Todas las obras del escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo nos circunscriben en el plano de la completa humanidad. En su trabajo se repiten los personajes, paisajes y sentimientos para desarrollar un mundo de carácter ontológico y cosmogónico. Se ve reflejado el proceso de degradación de lo sagrado a lo profano, a lo criminal y a lo inhumano. Es una especie de cosmogonía humana que marca la línea descendente del ser humano, de una vida digna y elevada con grandes sueños y aspiraciones hasta una existencia errante y sin sentido alguno.
Esta primera aproximación a lo humano sublime, divino, espiritual se ve reflejado en la primera obra que considero pertenece al inicio del universo en Manuel Mejía Vallejo: “Los abuelos de cara blanca”, aquí los dioses son los creadores de todo lo existente y hacen con el humano lo que cabe en sus sueños. Es una recopilación de todo el universo indígena americano, y es en este universo en el que se constituye toda su novelística. Poco a poco este mundo de dioses y de creación se va degradando por el fanatismo religioso, político y empieza a haber un desmoronamiento del espíritu primigenio con el que se formó la humanidad.
Esta línea descendente del ser humano lo recrea Mejía Vallejo a través del proceso de colonización, “de lo rural hacia lo urbano”, lo retoma en sus relatos que están claramente marcados por una visión nostálgica y a la vez reconstructiva en donde sus personajes están llenos de sentimientos como el miedo al olvido, las pérdidas emocionales, el amor hacia la familia, el respeto y al mismo tiempo odio a la religión y a las maldiciones.
Con los anteriores matices es que aparece el relato más conocido del escritor “La casa de las dos palmas” y otro, menos conocido pero no menos interesante “La tierra éramos nosotros” aquí se realiza un proceso de retrospección en el preso de colonización, en donde los primeros fundadores son los hombres que rinden tributo a sus ancestros y lo ven reflejado en su medio, ellos piensan que el verdadero hombre de campo es la fusión entre él y la tierra. Aquí los valores son importantes, la unión familiar así sea para revelarse contra convencionalismos sociales. Estos relatos se destacan como la realidad de una serie de vidas de seres humanos campesinos que, ya sea por lazos de consanguinidad o por amistad, en un momento se entrelazan dando cabida aun sin número de sentimientos encontrados.
Después de la época de colonización y de abundancia campesina viene una depresión en donde el ser humano que anteriormente vivó esto solo le quedan los recuerdos. En este punto, se destacan novelas como “Tarde de verano” y “Los invocados” En “Tarde de verano” la soledad y los recuerdos de la época pasada se aferran a un presente sin causa. Todo se acaba, todo va quedando en cada uno como una acumulación de lo que el ser va haciendo y cada cual se aferra a esa ilusión del pasado, porque cada uno es la suma de todo lo que se lleva dentro. En “Los invocados” se percibe la vida como significado de muerte y la soledad como un comienzo de la muerte. Aquí todos están solos, el ser humano se presenta como un ente lleno de cruces bajo las que yace lo que antes fueron. El recuerdo es una condena en donde los que recuerdan se pierden en ellos mismos tratando de recuperar lo que ya pasó.
. En estas obras ser humano se descubre como un ente que en algún tiempo fue hijo protegido de la tierra y que, incapaz de seguir a lo largo de la vida en contacto con sus raíces, se siente extraviado de sí mismo, entonces emprende un viaje a través de sus recuerdos que lo conduce al deseo de un retorno hacia lo que él y su saga familiar fueron en algún momento y en donde los recuerdos están mitificados. El ser humano que representa Mejía Vallejo se vale de relatos religiosos, de mitos de origen, de la memoria o de la ficción para volver a su inicio; aquí vivir significa estar triste, solo, y padecer la modorra de la lentitud de los días en blanco y en vísperas de morir sin trascendencia. Este proceso transcurre en medio de una nostalgia infinita en donde no hay futuro, solo hay un presente manchado de pasado, en donde nada de lo que se pueda hacer en la actualidad es válido, solo cuenta lo que ya sucedió. Es como si solamente en la materia de los recuerdos el hombre buscara su razón de ser como hombre y como pueblo. Es este el limbo en donde sus personajes se pierden. En algunos casos se olvidan de vivir el presente por estar ligados al pasado. Aquí los personajes son presa de los álbumes familiares y de todos los elementos físicos que los pudieran conectar con el pasado. En otros relatos, los que corresponden hacia el final de su obra, se centran solo en el presente, el pasado no existe porque no hay recuerdos, no hay vínculos familiares que los liguen, el futuro no importa porque no hay la esperanza acerca del más allá.
Escritor: Tania Violeta Fajardo Peña