Analizar la forma en que afecta y afectará el cultivo de plantas destinadas a la producción de biocombustibles en los precios de algunos alimentos.

Aparte de la vinculación entre energía y agricultura, la producción de biocombustibles ha añadido el panorama alimentario mundial un nuevo reto de futuro. Los ingredientes básicos de los dos biocombustibles más utilizados, el etanol y el biodiesel, son materias primas agrícolas, especialmente los cultivos de trigo, azúcar y semillas oleaginosas, con lo que su uso ha añadido una fuerte presión a la demanda de estos bienes básicos. Este tipo de combustible se emplea esencialmente para mover vehículos de motor. Su uso en coches particulares y en los transportes públicos de las capitales de los países más avanzados del mundo se intensifica día a día.

Su producción ha crecido en los últimos años a un fuerte ritmo, sobre todo en el caso del etanol que ha duplicado su producción a los dos últimos años gracias al impulso de los Estados Unidos y Brasil. En Europa, la producción de biodiesel ha aumentado en una proporción mayor si bien la situación de partida estaba mucho más atrasada. La lucha contra el cambio climático, y en concreto contra las emisiones de los gases contaminantes expulsados ​​por los vehículos, y el crecimiento de los precios del petróleo entre los años 2000 y 2007 explican esta situación. Sin embargo se prevé que su incidencia en beneficio de estos aspectos sea muy limitada y, por el contrario, están tirando al alza los precios de los alimentos. Asimismo se espera que incrementen la volatilidad de los precios agrícolas en la medida que se crean nuevos nexos entre el sector alimentario y el sector energético.

La modificación de las superficies de cultivo, la concentración de la tierra y el debilitamiento de los recursos hídricos derivados de la producción de biocombustibles son otros de los factores que inciden en la agricultura mundial, y por tanto de Europa y España,  y que añaden un alto nivel de peligro para la alimentación de millones de personas pobres.

Lo cierto es que durante las últimas cinco décadas los precios de los alimentos han mantenido una tendencia decreciente como consecuencia del crecimiento de la producción y la productividad agrícola. Desde 1973 hasta el 2000 los precios reales de los alimentos básicos cayeron aproximadamente un 55% y aún mantuvieron la tendencia durante algunos años más. El rápido progreso tecnológico del sector agrícola se ha traducido de forma inmediata en una reducción de los costes unitarios y la competencia derivada de la globalización ha reducido también los márgenes y ha contribuido a las disminuciones de los precios. En muchos países en vías de desarrollo el uso intensivo de nueva maquinaria, fertilizantes y métodos de irrigación revolucionarios también se vieron acompañados de un incremento de la superficie cultivada por hacer frente a la caída del margen unitario. Sin embargo no todos los países beneficiarse de los avances mencionados.

En África Subsahariana y en buena parte de América Latina la falta de progreso se vio compensada por la disminución real de los precios de los alimentos en los mercados internacionales y de este modo, muchas poblaciones pobres pudieron aumentar la ingesta de calorías. Sobre esta teoría, la que se defiende a lo largo del documento, el mundo, y en concreto la agricultura, está en disposición de producir alimentos suficientes para la población mundial a un precio de equilibrio asequible para las personas más desfavorecidas. Tal como exponen los organismos internacionales de alto nivel como la FAO y el Banco Mundial, el problema actual de la hambre no se basa en la imposibilidad de su producción sino que se deriva de que millones de personas no los pueden comprar. La situación descrita pero puede empeorar en la medida que crezca la demanda de productos alimentarios y forrajeros para abastecer el sector de los biocombustibles líquidos para el transporte.

Llegado a este punto, debemos analizar la importancia económica del biodiesel, con el objetivo de comprender su rápida implementación en la comunidad internacional.

La viabilidad económica de los biocombustibles se basa en los precios relativos de las materias primas y del petróleo. Ambos parámetros suman alrededor del 75% del coste de producción dependiendo de los componentes agrícolas empleados y el área geográfica donde se han elaborado. El precio del petróleo tiene una importante doble vertiente ya que en la medida que sea superior al precio del etanol y el biodiesel, la industria de los biocombustibles será rentable.

Si por el contrario el precio del petróleo es inferior al coste de producción, los consumidores optarán por el primer y biocombustibles resultarán desplazados del mercado. Un estudio realizado por la FAO y la AIE calculó los costes medios de producción del etanol y el biodiesel obtenidos a partir de diferentes tipos de cultivo para el año 2007.

Cabe destacar también que de este coste se ha descontado el valor de los subproductos que se derivan de la elaboración de biocombustibles. Normalmente son residuos vegetales que se queman para obtener energía calorífica o se destinan a la alimentación animal directamente o pasan a formar parte de piensos.

De todos los biocombustibles disponibles es el etanol de Brasil producido a partir de caña de azúcar el que presenta los costes totales más bajos. La alta mecanización de los cultivos, la constante inversión en infraestructuras e investigación, y las plantas industriales que incineran los residuos para obtener la energía necesaria por el propio proceso productivo, son las principales causas.

Además, la industria vende el excedente de energía generada con los residuos como electricidad a la red nacional. Este proceso altamente eficiente se suma a las investigaciones agrícolas que en la década de los 80 introdujeron variedades de cultivo de caña de azúcar adaptadas a diferentes condiciones de suelo y clima, con mejores rendimientos, ciclos de producción más cortos y tolerancia a la escasez de agua.

El biodiesel de soja brasileño y el etanol producido con remolacha azucarera en la UE son los que tienen los costos de producción más bajos. Al otro lado, el etanol de maíz de los Estados Unidos y el etanol y el biodiesel europeos derivados del trigo y la colza respectivamente son los que tienen un coste más elevado.

El etanol de remolacha azucarera europeo tiene un coste prácticamente igual y por el resto de biocombustibles el precio por litro de gasolina o gasóleo según el caso, es muy inferior. Es evidente, por tanto, que con las tecnologías de conversión actuales, la industria en su conjunto no es viable en términos económicos y no es capaz de desplazar el petróleo. Sin embargo, las distorsiones del mercado, en concreto las referente a las regulaciones y a las subvenciones estatales, son las responsables de que la teoría económica no se cumpla y los datos de producción sigan una tendencia creciente.

Cabe destacar también que desde el año 2002 el precio del petróleo se ha elevado ininterrumpidamente y este hecho ha contribuido a la expansión de la industria. La creciente demanda de los países emergentes y la baja elasticidad de la oferta hacía prever que el precio del crudo se elevaría sin límites durante mucho tiempo. Además el nivel de motorización de vehículos en la India y en China aún continúa hoy en día muy alejado del nivel alcanzado por los países desarrollados y se espera que ambas regiones sean responsables del 45% del aumento de la demanda energética hasta el 203.018. Un contexto sin duda prometedor para el sector bioenergético. Sin embargo, la actual crisis económica mundial ha hecho disminuir la demanda de petróleo, que a diciembre de 2008 registró el primer retroceso desde el año 1983.

El barrila Brent de referencia en Europa pasó de cotizar a máximos de 146 dólares en julio de 2008 a hacerlo en torno a los 46 dólares cinco meses después. Lo mismo ha sucedido con el petróleo Texas de referencia en Estados Unidos que cerró el año en torno a los 44 dólares.

El análisis realizado hasta el momento se ha centrado en el petróleo pero hay que referirse también al precio los productos agrícolas como parte importante del coste. Los cereales, las semillas oleaginosas y el azúcar han incrementado su precio entre enero y abril de 2007 y el mismo periodo de 2008 un 83, 94 y 23% respectivamente, impidiendo rebajar el coste de producción de los biocombustibles.

El constante crecimiento del sector de los biocombustibles demandará pero más productos agrícolas con los que saldrá arriba los precios de éstos a los mercados internacionales. Las perspectivas, en resumen, no son favorables para la industria. La disminución del precio de las materias primas no se espera que sea suficiente para abaratar el coste en una proporción suficiente que haga a los biocombustibles competitivos a la reciente bajada del precio del petróleo.

Sólo el apoyo estatal, tal y como ha ocurrido históricamente, puede ayudar a soportar los cambios periódicos en el precio del petróleo y las materias agrícolas que afectan al conjunto del sector. No podemos concluir el análisis sin considerar que cada tipo de biocombustible compite con el resto, aparte de los costes productivos, según la capacidad energética de cada uno de ellos. Esta capacidad  depende de la productividad de la materia prima, las prácticas agrícolas y las tecnologías de conversión disponibles.

Con estos parámetros, el Instituto de Vigilancia Mundial ha calculado la contribución de los biocombustibles en el suministro de energía dependiendo del propio contenido energético del combustible y de la energía fósil empleada para obtenerlo. Cabe recordar que durante las fases de cultivo y transporte la producción de biocombustibles líquidos requiere el uso del petróleo. Los resultados del estudio concluyen que el etanol derivado de la caña de azúcar es lo que presenta mejores resultados ya que contiene hasta 8 veces más energía de la que se necesita para producirlo. El sorgo dulce y el maíz se sitúan al otro lado y generan poco más energía de la que consumen. El etanol producido con remolacha o con trigo presenta un balance positivo que multiplica entre 1,5 y 4 veces la energía que se dedica.[3]

En cuanto al biodiesel, es el derivado de aceite de palma el que tiene un mejor rendimiento con ganancias de hasta 9 veces la energía consumida ya que las semillas de estos cultivos no deben ser trituradas ahorrando una de las fase de conversión. La soja y la colza presentan ganancias menores que oscilan con un proporción de entre 1,5 y 3,5 veces.

Por tanto, es de nuevo el etanol derivado del azúcar y producido sobre todo en Brasil lo que tiene, también en este aspecto, una competitividad superior al del resto. En el mismo sentido, destacar que el biodiesel de aceite de palma, producido sobre todo en Malasia y Europa, presenta el mejor rendimiento en cuanto a este tipo de biocombustible.

Autor: Sampiere