CIUDADANÍA, DEMOCRACIA Y ESPACIO EDUCATIVO

Ciudadanía y democracia forman un binomio indisoluble; no se puede entender el uno sin el otro, de la misma forma que no podría existir ninguno por separado. Por tantopodemos afirmar que la democracia necesita una escuela donde se otorgue a la comunidad la responsabilidad de transformar la realidad social. Si entendemos que el primer cometido de la educación es formar ciudadanos, no construiremos escuelas para sacar buenas notas, ni para aprobar exámenes o pasar de curso, ni tampoco para que niños y niñas engullan sin más kits de conocimientos estandarizados.

Si el espacio educativo es el vivero de la democracia entenderemos, como sostenía Graça Machel en su histórico informe, que las instituciones educativas actúen como blanco para grupos armados que buscan desestabilizar el poder o como arma arrojadiza entre grupos opositores. Atacar al espacio educativo es algo más que bombardear un edificio de manera fortuita; es tener muy claro que se está atacando a una de las instituciones sociales más fundamentales para la comunidad. Por grande o por pequeña que sea la localidad siempre hay un colegio, un instituto, un centro de formación, una guardería… que va a representar uno de los espacios de encuentro y diálogo (Machel, 1996).

En ocasiones la garantía del derecho a la educación se ha visto vulnerado por amenazas de diferente índole. Especialmente en países que parten de una condición de vulnerabilidad que les impide desarrollar las potencialidades necesarias para paliar daños. Cuando esto ocurre uno de los primeros síntomas es que la escolaridad de los niños y niñas tiende a interrumpirse y desgraciadamente en ocasiones de forma indefinida afectando a uno de los medios tradicionales de socialización. Según los datos del último informe de Seguimiento de la EPT (Educación para todos) publicado por la UNESCO, 28 millones de niños/as se encuentran sin escolarizar en los 35 llamados estados frágiles afectados por conflictos. Estos países concentran el 42% de la población mundial en edad de cursar enseñanza primaria sin escolarizar.

Las amenazas y los ataques a los centros educativos son maniobras orientadas a corromper la democracia en favor del control social de la población civil por parte de los grupos armados. Cuando a través de la literatura consultada se ha repetido la idea de que la educación ha sido la gran olvidada dentro de las operaciones humanitarias en desastres o emergencias y que en consecuencia millones de niños no han disfrutado del derecho a la educación también se está afirmando que no se ha protegido la oportunidad de formar ciudadanos de pleno derecho capaces de convivir pacíficamente y de construirse un futuro. Dicho de otra forma: no se ha protegido a la democracia.

Desde una perspectiva histórica los sistemas educativos estatales son una contribución reciente. No es hasta el pleno desarrollo del sistema capitalista en el siglo XIX cuando se comienza a extender el derecho a la educación básica obligatoria; al igual que ocurre con el resto de pilares que vertebran el sistema del bienestar no se consolida hasta después de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de encontrar diferencias entre los países, el ratio de edad para la escolaridad obligatoria ronda entre los 6 y los 16 años. A partir de los 16 años se considera que un niño o niña ha adquirido las habilidades necesarias para integrarse en el sistema económico.

Desde una teórica marxista (Bowles y Gintis), la escuela tradicionalmente ha asumido la función de formar a los futuros trabajadores. Ésta mantiene una estructura de jerarquía vertical similar al modelo de producción actual; por ejemplo al imponer una relación de mando entre el profesor y el estudiante o cuando se evita la participación del estudiante a la hora de diseñar el currículum educativo.

La escuela debe garantizar las cualidades que la economía del futuro va a demandar. Siguiendo a uno de los teóricos de las formas de trabajo en la cultura capitalista, Richar Sennet, se contemplan tres cualidades principalmente en el trabajador del futuro: reinvención, producción flexible y autonomía. Desde aquí, añadiremos el trabajo en equipo. De forma paralela la  institución educativa debe contribuir al beneficio de la democracia formando ciudadanos que sepan convivir en paz, incómodos y en permanente  estado de aprender. Por recordar la idea de ciudadanía de Marshall con sus dimensiones civil, política y social, “aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad”. Si estas destrezas se tradujeran en la escuela se estarían sentando las bases para escapar de la pobreza o para evitar caer en ella, aun reconociendo que la culpa de todos los males no la tiene la educación.

Escritor: Blanca Gutiérrez Hernández