LA INCORPORACIÓN DE TECNOLOGÍA EN LA EDUCACIÓN

Desde sus inicios hemos observado una importante evolución en la forma en que se imparte conocimiento a todo nivel. Partiendo de una doctrina autoritaria e inflexible, pasando por un modelo más participativo hasta llegar a modelos en los cuales el educando es autónomo y se implementan los recursos tecnológicos disponibles en estos tiempos.

Antes de adentrarnos a examinar las herramientas a disposición de la enseñanza, sus implicaciones en el proceso educativo y resultados del mismo, es importante enfocarnos en el concepto mismo de la educación. Se plantea en muchas tesis, un enfoque más bien simplista al considerarla en esencia una transmisión de conocimiento, omitiendo una función subyacente pero no menos trascendental de formación de seres humanos, la cual va a repercutir en el núcleo familiar del individuo y por ende en la sociedad.

De esto se desprende la responsabilidad moral del educador de procurar ser un modelo conductual digno de ser un punto de referencia para sus estudiantes, quienes al presentar una disposición a adquirir conocimiento, implícitamente replican en alguna medida sus valores, comportamiento y hasta ideología.

La disponibilidad en masa de recursos tecnológicos permite hoy en día, incorporar una serie de herramientas y dispositivos a la pedagogía, cuyo fin primordial debe ser el de enriquecerla, facilitarla y complementarla. Un aspecto fundamental a tener en cuenta es no perder de vista los objetivos planteados para no terminar en la industria del entretenimiento en lugar de la educación.

Una cátedra se verá enriquecida con animaciones, interactividad, audio y video, siempre y cuando se establezca un mecanismo claro y eficaz de control y medición de la atención del estudiante, en un ambiente controlado y que permita la respectiva evaluación de contenidos enseñados y retroalimentación. Otro aspecto a considerarse es el hecho de que los medios a través de los cuales se obtienen las herramientas citadas, permiten el acceso a otros contenidos tales como juegos, redes sociales, programas, noticias, etc.

La manera tradicional de auditar los alumnos es desplazarse por toda el aula para asegurarse que todos se encuentren siguiendo instrucciones. Sin embargo, combinar esta tarea policiva con la exposición del currículo destinado para una cátedra, sumado a la aclaración de inquietudes a estudiantes particulares, lo convierte en una labor maratónica y dispendiosa, sino imposible. Existen programas que facultan al instructor para monitorear la actividad de sus educandos, la información que se transmite a los computadores en un salón y permite filtrar y/o bloquear aplicaciones y el acceso a Internet. Dichos programas se pueden adquirir a precios razonables e incluso sin ningún costo.

Hasta ahora nos hemos referido a ambientes de alguna manera así sea a nivel físico controlables, como lo son las aulas de clase presenciales en instituciones educativas. La situación sin embargo, se torna más compleja cuando hacemos alusión a entornos en línea, en los cuales se dificulta más la inspección de los dispositivos utilizados y de la identidad del usuario frente a los mismos.

Se puede registrar el IP o número de identificación del dispositivo en la red y el tiempo que se encuentra una persona en la plataforma destinada para una evaluación o clase, utilizando una cámara web para verificar la identidad del usuario. Estos métodos son efectivos en alguna medida pero no son aplicables a gran escala y pueden ser burlados. No obstante la existencia de sistemas más sofisticados para estos fines, sus costos y activación no permiten contar con ellos masivamente en el corto plazo.

El uso de los últimos instrumentos tecnológicos al alcance de cada vez más individuos e instituciones, marca una tendencia irreversible y es solamente cuestión de tiempo antes que se convierta en posiblemente la única alternativa de formación en oferta. Por lo tanto, es imperativo un análisis concienzudo y sobretodo la preparación para los cambios que se encuentran en proceso y los que están por venir.

Cabe resaltar que si bien las formas de interacción entre profesor y alumno se han transformado, únicamente en la medida en que éstas sean efectivas, pueden reemplazar total o parcialmente el rol directo de facilitador del docente, sin afectar la calidad de la educación impartida.

Lo que sí es imprescindible a fin de mantener estándares aceptables de credibilidad, es la supervisión constante de los dispositivos utilizados y de las condiciones en que se realicen pruebas evaluativas, para evitar suplantaciones y prácticas fraudulentas inherentes a la condición humana.

Finalmente, habría que preguntarse hasta qué punto todos los avances, a pesar de permitir facilidades a las personas para su capacitación, en la adquisición de bienes y servicios y en la comunicación, están deshumanizando la interacción social hasta el punto de llegar a tomar un café virtual con un amigo.

Escritor: Ignacio Mosquera