COMUNICACIÓN NO VERBAL: IMPLICANCIAS PARA EL EJERCICIO DOCENTE

Al dimensionar la repercusión de la comunicación no verbal, que transmite un profesor(a) -que lidera una clase- en conocimiento de cómo influye esta, en el deseo del estudiante por aprender; constatamos la trascendencia de esta temática y su necesaria consideración, por parte de todo educador(a), en lo que respecta al crucial proceso de enseñanza-aprendizaje. Planteamiento que no es antojadizo, porque en este sentido distintos análisis de autores –según citan– Muñoz, González y Lucero (2009) han demostrado lo sustancial de “las claves contextuales no verbales, específicamente de gestos, en el aprendizaje, comprensión, pensamiento y almacenamiento de la información”, que asimila un estudiante.

Ahora, es relevante antes precisar, que la comunicación no verbal, comprende la kinesia (estudio del significado comunicativo de los: movimientos, postura corporal, gestos, mirada, sonrisa y expresión facial), paralingüística (estudio de las variaciones lingüísticas que acompañan al lenguaje oral: tono de voz, volumen, velocidad, pausas, énfasis y ritmo) y proxémica (estudio de la distancia medible entre personas, al interactuar entre sí). Por cierto, cabe resaltar en este punto, que si bien al comunicarnos; los mensajes verbales son reforzados por las expresiones precedentemente definidas, investigaciones europeas ilustran el gran impacto, de esta comunicación no verbal, sobre todo en la primera imagen que causamos en otros, al conocernos. Es así como en todo acto comunicativo, el lenguaje corporal, representa un 55%, en comparación al 38% del tono de voz y el 7% del lenguaje oral, propiamente tal.

Datos que nos permiten dilucidar, cuán decisiva resulta la comunicación no verbal, para un docente, en la didáctica de su ejercicio académico y por tanto, que siempre debiese estar alerta a los mensajes corporales que trasmite, como también a las señales no verbales que manifiesta y recibe de su grupo-curso; durante la misma dinámica educativa en el aula. Y, en este contexto, los estudios de Arancibia (1987-1994) ratifican lo antes explicado, al plantear que los educadores(as) calificados como buenos socializadores o efectivos; tendrían alumnos con un alto rendimiento escolar, en razón que logran captar las claves no verbales de sus estudiantes, conjuntamente con las orales.

De ahí, la importancia de puntualizar algunas de las conclusiones más acreditadas por los expertos, en esta materia; las que optimizarían el acto comunicativo en toda su dimensión y, por ende, la dinámica pedagógica de todo profesor(a), en cuestión. Ya que, en definitiva “un profesional puede conocer con sapiencia una temática y resultar, de todos modos, un deplorable comunicador” pues, el solo dominio de sus contenidos; no le garantiza el saber comunicarlos con eficacia…
Ahora, en síntesis es imperioso tener presente las siguientes consideraciones:

1) Toda persona mediante los movimientos de su cuerpo o ausencia de los mismos, comunica y asimismo, evidencia indicadores de carácter y emociones. Los que sumados al lenguaje oral y tono de voz, son desciframos como parte de un mensaje total. Por consiguiente, convendría al docente integrar en su actuar gestos de: rostro, cabeza, hombros, brazos y/o manos, de modo de realzar su comunicación oral; evidenciando a su vez, estados de ánimo que la palabra no puede reflejar.

2) En relación con lo anterior, es significativo estimar, que nos fijamos más en un orador(a) que se desplaza de punto a otro, que en el que se mantiene estático en el mismo lugar. También preferimos aquel que no realiza los gestos apropiados al que no efectúa ninguno. Ahora, en consideración de lo afirmado, el educador(a) debería ponderar mantener un comportamiento corporal que fuese variado y ajustado a contexto, según el escenario educativo a enfrentar.

3) Por otra parte, los gestos diversos agradan más al auditorio y es necesario espaciarlos, porque la repetición insistente de estos, acaba por importunar. Sumado a que los ademanes contribuyen a mantener la atención de los oyentes, salvo que resulten excesivos y, por tanto, distraigan.

4) Además, en este asunto, la expresión del rostro resulta crucial y ha de ser natural revelando convicción y franqueza, en la declaración de sus ideas y sentimientos. En razón de lo señalado, es recomendable que el profesor(a) efectúe movimientos afirmativos con la cabeza y expresiones faciales positivas, dado que su conducta no verbal crearía un clima dispuesto para la reciprocidad. Y este aspecto se relaciona además, con el “refuerzo positivo” con que un docente alienta el acierto de sus estudiantes. Elogios que deberían comunicarse, tanto verbal como no-verbalmente y en público, en pos de mostrar confianza en las aptitudes del alumnado.

5) Es necesario, que se respete la consonancia, esto es, la congruencia del mensaje verbal y no verbal de todo orador(a). Al respecto, (Cross y Franz, 2003, citado en Muñoz et al., 2009) refieren que “…las personas recuerdan más de lo que oyen si el orador se comunica con gestos congruentes con el lenguaje verbal”. En este entendido, las manifestaciones no-verbales del profesor(a) deberían corresponder, reforzar y no contradecir lo expresado. Ya que los alumnos(as) otorgarían mayor atención y credibilidad a su actuar.

6) Del mismo modo, resulta clave como muestra de interés y atención por parte del educador(a), hacia sus estudiantes, el que siempre mantenga un directo contacto visual. Excepto cuando se portan mal.

7) Y también, es crucial la cercanía entre el profesor(a) y sus alumnos(as), entendida esta, como la distancia espacial o proxémica adoptada; donde su “retirada” o alejamiento, afectaría la conexión con sus alumnos(as).

Por último, incuestionablemente, según lo expuesto, se reconoce que la comunicación no verbal es más que un accesorio del lenguaje oral y que resulta decisiva como herramienta, si se aprende a utilizar en forma correcta. Más aún, cuando publicaciones de expertos en estos tópicos, concluyen que las relaciones comunicativas conciliadoras y afectivas [por parte de profesores] se caracterizan por: “sonrisas, miradas atentas a las respuestas de los alumnos, posturas corporales acogedoras, ritmo lento para enfatizar o reforzar contenidos…”, sumado a una relación de mayor cercanía con los educandos.

Escritor: Carmen roman copia