Algunas consideraciones sobre Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut, y la Recherche proustiana

Tanto Matadero Cinco como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust son novelas que problematizan los moldes genéricos. El libro de Vonnegut se vale del marco perceptivo de la ciencia ficción para dar cuenta de un suceso histórico: el bombardeo a la ciudad de Dresde. Añádase a esto otras transgresiones como la anunciar el principio y el final del relato en las primeras páginas, la circunstancia de que no se trate de una ficción utópica y el que, para los tralfamadorianos, la dimensión futura se encuentre clausurada: conocen fecha y circunstancias precisas bajo las que acontecerá el fin del mundo, sin embargo no pueden aunque tampoco desean revertirlo.

Las similitudes que encontramos en las dos obras en cuanto al tratamiento del tiempo nos llevan no obstante a consideraciones disímiles. Tanto el narrador de la Recherche como su lector aprenden que el arte permite una recuperación completa del tiempo perdido. Pero Billy Pilgrim, protagonista de Matadero Cinco, aprende algo muy distinto de los habitantes de Tralfamador: que, más allá de que podamos viajar al pasado, somos como insectos prisioneros, atrapados en ámbar. Billy no ve simplemente su pasado coexistiendo sino que viaja a él, se ve a sí mismo atrapado en la urdimbre del tiempo sin poder hacer nada. “Entre las cosas que Billy Pilgrim no podía cambiar se contaban el pasado, el presente y el futuro” , el personaje lo sabe y por eso no protesta contra los bombardeos de Vietnam, no se estremece al recordar las cosas que él mismo había experimentado en la guerra. Se dice en Matadero Cinco que la prosa de Trout, el escritor de ciencia ficción que cuenta entre sus personajes y quien parece un prisionero de guerra, es horrible aunque las ideas sean geniales.

Las ficciones de Tralfamadore contienen escenas simultáneas sin ninguna relación concreta: “no hay principio, no hay mitad, no hay terminación, no hay «suspense», no hay moral, no hay causas, no hay efectos” . Los saltos temporales que producen los viajes de Billy revelan también la presencia del problema de diégesis al que la prosa se enfrenta después de los horrores de la guerra. El mutismo, la imposibilidad de elaborar experiencia que Walter Benjamin ha analizado en su célebre texto en “Experiencia y pobreza”, están ampliamente tematizados en una novela que brinda en todo caso un registro y la denuncia de un secreto que no debería ser tal, una crítica de amplias resonancias, pero en ningún sentido un testimonio de la guerra. En este sentido el arte, en oposición al estatus que le es concedido en la obra de Proust, no tiene mucho que hacer con el pasado.

Dice Vonnegut sobre su libro, en el primero de los capítulos que funciona como prólogo: “Mira, Sam, si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan” . Con el canto de los pájaros termina la novela para la que Vonnegut se reúne, como nos es referido en el prólogo, a conversar con su antiguo camarada de guerra O ‘Hare, como si hubieran escapado del artículo del mencionado ensayo de Walter Benjamín, en una fría cocina de acero inoxidable, en una rígida mesa brillante y blanca, el hielo presente, sin poder recordar nada y sin huellas a su alrededor.

Escritor: Salomé Iglesias