Análisis literario: Personajes femeninos en La Reina Isabel cantaba rancheras

La Reina Isabel cantaba rancheras, al igual que la mayoría de las narraciones de Hernán Rivera Letelier, es una historia ambientada en la pampa salitrera decadente. Una a una han ido cayendo las oficinas y solo van quedando viejos decrépitos que no saben de otra realidad más que la que han vivido ritualmente durante toda su vida. Decadente también es la vida de un grupo de prostitutas que fieles a su oficio siguen su rutina a pesar de los años y a pesar de que su clientela se reduce a estos mismos ancianos.

El título de esta obra se debe a un personaje ausente, la Reina Isabel, la más vieja y respetada de todas las prostitutas, que ha muerto, sola en su buque y deja un séquito de súbditas, de doncellas de la calle desamparadas. Las salitreras se quedan sin este pedazo de historia hecha mujer, sin esta pecadora o mejor dicho, sin esta verdadera María Magdalena de las pampas, que desde niña cantaba como un ángel rancheras en las fiestas de la primavera y que el abandono y el gusto la habían hecho acoger las peticiones de los hombres apasionados del caliche.

Esta meretriz trabaja con la ternura y paciencia de una madre que regalonea a sus niños crecidos en su regazo. Pero no es la única, el séquito de esta reina, conformado por el resto de las prostitutas, juega un papel fundamental, puesto que ellas son las que, en gratitud por todo el cariño entregado por la soberana, preparan el ritual fúnebre, desde el velorio hasta el entierro, cuales sacerdotisas.

Son ellas las que se agrupan, para hacer un velorio “como Dios manda” y a medida que agasajan a su majestad con sus mejores ropas y la santifican convirtiendo su habitación en un verdadero altar amatorio, van entretejiendo una historia compuesta por las tristes memorias de cada una de ellas.

De esta forma conocemos a la Ambulancia que es una de las más íntimas amigas de la Reina, razón por la que toma las riendas y se encarga de la organización de las exequias. Se presenta como uno de los personajes en donde el autor desarrolla con profundidad descripciones esperpénticas, donde el atractivo reside en lo grotesco. Gorda, soberbia, monumental, lo que se llama doña puta, desde los recintos enmurallados de los buques, la Ambulancia, hace su aparición en la calle. (Rivera, 2003: 107) Ella fue la única capaz de cambiar el rumbo de su vida y pasar de ser una prostituta a convertirse en la esposa de un pastor evangélico.

También está la Malanoche, con la que se puede apreciar el humor y el sarcasmo que siempre están presentes en las obras de Hernán Rivera Letelier, puesto que llega al pueblo salitrero y se convierte en sacerdotisa sexual, solo por circunstancias fortuitas, ya que ni su más bien deplorable facha, ni su mal aliento crónico, “que combatía con grandes bolos de chicles de menta”, la ayudaban en su trabajo.

había sido la única capacitada para enamorar a un hombre perturbado, apodado Astronauta, al tratarlo con naturalidad en la cama, a pesar de que expelía un insoportable hedor, problema que la Chamullo solucionaba con unos toquecitos de Mentolatum en su nariz.

es una de las niñas con menos clientela, con atractivo solo para los ancianos que ya no tienen paciencia para hacer fila en otras puertas. en una huelga en que los mineros obtuvieron el 2.4 por ciento de aumento.

Cada uno de estos personajes nos muestra una historia distinta, una forma de ser distinta, una realidad pampina que recrea un mundo ficticio a través de comparaciones paradójicas marcadas con un fuerte toque picaresco y coloquial que deja entrever la vida esforzada de estas mujeres solitarias de las casi extintas minas calicheras. Es así que con la narración de las historias particulares de estos personajes que mezclan lo cómico y lo repulsivo, tanto narrador como lector exorcizan sus tabúes y temores en pro de la salvación de este mundo marginal de la realidad histórica chilena.

Bibliografía:

RIVERA LETELIER, HERNÁN, 2003. La Reina Isabel cantaba rancheras, Planeta, Chile.

Escritor: Silvana Sierra Lagos