APUNTES SOBRE LA INFLUENCIA DEL ICAIC EN EL CINE CUBANO.

La importancia del cine cubano dentro del sector cinematográfico actual es innegable. Con su capacidad narrativa y su estilo desnudo y casi documental, el cine cubano ha influenciado a multitud de cineastas y ha demostrado tener una personalidad propia. La creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) ha sido siempre considerada como una de las principales razones del desarrollo de esta tradición cinematográfica y durante los siguientes párrafos trataremos de explicar como esos primeros años del ICAIC marcaron el desarrollo posterior del cine cubano.

La caída del gobierno de Fulgencio Batista el 1 de Enero de 1959 no supuso únicamente un cambio político; un nuevo paradigma sociocultural inundó la isla y los líderes de la guerrilla tardaron poco en percibir la supremacía artística y educacional del medio fílmico para difundir estas nuevas ideas. El cine fue considerado desde el inicio de la Revolución como una de las formas de expresión artística más importantes para el nuevo régimen cubano El cine cubano anterior a la revolución era muy diferente. Cuba ofrecía un mercado potente para las superproducciones estadounidenses; una isla con una población de siete millones de personas en la que al menos un millón y medio acudían al cine semanalmente, pero en donde la producción propia era muy escasa. Los 8000 trabajadores de la industria del cine se empleaban básicamente en la creación de pequeños anuncios, noticiarios, pornografía o películas técnicas .

Desde los años 30 hasta 1959, el papel de Cuba en el mundo del cine era básicamente ofrecer localizaciones exóticas, mujeres sensuales y un toque tropical para una industria que estaba dominada por las productoras norteamericanas y mejicanas, que rodaban coproducciones usando estrellas y directores norteamericanos como Errol Flynn o Victor Mature.

Pero la historia del cine cubano cambiará radicalmente a partir del 24 de Marzo de 1959 con la aprobación del decreto de la fundación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). La ley para la creación del ICAIC enunciaba como razones primordiales para la creación del Instituto “que el cine constituye, debido a sus características, un instrumento de opinión que da forma a una consciencia individual y colectiva y que puede contribuir a profundizar y purificar el espíritu revolucionario y sostener su impulso creativo”.

Este fue el primer acto cultural del gobierno revolucionario, apenas tres meses después de la caída de Batista. El cine cubano, mediante la firma de esta ley, fue nacionalizado y subvencionado por el Estado con la creación del ICAIC. Toda la producción cinematográfica fue dirigida por un cuerpo central administrativo, dividido en departamentos de estudio, procesos técnicos, finanzas y programación que controlaría la producción y la distribución en el mercado interno y en el externo. El ICAIC también fue concebido desde un principio como una escuela para nuevos profesionales y un centro para el desarrollo de una teoría del cine acorde con los principios de la Revolución. Es decir, el objetivo del ICAIC era desarrollar la industria cinematográfica para secundar la Revolución.

La mayoría de los profesionales implicados en la creación del ICAIC fueron aquellos que durante los años cincuenta se habían integrado en diferentes sociedades cinematográficas, en particular los grupos Nuestro Tiempo y Visión, que formaban parte del movimiento opositor al gobierno de Batista. El momento fundacional de este cine será la creación del documental de denuncia El Mégano (1955), dirigido por Julio García Espinosa, un joven cineasta recién retornado a Cuba tras dos años estudiando en el Centro Sperimentale de Roma. El documental es básico en la historia del cine cubano, no solo porque será el principal antecedente de cine revolucionario, sino porque todos aquellos que colaboraron en la creación de El Mégano se convirtieron en figuras principales del ICAIC. El guionista Alfredo Guevara, amigo personal de Fidel Castro, se pondrá al frente de la institución desde donde se esforzará por ennoblecer el cine cubano; el asistente de producción Jorge Fraga también fue director de la institución, y al igual que muchos otros como Jorge Haydu o Tomás Gutiérrez Alea que se convertirán en las primeras figuras del cine cubano.

El cine de la Cuba revolucionaria debía tener una misión muy clara. Fidel Castro se refirió a este objetivo durante la clausura de la I Conferencia de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC) donde habló de la tarea que tienen los artistas y los escritores: educar y cultivar a las nuevas generaciones en la Revolución. La creación del ICAIC era la creación de una plataforma para crear una producción cinematográfica de orden rupturista y revolucionario, donde la actividad creativa debía estar basada en la confrontación con la realidad material. La descripción fiel de esta realidad a través de la cámara de una manera honesta era la mejor manera de hacer cine.

Esta fue la principal razón para promover la producción de documentales por encima del cine de ficción durante los primeros años del ICAIC y que tuvo mucha influencia en el cine que se desarrollará en Cuba durante las décadas siguientes. El impulso de documentar la victoria rebelde y la respuesta popular a las transformaciones políticas que estaban ocurriendo en los primeros momentos de la Revolución tuvieron un impacto enorme en los jóvenes cineastas y estudiantes cubanos, que hasta ese momento habían concebido el cine como un vehículo para su expresión personal. Tras esa experiencia, la conciencia y sensibilidad social que estos cineastas habían adquirido será responsable de la intensa dialéctica entre circunstancias históricas y respuestas individuales que caracteriza al cine cubano.

La creación del ICAIC supuso un hito en el desarrollo del cine cubano tanto por los profesionales que salieron de sus aulas como por las temáticas desarrolladas y la especial sensibilidad que imbuyó en estos profesionales. Obras como Now (1965), Memorias del subdesarrollo (1968) o más recientemente Fresa y Chocolate (1993) y Viva Cuba (2005) son grandes ejemplos de esta tradición cinematográfica que nació con en 1959 y sigue vigente hoy en día.

Escritor: Jorge Falcones.