Al vuelo (11)

Esa mañana de aquel miércoles parecía ser reflejo de un soleado y sosegado día de enero para Salvador; personalmente, abrió las puertas de su hogar para compartir generosamente un trozo de lo que ha sido su enriquecedora experiencia en el paso por esta vida. “Justo ahora acabo de venir de una interesantísima junta en el IMDOSOC”, comenta con entusiasmo mientras su eleva estatura recorre el pasillo. Egresado de la carrera de Contraloría y Auditoría en la UNAM, Salvador ha traducido su quehacer profesional en una amplia vivencia de sentido social que se funda en una profunda vida de fe emanada del seno familiar.

“Nos inculcaron desde chiquitos el amor y el conocimiento de Dios, pero mi acercamiento más fuerte a Él fue en mi confirmación, cuando me dije ‘creo y quiero’.  Siempre me ha interesado la parte social; desde muy chico me involucraba en los problemas de inundaciones y terremotos, en los que lógicamente encontraba a Dios en cada momento, y deseaba servirle en mis hermanos, es decir, hacer realidad a ese Dios etéreo que a veces vemos, en un conocimiento real entre los hermanos.”

Para ello, Salvador señala como su primera motivación la precariedad de la situación económica de los años de su infancia y juventud, en los que poco a poco fue haciéndose consciente de las grandes diferencias entre las riquezas y la pobreza; años en los que fue testigo de la abnegada labor de su madre (la enfermedad del padre le impedía generar ingresos a la familia) en sacarlo a él y a sus hermanos adelante. Ante tal panorama, sin embargo, entendió que aquello no era sólo su realidad, sino el de la mayoría de las personas, lo que reafirmó su compromiso de hacer algo en consecuencia y colaborar con Dios.

“En ese momento me acerqué a muchas comunidades pobres, con muchas personas en situación de miseria, y para mí fue una riqueza importante lo que había encontrado en mi vida… No porque me lo habían dicho, sino porque se convirtió en mi propia convicción y entrega. Fue un tiempo difícil. Continué estudiando y trabajando y colaborando en pequeñas acciones de sentido social, y tuve la satisfacción enorme de poder ser el sostén de mi casa. Seguí mi crecimiento por la gracia de Dios y empecé  a escalar puestos. A los 18 años era el contralor de cuatro bancos y ya con un sueldo interesante. Esto me permitió dar un paso adelante…

Fe en obras

Tras una exitosa trayectoria empresarial con las que había satisfecho sus planes de mejorar la calidad de vida de su familia, Salvador se percató de que era hora de dar un giro distinto y aún más comprometido hacia los demás, a través de comunidades marginadas. “Tuve el contacto con varios sacerdotes, algunos de ellos extraordinarios en la parte social, y así es como empiezo a formar asociaciones de tipo social, conjuntamente con las empresas a las que ya estaba yo relacionado. Descubrí que existía la labor profética (el anuncio del evangelio), la labor litúrgica (los sacramentos, en los que me tenía que basar fuertemente) y la labor social, que era la parte que a  mí realmente más me tocaba y sentía más fuerte.”

Su interés genuino en la construcción del Reino permitió la participación de Salvador Domínguez en reconocidas instituciones religiosas en México, tales como la Conferencia de Organizaciones Nacionales, la cual presidió durante algunos años; la Comisión Pastoral Social del Episcopado Mexicano y Cáritas. Además, es miembro fundador del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC),  y fundador y director del Centro de Comunicación Cristiana de Bienes (Centro CCB), institución que en sus veinte años ha abogado por la promoción humana y comunitaria a través de la capacitación de las personas en comunidades de escasos recursos económicos, y cuya base es la vivencia de la doctrina social cristiana. “Allí el mérito es siempre de los voluntarios, de quienes, con su entrega, he aprendido mucho; ellos son el pilar de este proyecto, no yo.”

Ping pong: (Columna de la izquierda)

Una película: “Con las manos vacías”

Un libro: “Las confesiones”, de San Agustín, y los libros acerca de San Pedro, con quien me identifico.

Una canción: Un himno que compusimos para uno de los órganos cristianos que creamos.

Mi comida favorita: Los antojos mexicanos.

Un recuerdo de la infancia: Cuando mi tío cedió al pago de un préstamo que me hizo para la operación de mi padre;  fue la mayor lección que he recibido.

Una persona: Mi esposa Cecilia.

Un sueño: Mi salvación.

La última alegría: La formación de las comunidades y alianzas en las que he colaborado.

La mayor tristeza: Mis fallas.

Un regalo: Que Dios me permita  estar activo a esta edad (84 años).

Mi ocupación favorita: Dedicarme a lo social.

Un lugar para soñar: La iglesia y mi hogar.

Mi idea de la desgracia: Dos sentidos: Cuando es ocasionada por nosotros;  y cuando es prueba de Dios. En ambos nos puede servir para bien.

Mi significado de fe: La vida, la base.

Mi divisa: Que Dios me haya permitido tener estas experiencias, que son para mí una gracia.

Lo que define mi quehacer profesional: Organización y promoción humana y comunitaria.

Escritor:  Ely Segura