfo anhelado y planeado a toda costa, el resultado afecta al elector después del ‘’placer derivado del uso democrático del voto ‘’ y luego de la experiencia de creer en lo que su candidato promete. Además, se sabe que en época de proselitismo, algunas tácticas para conseguir el voto incluyen la invitación a opíparas y etílicas reuniones de copartidarios tanto de los de vieja data como de los ingenuos que empiezan a engrosar las filas de un partido.

Como en el caso de la relación de pareja, en la relación elector -partido político las consecuencias son dramáticas y críticas en la medida en que el elector al pasar el tiempo, constata en la cruda realidad del diario vivir que no hay cambios fundamentales, y que muchas veces las promesas electoreras, no sólo no fueron cumplidas, sino que fueron re interpretadas y puestas en marcha de manera diametralmente opuesta. Es la constatación, en el caso de las relaciones de pareja, del fenómeno causa-efecto,  al ser éstas guiadas por la pasión de la carne y la inmadurez, es decir sexo y embarazo no deseado. Y por otro lado, en la relación elector – candidato político, del resultado de la unión entre la ingenuidad y falta de cultura del elector y el oportunismo político, significando para el primero: frustración, decepción y escepticismo.

Pasión de la carne, inmadurez igual embarazo no deseado. Ingenuidad más falta de cultura y oportunismo político igual frustración decepción y escepticismo. En ambas relaciones para que el resultado sea no deseado, es indispensable que haya inmadurez. En la relación de pareja es posible afirmar que inmadurez se expresa  en una conciencia sin desarrollar al grado de no saber lo que significa el sexo y la concepción de una nueva vida. En la relación elector candidato, la inmadurez significaría una mirada cortoplacista del horizonte político y la falta de educación en cultura política que posibilite  un análisis más serio y profundo de las consecuencias del voto. he ahí la cuestión.

Escritor: William A. Ortega Bonilla