Arte desilustrado

 El arte, en todas sus diferentes formas, siempre ha cumplido una función de dar luz a la vida, una necesidad para los individuos y para el conjunto de la sociedad. Una función que ha podido darse con diferentes objetivos a lo largo de la historia pero que siempre ha surgido en base a las carencias que nos ofrece el mundo que nos rodea o a los límites humanos del momento histórico. Una función que nos permite alcanzar o responder a aquello que no seriamos capaces de conseguir por nosotros mismos o con ayuda de otros medios. Es decir, algo así como suplir aquellos vacíos para los que no tenemos respuesta o aquello que vemos de manera muy turbia.

Por lo tanto, veo al artista como un chamán dentro de la sociedad que nos revela lo que está oculto a simple vista. Entiendo el arte como acuerdo entre el receptor y el emisor. El receptor decide creer y entrar en el mundo que le presentan, jugar a un juego. Como una especie de religión en la que decides creer, tener fe. A lo largo de su historia, el arte ha tenido que ir adaptándose a los cambios y necesidades de la sociedad, así como a las novedades técnicas que han ido apareciendo a partir del siglo XIX. Junto a estos hechos, el arte ha visto como el capitalismo ganaba la lucha y como hoy en día todo ha acabado salpicado por las leyes del mercado, incluido él. Una idea que ya apuntaba Karl Marx cuando decía que las ideas no son el motor de la vida sino las condiciones económicas y, aunque no sea en primera instancia, la cultura está condicionada por la economía.

Hoy en día, la panideología capitalista es la única fuente inspiradora y ha mercantilizado prácticamente toda parcela de la vida humana. Como toda la cultura, el arte está bajo el poder de la industria y esta ha cambiado la creación, la distribución y la recepción. Los autores de Frankfurt no acabaron de saber ver este hecho ya que sólo tuvieron en consideración la cultura de masas como parte de sus más feroces críticas. Eso sí, afirmaban con gran acierto que “la autonomía de las obras de arte ciertamente no ha existido casi jamás de forma pura”. Debido a la praxis de cada una de las figuras de la industria por conseguir beneficio económico, empezando por el autor que vive de ello, “los productos del espíritu en el estilo de la industria cultural ya no son también mercancías sino que lo son integralmente y están contaminadas”. (Theodor Adorno).

En otras palabras podríamos decir que la “reproducción técnica industrial conquista distintos procedimientos artísticos”, “la fórmula reemplaza a la forma”, y esto acaba industrializando el espíritu del creador haciendo de su obra una simple producción condicionada por una serie de reglas de juego. (Walter Benjamin, Theodor Adorno) Todos los actores que intervienen en la creación de una obra forman parte de esta industrialización, dentro de una especie de aparato burocrático organizado que filtra la idea creadora directa o indirectamente.

El autor ya trabaja a sabiendas de este aparato complejo y se condiciona por ello en el momento de producir porque sabe que su obra primigenia no acabará siendo la misma y, por lo tanto, el proceso de creación ve rota su unidad estética en forma de división industrial. Dicho esto, veo símiles entre esta producción de la industria cultural y la creación de arte. O eso, o es que quizás parte del arte ya no es tanto arte, o nos lo han deshumanizado como bien argumentaba José Ortega y Gasset en su libro, La deshumanización del arte Aunque su idea de deshumanización iba más ligada a la tipología de arte que practican los artistas contemporáneos que, según Ortega y Gasset, practican una arte de artistas y para artistas. No obstante, creo que aunque en primera instancia el capitalismo y su sistema de producción no llegase al mundo del arte, lo ha acabado haciendo tiempo después de que estos autores escribieran y se refirieran a la cultura de masas. Creo que todo lo que dicen sobre la industria cultural es hoy en día prácticamente aplicable al mundo del arte, que ha adoptado muchas de las lógicas capitalistas-neoliberales, aunque salvando ciertas distancias.

Si tal y como dicen Adorno y Horkheimer, la producción cultural se efectúa dentro de un  aparato burocrático y esta organización filtra la idea creadora, la hace rendir examen, no veo diferencia con el actual mundo del arte. En palabras de Juan Antonio Ramírez, los valores artísticos (y por ello el arte) son el resultado de otro proceso de fabricación. Un proceso de fabricación que, si queréis conocer más a fondo, podéis hacerlo con el libro de Ramírez, Ecosistema y explosión de las artes, con una muy acertada e ingeniosa ilustración.

Escritor: Gabriel Rodríguez