José Gervasio Artigas.

El pasado sábado 27 de octubre en medio de una gran multitud se trasladaron los restos mortales del gran prócer uruguayo José Gervasio Artigas al corazón de Montevideo que no por casualidad se llama Plaza Independencia.

En los manuales de historia latinoamericana poco es lo que se habla de este señor que tanto como Bolívar o San Martín idealizó el proyecto de integración y Gran Patria Latinoamericana, que en su momento llamó Liga Federal, intentando unificar todas las provincias del Río de la Plata que incluían la Banda Oriental (actual Uruguay) y las provincias argentinas de Córdoba, Corrientes, Santa fe, Entre Ríos y Misiones.

Fue uno de los primeros pensadores y estadistas de la región que defendió abiertamente ideas republicanas y democráticas en oposición a las monárquicas establecidas por el poder colonial. Luchó contra el Imperio Español, el Reino Unido de Portugal y Brasil que hostigaba desde Porto Alegre y preservó sus opiniones ante las ideologías unitarias de las clases más acomodadas de Buenos Aires y Montevideo, enarbolando las banderas de la soberanía y libertad, además de proclamar la que fue la primera Reforma Agraria de América. Como dice Eduardo Galeano “medio siglo antes que Lincoln y un siglo antes que Emiliano Zapata” expropiando a “los malos europeos y peores americanos” y repartiendo la tierra para devolver la dignidad de los pueblos abusados y sometidos.

Por esta noble intención fue perseguido y declarado traidor, persona infame y enemigo de la Patria. Como generalmente ha sucedido con las grandes figuras de la acción política popular latinoamericana también fue anulado, bien haya sido por la incomprensión inicua de la figura política que encarnaba o por la simple ignorancia que le profesaron sus contemporáneos y el contexto en general con respecto a sus ideales. Conjuntamente fue desterrado en 1820 obligándole a huir al Paraguay a refugiarse en el gobierno de José Rodríguez Gaspar de Francia, ideólogo-dictador malversado por la historia, que contribuyó de manera decisiva a la independencia del Paraguay además de consolidar austeramente el que tal vez era el progreso social y económico más prometedor de la región pasada la medianía del siglo XIX y que terminaría con la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) cuando una vez desaparecido el Doctor Francia –como le llama Augusto Roa Bastos en su monumental obra Yo el supremo- su sucesor, Francisco Solano López, presidente de orden constitucional luchando por la unificación de los Estados del Plata tuvo que presenciar la agonía y desangre del pueblo –su pueblo- guaraní, de manos de la conspiración argento-uruguaya-brasileña. Otra novela de injusticias entre hermanos hispanoamericanos y aniquilamiento indígena patrocinada por perversos padrinos angloparlantes.

Artigas no regresó nunca más al Río de la Plata, muriendo en completo aislamiento el 19 de junio de 1850. Dice el profesor Ricardo Peirano que las últimas palabras de Artigas, a sus 86 años, fueron ¡Mi caballo! ¡Tráiganme mi caballo! Como una apología a su arraigo oriental. Como quien quiere emprender el camino a la eternidad cabalgando. 6 años después de su muerte sus restos serían repatriados al Uruguay hasta que en 1977 pudo ser llevado al mausoleo situado donde la “Ciudad Vieja” bien empieza o termina, entre la peatonal sarandí, que con su puerta da la bienvenida o despide a sus visitantes con la Plaza Independencia y la avenida 18 de julio. En el 2013 el panteón fue restaurado para por fin dejar reposar los restos de Artigas en el corazón de su país y como el corazón del mismo, debajo de una majestuosa estatua digna de saludar cada vez que se pasa por allí. Tal vez las ofrendas florales colocadas por José “Pepe” Mojica y su vicepresidente Danilo Astori hagan justicia a su heroica efigie.

“Artigas, el gran traicionado por aquellos contemporáneos, que no lo entendieron ha sido reivindicado por los historiadores uruguayos y argentinos en estos años cada vez con más fuerza y han puesto de manifiesto las reales dimensiones de su figura de libertador y pensador… fue uno de los grandes conductores latinoamericanos que más generosamente comprendió las desdichas de los humildes, las duras condiciones en que vivían los indios, las crueldades de la esclavitud padecida por los africanos y las necesidades de quienes él llamaba: “los mozos sueltos de la campaña” sus fieles seguidores víctimas del latifundio, la injusticia social y los excesos de los poderosos… Regresan al mausoleo los restos de Artigas. Son huesos, polvo, son la ceniza de aquella gran llamarada de libertad que iluminó las tierras y pueblos rioplatenses”, expresó el antropólogo Daniel Vidart al cierre de la ceremonia de traslado de los restos y bajo el sol abrazante y brillante de una Montevideo agradecida con la Historia, esta vez firmada con mayúscula.

Escritor: Giovanny Jaramillo Rojas.