Bajo el manto del matrimonio: Un movimiento popular que cruza las piernas

El matrimonio ha sido considerado como una institución de índole cultural, económica y social a lo largo de la historia, con ciertos roles predeterminados para cada uno de los conyugues. De igual manera, como institución también ha involucrado instancias más amplias, como el Estado, la Iglesia o la Sociedad que le han imprimido una importancia política. Es por eso que cuando un grupo de mujeres decide realizar una “huelga de sexo”, todos los espacios políticos, tanto públicos como privados, empiezan a emerger.

Las mujeres han encontrado en esta huelga no sólo un mecanismo de lucha viable para presentar demandas específicas ante instituciones concretas; sino que además, han logrado con ello involucrar a sus cónyuges en un compromiso que sobrepasa los votos matrimoniales. Lo paradigmático, es que este tipo de movimientos han logrado efectividad en los resultados y en poco tiempo.

Lo anterior evidencia lo que podría llamarse el poder del movimiento popular; es decir, cuando los ciudadanos “comunes y corrientes” unen esfuerzos para enfrentarse a sus antagonistas sociales. Tarrow (1997), define esa situación como oportunidad política, la cual permite a los actores involucrados exigir soluciones sin intermediarios políticos y con el objetivo de remediar su situación por sus propios medios.

Es entonces cuando la acción colectiva contenciosa es construida por fuera del ámbito institucional y constituye una amenaza para terceros. No obstante, para que dicha amenaza sea sostenida en el tiempo, es indispensable que el objetivo o interés particular se traduzca en uno general. Cuando esto sucede, la sociedad reconoce los intereses que están en conflicto y tanto la acción colectiva como sus motivos, adquieren legitimidad.

Es necesario añadir aquí dos aspectos importantes sobre los movimientos populares. El primero, los movimientos populares pueden muy bien insertarse dentro de la concepción de Movimiento Social, pero como otro tipo de comunidad imaginada que articula actores sociales heterogéneos y clases populares diferentes. Tal diversidad puede generar desavenencias, tanto dentro como fuera del movimiento social, que podrían afectar su desenvolvimiento y duración (Múnera, 1998).

El segundo, los motivos gradualmente han combinado el respeto a los Derechos Humanos, la demanda por obras de infraestructura, la participación política y la solidaridad con los actores del conflicto (Archila, 1995). Por ello, los movimientos populares pueden poner a prueba tradiciones arraigadas en los lugares de conflicto social, cambiar formas de identificación en el tiempo dependiendo del contexto y atribuir mayor o menor importancia al movimiento de acuerdo al grado de participación de los actores. Unos cortos ejemplos evidenciarán la efectividad de las afirmaciones anteriores.

En Filipinas desde los años setenta, dos aldeas tradicionales mantuvieron una confrontación civil violenta con consecuencias graves para la población. Las mujeres, al verse privadas de medios de subsistencia, decidieron en el 2008 entrar en una huelga de sexo hasta que sus maridos terminaran la guerra. El 9 de septiembre del 2008, en la pequeña población de Kirca (Provincia de Mersis, Turquía) las mujeres se negaron a tener relaciones sexuales con sus maridos hasta solucionar un problema de abastecimiento de agua de la región.

Enfrentándose a sus maridos, lograron elevar sus quejas y reclamos hasta las cúpulas gubernamentales y religiosas, cuya respuesta fue la construcción de una fuente de agua, en aras de evitar más crisis sociales y matrimoniales (Citado en www.elsiglodetorreon.com.mx).
Los casos ilustran los excelentes resultados y el buen uso de la oportunidad política, porque el reconocimiento de los intereses, pese al tiempo, se mantuvo y fue motivo más de unión que de lucha. Archila (1995), acierta entonces al afirmar que los movimientos se construyen históricamente y que pueden cambiar sus formas de identificación; tanto así, que los medios, fines y recursos pueden ser definidos y redefinidos constantemente.

Este tipo protestas sociales también se han realizado en Colombia desde los años 70, y han contribuido a la permanencia de acciones colectivas, la coordinación entre diferentes actores y la búsqueda del control u orientación de espacios sociales. Igualmente, han intentado crear identidades, reivindicar la autonomía política, reafirmar la ciudadanía, participar en la gestión de recursos colectivos y ejercer la democracia de manera directa (Múnera, 1998).

Un ejemplo sería la huelga protagonizada por las mujeres de los pandilleros de la ciudad de Pereira, en septiembre del 2006, cuyo objetivo era reducir los índices de criminalidad y obligar a sus esposos a no delinquir. Se optó por este mecanismo como paliativo contra la viudez (Citado en www.20minutos.es/, 2006 y www.terranoticias.terra.es/ 2006). Después de diez días, 40 pandillas de Pereira y Dosquebradas iniciaron diálogos de paz. Otro ejemplo se encuentra en las mujeres de Barbacoas (Nariño) en junio de 2011, las cuales se encadenaron para presionar la terminación de la pavimentación de 57 km del tramo Junín-Barbacoas, porque tal demora había producido el aislamiento económico de la región, algo parecido a lo sucedido en Filipinas. La huelga terminó 110 días después sin confrontación civil ni problemas en el matrimonio (Citado en www.portafolio.co/, 2011).

Apréciese que estas huelgas de sexo están circunscritas a regiones pobres y alejadas, con alto grado de violencia y abandono por parte del Estado y con actores vulnerables pero conscientes de solucionar sus dificultades. Lo contencioso de la acción colectiva está inmerso tanto en lo pacífico de la estrategia como en el uso de mecanismos de negociación que el Estado o los opositores se han negado –u olvidado- de utilizar.

Son igualmente movimientos escasos de recursos y de aliados que obligan a las mujeres a enfrentarse a autoridades mayores y donde la participación individual y la recaudación de recursos materiales presionan para sobrepasar los ámbitos locales y regionales. Finalmente, y el punto a resaltar, es el tipo de negociación directa que se establece, que si bien puede dar mayor peso a la informalidad de lo político encuentra validez en planos de reconocimiento y legitimidad de esos mismos actores con respecto a lo específico de las demandas. Se parte entonces de un poco de sustento social comunitario para llegar a un plus político nacional.

Bibliografía
Libros:
Archila, M. (1995). Idas y venidas, vueltas y revueltas: protestas sociales en Colombia, 1958-1990. Bogotá: ICANH, CINEP.
Múnera, L. (1998). Rupturas y continuidades: poder y movimiento popular en Colombia, 1968-1988. Bogotá: CEREC-IEPRI.
Tarrow, S. (1997). El poder en movimiento: los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madird: Alianza Ed.
Artículos:
Camacho, Á. (1990). Informalidad Política: movimientos Sociales y Violencia. En Nueva Sociedad. Bogotá: (106), 36-49.
Pardo, C. (10.10.2011) www.portafolio.co/ Mujeres levantan huelga de abstinencia sexual en Nariño.
s.n. en www.elsiglodetorreon.com.mx (EFE: 10/09/2008) Mujeres en “huelga” de sexo por falta de agua.
s.n. www.20minutos.es/ (EFE. 12.09.2006) Las mujeres de pandilleros en Colombia harán “huelga sexual” para parar la violencia.
s.n. www.terranoticias.terra.es/ (EFE. 22.09.2006) Mujeres de pandilleros concluyen “huelga de piernas cruzadas”.
s.n. www.pijamasurf.com. (19.09.2011). Mujeres filipinas recurren a huelga de sexo y logran la paz entre dos aldeas.
s.n. www.eje21.com.co (RAM: 25.06.2011). Huelga de “piernas cruzadas” en Nariño para llamar la atención del Gobierno.

Escrito: Alexandra Gómez Peñuela