CREER O NO CREER: ES LA OPCIÓN DEL HOMBRE

Desde que el hombre es “hombre”, es decir, pensante, ha sentido la necesidad de responderse muchos interrogantes que lo han inquietado y a los cuales no les haya sentido. Al no  encontrar respuesta inmediata y palpable, creó historias sobrenaturales con seres sobrenaturales donde los protagonistas son creaturas especiales a quienes les dio la potestad de todo lo creado y que tenía al alcance de su vista, convirtiéndose, el mismo hombre,  en esclavo de sus propios dioses, de sus “legítimos Hacedores”.

Entonces inventa un dios para todo lo visible que recrea el firmamento: Dios  sol, Diosa luna, Diosa estrella, Dios… pero al seguir contemplando se deja  perder  en ese infinito e inmenso azul del cielo, y entonces  nace ese profundo deseo por descubrir su génesis, y quizá algún día retornar a su supuesto hogar natal.

Y con el transcurrir del tiempo se va descubriendo a sí mismo y comprende finalmente, que no solamente es un simple hombre que nace, crece, se reproduce y muere como todo aquel ser viviente de su planeta tierra, sino que hay algo más dentro de él, una esencia especial que más tarde llamará Espíritu y que éste sí trascenderá la frontera de la muerte para ir más allá de lo inimaginable y desconocido.

Por tanto, surge una necesidad de descubrimiento espiritual que lo eleve en otro tipo de dimensión, y siente que existe verdaderamente un solo Dios quien lo guía, lo acompaña y protege en esta vida terrenal y lo ayudará en esa transformación de estado natural a  místico. Se entrega a ese Ente y encuentra un significado simbólico a cada una de sus actuaciones en las ofrendas que le da creando comunicación directa con él a través de diversos ritos: es la interconexión con el universo que admiraba desde sus primeros pasos en este planeta.

Este ser humano también descubre que toda la naturaleza está a su servicio y puede disponer de ella a su antojo, que este es su pequeño universo el cual debe compartir con sus hermanos y con la gran diversidad de animales que también pueblan la tierra, si lo logra, habrá transformado su hábitat en un entorno pacífico, acogedor amoroso donde su transformación espiritual le permita afrontar las adversidades que la misma vida le pone en su camino.

Y el planeta tierra sigue poblándose en forma desenfrenada; este ser humano va cambiando la idea de universo y concepción de Dios, inventa otras fórmulas para comunicarse con él y entonces nacen las diferentes creencias concebidas bajo la denominación de Religión. Surgen líderes espirituales que tratan de organizar las creencias espirituales y transformarlas en dogmas, dividiendo aún más  la raza humana porque cada uno de ellos tiene la verdad absoluta sobre todo lo subjetivo a nivel espiritual que el hombre creía comprender pero que ahora lo confunde más. La violencia se toma el lugar primordial como fuente de comunicación para imponer sus ideas religiosas y seguir compitiendo por esa verdad absoluta  y fidelidad a un dios todopoderoso que nada tiene que ver con este tipo de conflictos bélicos que no ha pedido y tampoco tienen razón de ser.

Así han pasado muchos siglos. El hombre moderno ya no tiene en qué creer, la fe se ha perdido y poco o nada se mira al universo en búsqueda de la verdad; esa verdad la halla en lo material, en la adquisición inmediata de la información a través de la tecnología y el disfrute plenamente terrenal de los bienes naturales que la naturaleza le brinda y los que el mismo hombre ha creado de esta. El aspecto económico es el nuevo dios omnipotente, la rivalidad social y cultural  es lo más importante y, este ser humano espiritual se ha clasificado en categorías del que vale más si tiene mayor poder económico y mucho menos si no tiene nada. El valor de la vida se ha perdido y la confianza en sí mismo que un día había alcanzado, ya no existe.

Surgen entonces  muchos más “líderes espirituales” quienes desean profundamente que el ser humano se vuelva a reencontrar en su naturaleza mística, y muchos corren tras ellos sedientos de fe, pero desconocen que existe una intención meramente mercantil muy fructífera  económicamente que los llevará a cimentar un poder fanático-religioso peligroso donde unos pocos se lucran y los demás serán sus “esclavos”: el ser humano vuelve a ser víctima  de sus propios dioses, de sus propios líderes espirituales.

Me pregunto: ¿es el hombre moderno un ser ateo, incrédulo,  o es solo un ser humano que no ha podido encontrar la respuesta inicial sobre su existencia? ¿Algún día la descubrirá? Mientras tanto, seguiremos indagando más allá de las estrellas.

Escritor: CLAUDIA PATRICIA FONSECA ALVAREZ