CORTÁZAR: EL EROTISMO ENTRE EL CUESTIONAMIENTO DEL SUEÑO Y LA REALIDAD

Julio Cortázar nació en Bruselas, como resultado de algo que él denomina un «accidente turístico», ya que sus padres eran argentinos. Tuvo, además ascendencia vasca y alemana. A los cuatro años llegó a Buenos Aires. Fue maestro, e inició estudios superiores en la facultad de Filosofía y Letras, los que debió suspender por dificultades económicas, por lo cual debió buscar la manera de ayudar a su madre. Más adelante se desempeñó como profesor de literatura francesa y viajó a París, en 1951, donde pasó gran parte de su vida. Allí trabajó como traductor de la Unesco, y empezó a darse a conocer en el campo literario, realizando traducciones, también, de este tipo, entre las que se cuentan «Memorias de Adriano» de Marguerite Yourcenar.

Con el tiempo, Cortázar dividió su labor literaria con su faceta como activista político, involucrado con diferentes causas latinoamericanas y, entre ellas, fascinado con la revolución cubana. Posiblemente esa parte de su personalidad fue influyente para realizar su novela «Rayuela», que se presenta como una subversión, como una transgresión al canon que se venía acogiendo hasta ese momento. Sin embargo,a pesar de su compromiso con América Latina, en entrevista con Alfredo Barnechea, señala que París lo formó como escritor y le permitió tener otra visión sobre su natal Argentina. Realizó varias publicaciones bajo el seudónimo de Julio Denis. Murió en esa ciudad en 1984.

En «Rayuela», la novela más hermosa de Julio Cortázar, se encuentran varios tópicos desde los que se desarrollan las líneas de sentido. El erotismo aparece de forma magistral, refundido entre la cotidianidad parisina. No aparece de forma forzada, se va enlazando con otras situaciones contextuales de lo que ocurre a Oliveira.

Esos tópicos giran en torno al escepticismo de Oliveira sobre la realidad, que es una característica de la literatura argentina de lo que se conoce como el Boom. Se ve reflejado en otros autores, como Borges y Sábato. Se retoma del barroco, y se encuentra en obras como «La vida es sueño» de Calderón de la Barca y en novelas más modernas como «Niebla» de Miguel de Unamuno. Cortázar trabajó el mismo tema en su cuento «La noche boca arriba», en el que se confunde al lector sobre quién sueña, y quién está siendo soñado.

Oliveira observa todo a su alrededor, con incredulidad: «No llorés – le dijo Oliveira a Babs, hablándole al oído – No llorés, Babs, todo esto no es verdad» (pág.179, Rayuela, Ediciones Cátedra, Madrid, 2001). Envuelto en ese tema surge el erotismo, entre ese cuestionamiento. También en la sensualidad de París, de los cafés franceses, de la música de Beethoven y del jazz, entre la literatura misma, porque si la historia fuera solamente erotismo perdería verosimilitud. Para Vargas Llosa, las mejores novelas eróticas son aquellas que no son solamente eso sino que el erotismo se encuentra enriquecido por la teatralidad, por el decorado que le da una dimensión artística a las manifestaciones sexuales, por el juego que antecede al acto sexual, que es una característica exclusiva de los humanos. Está presente donde comienza nuestra condición humana, pero contiene nuestros instintos.

Para Octavio Paz, en «La llama doble», el erotismo está vinculado al amor, que solamente se cura con la presencia del ser amado. Al respecto sostiene que: «El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos…Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la voz de una lámpara, el brillo de un muslo…Cada uno de esos fragmentos vive por sí sólo pero alude a la totalidad del cuerpo…Nos perdemos como personas y nos recobramos como sensaciones». Así, en el capítulo séptimo de «Rayuela», el narrador recuerda cada parte del cuerpo, como parte de una totalidad. Cada parte del cuerpo le trae una sensación, un recuerdo, el delirio, hasta llegar al momento de la muerte dulce. La relación entre Horacio y la Maga está inundada por los celos, por el amor, a pesar de que ninguno de los dos quiere pronunciar esa palabra. El deseo se encuentra en el amor mismo.

Para Bataille, el erotismo tiene tres componentes principales: lo místico, el arte y el amor. Lo erótico aparece vinculado al éxtasis provocado por la creación artística. Por esa razón la música es fundamental en la novela, porque ella también es una especie de clímax, con unas partes de la obra más intensos que otros, que sumergen al ser humano en una dimensión más profunda de sí mismo: «pero Gregorovius se fue perdiendo en la música, descubrió que podía ceder y dejarse llevar sin protesta» (pág.287, ibid). El deleite y la intensidad del arte, es similar al deleite del acto sexual, a ese acto que permite la continuidad con otro ser humano. Por medio del arte, especialmente de la música, tambien se escapa del aislamiento y de la soledad.

Rayuela resume como algunas veces la sensualidad eleva el espíritu, como se puede mostrar el alma a través del contacto físico con el ser deseado por nosotros, pero también muestra el descenso al que nos puede llevar. Bajo un puente, lejos de la sociedad, Horacio encuentra una mujer con quien tener sexo, como respuesta a una pura necesidad física.

Rayuela es la antinovela, la que propone un nuevo género, un libro que cuando culmina, invita a recomenzar su lectura. Rayuela inventa un nuevo concepto de erotismo, y es imposible olvidar su capítulo séptimo, que trae a remembranza todo un cúmulo de emociones que vienen a través de todos los sentidos, tan profundas, que se experimenta el último aliento, el último suspiro.

Por: Sonia Yamile Sánchez López