Conciliar razón y afectos: la tarea subversiva de Baruch Spinoza

Spinoza es y será uno de los grandes pensadores de la historia y de la filosofía. Sus obras son el reflejo de un compromiso con la vida y con la sabiduría; con el contexto de su época y con los problemas esenciales de la condición humana; con la razón y con los afectos. El uso de las categorías, relegadas muchas veces a una tradicional medieval y escolástica, esconde el afán de un escritor por ingresar a un tiempo distinto al suyo, el afán de trascender en el tiempo y dejar una huella imborrable en la historia. Baruch Spinoza se caracterizó por conciliar la teoría con la práctica, su vida es el ejemplo y el reflejo de la cautela que siempre manifestó a en sus obras y sus acciones. Sin embargo, el hecho de usar las categorías de la tradición medieval para revalorar los fundamentos del pensamiento tradicional, se convirtió en un motivo de peligro y constante persecución.

Por otra parte, ¿de qué forma concilia Spinoza el pensamiento racional con el sometimiento a las emociones (afectos en términos del escritor)? Y si lo hace, ¿cuál puede ser su impacto en el pensamiento moderno y contemporáneo? Las siguientes líneas estarán dedicas a pensar y, en la medida de las posibilidades, responder estas dos inquietudes, labor que por supuesto hará uso de la caja de herramientas epistemológica del escritor holandés. Aunque Spinoza expone sus teorías, tomando los conceptos de la escolástica, la articulación de sus ideas trasciende las costumbres y tradiciones de su época. En este caso, retomaremos los conceptos utilizados por el autor, toda vez que las ideas, no sólo preservan su valor, sino que han despertado el interés de los pensadores más importantes del pensamiento contemporáneo, entre ellos Deleuze, Toni Negri, Erich Fromm, entre otros.

Ahora bien, comprender o exponer la dialéctica entre razón y emoción, implica retomar el pensamiento del autor desde sus raíces, es decir, desde su concepción ontológica y epistemológica de la naturaleza, y del lugar que ocupan los seres humanos en ella, pues serán éstas raíces las que cimenten la posición ética y política del autor. Una de sus primeras categorías, por no decir que la primera y más importante, es la idea de la causa de sí, esto es, la posibilidad de pensar en algo que no depende de otra cosa, distinta a ella misma, para existir y actuar (Spinoza, 2005, p. 39); digo pensar pues nada existe en el universo, por lo menos nada que hasta ahora podamos comprobar desde el conocimiento científico, que posea, tanto en la época nuestra como en la de Spinoza, tales características. Sin embargo, más que una definición teórica y apodíctica, la intención de Spinoza es refutar la metafísica tradicional, en especial la metafísica que divide al ser humano en dos partes: el ser racional y ser afectivo o emocional, o en términos contemporáneos, el ser de los instintos.

Empero, qué tiene que ver la idea de un ser que existe y actúa por sí mismo (Dios) con la idea de un ser condicionado y gobernado por las leyes del universo (el ser humano). Para responder, sigamos el orden metodológico que nos propone el autor: luego de analizar y fundamentar la idea de un ser que actúa en virtud de su existencia, Spinoza nos habla de un ser totalmente diferente, un ser contingente, dependiente y totalmente limitado por las fuerzas o leyes del universo:

“Por modo entiendo las afecciones de una substancia, o sea, aquello que es en otra cosa, por medio de la cual también es concebido” (Spinoza, 2005, p. 39) A diferencia de la causa de sí, el hombre, nos dirá el filósofo, existe y actúa por causa de una naturaleza distinta a la suya, la naturaleza de la causa de sí. Para no ir más lejos, el hombre, al igual que los demás seres de la naturaleza, no actúa ni existe por sí mismo, simplemente es el resultado de causas y movimientos externos a su propia existencia, es el resultado de la causa de sí manifestándose a través de atributos y modos.

A partir de las primeras definiciones (Dios (causa de sí), hombre (modo) y libertad) Spinoza construye un edificio que generará escozor y rechazo en los más importantes círculos sociales de su época, pues no sólo revalora la idea de un Dios trascendente y antropomórfico, sino que además nos habla de un ser humano expuesto a sus emociones, impulsos y deseos. Contrario a lo que se podría pensar, el pensamiento subversivo de Spinoza no conduce a un pálido y escueto pesimismo existencial, la intención del escritor, al revalorar la idea de Dios, hombre y libertad, es comprender la verdadera naturaleza del ser humano, y no la que durante más de 500 años generó impotencia y esclavitud. Pero entonces, si el hombre no es libre, en el sentido estricto de la palabra ¿cuál es el sentido de su existencia?… como diría el sabio griego antiguo: conocerse a sí mismo y actuar según sus posibilidades.

El hecho de no conocer todas las causas y consecuencias de nuestros actos, es en realidad un terreno fértil para organizar y materializar nuestras expectativas, toda qué vez que, en términos del autor, entendamos que la verdadera felicidad está en comprender dos cosas: nuestra unión con toda la naturaleza y la necesidad inherente de perseverar y preservar la existencia (conatus) , en otras palabras, el hombre no busca su bienestar debido a su capacidad desiderativa, sino a su necesidad de buscar los medios para preservar su propia existencia. Finalmente, estamos en la capacidad de comprender el vínculo entre la razón y los afectos.

Razón y emoción no se contraponen, en realidad son dos formas en que el ser humano persevera en su propia existencia, la diferencia radica en que a través de sus emociones el ser humano no tiene una idea clara de su naturaleza, en tanto que, mediante el uso de la razón, puede moderar o equilibrar el poder de los afectos, comprender su naturaleza contingente y buscar los medios para ver y seguir lo mejor. Por lo anterior, es claro que Spinoza no utiliza la libertad como una forma de imponer nuestra voluntad sobre la naturaleza y sobre la sociedad.

Dice el escritor La mejor forma de buscar una utilidad común es: “… ante todo, asociarse entre ellos, y vincularse con los lazos que mejor contribuyen a que estén unidos, y, en general, hacer aquello que sirva para consolidar la amistad” (Spinoza, 2005, p. 225). Si las emociones son el fundamento básico de las relaciones humanas, la razón es el ingrediente que nos permite entender que la alegría será siempre más útil que el odio, que la envidia o el egoísmo, es decir, en términos del autor: Spinoza, p. 220).

Referencias
Spinoza, Baruch. 2005, Ética Demostrada Según el Orden Geométrico, traducción de Atilano Domínguez. Madrid: Trota.

Escritor: Gerley Eduardo Cardozo