El Renacimiento, como su nombre lo indica, fue un renacer de la Antigüedad clásica y de este renacer surgió el Humanismo. Esta nueva corriente de pensamiento nació en Italia y de ahí se diseminó por toda Europa. Mientras que el Renacimiento se caracterizó por los grandes descubrimientos de los textos antiguos, el Humanismo se encargó de traducir, editar, comentar y publicar estos mismos textos. En toda Europa los humanistas se agruparon alrededor de los impresores y editores. El ejemplo más notable de lo anterior se encuentra en la figura del holandés Erasmo de Rotterdam, quien fundó un imperio intelectual a través de sus ediciones de obras antiguas, libros (Adagio, Coloquios, El elogio de la locura) y correspondencia con escritores, reyes y papas.
El Humanismo se caracterizó sobre todo por un interés en las artes clásicas, por lo tanto, los humanistas fueron en su mayoría gente dedicada a las letras: eclesiásticos, profesores de universidad y funcionarios. Estos hombres pretendían cambiar al mundo. Sabían, por razones históricas, que era necesaria una transformación respecto al pensamiento de la Edad Media. Las corrientes filosóficas predominantes en esta época fueron el nominalismo y el pirronismo, las cuales se mezclaron con la filosofía escolástica para darle a ésta un carácter más humanista con la finalidad de crear una filosofía práctica que estuviera en función del ser humano. En su afán por honrar al hombre, los humanistas buscaban una idea universal del hombre que sirviera para definirlo en cualquier época y bajo cualquier circunstancia.
La principal forma de expresión para los humanistas fue desde luego la escritura y el idioma elegido para sus obras: el latín. Para los escritores e intelectuales los idiomas nacionales parecían rústicos y poco aptos para la expresión de pensamientos sublimes. En latín se leyó a Terencio, Cicerón, Salustio, César, Quintiliano, Virgilio, Horacio, Ovidio, Tibulo , Catulo, Propercio, Juvenal y Persio; en griego, a Homero, Hesíodo, Teócrito, Platón, Aristóteles, Demóstenes, Tucídides y Píndaro. Tanto énfasis hubo en el estudio de las fuentes clásicas que el latín parecía lengua viva entre los estudiantes, estaban casi prohibidas las traducciones y todo escrito serio que se preciara de serlo debía estar en lengua clásica.
Otro aspecto fundamental del humanismo fue la enseñanza. En esta época se procuró trabajar, sobre todo, en una nueva pedagogía. En la Edad Media alumnos y profesores casi nunca acudían a las fuentes. El profesor leía y comentaba un manual. Profesores y estudiantes se entregaban a discusiones absurdas. En cambio, en el Renacimiento y sobre todo durante Humanismo los clásicos fueron la base de la enseñanza y hubo una reforma en cuanto a la retórica y la lógica. Mientras que la primera proporcionaba las leyes de la persuasión, la segunda fijaba las leyes del buen juicio y raciocinio. A su vez, los silogismos fueron sustituidos por preguntas concretas.
Finalmente, la aportación más importante del Humanismo fue, sin duda, la creación de las universidades: esas instituciones hechas por estudiantes y maestros reunidos bajo el ejercicio intelectual. Dichos centros educativos surgen como respuesta a las nuevas necesidades de orden intelectual y político. La mayoría de las universidades fueron fundadas por iniciativa de las autoridades civiles y religiosas. Los factores políticos obedecían a los ideales nacionalistas, pues necesitaban formar en el propio país al futuro personal administrativo. En el caso de la religión no era distinto, la iglesia pretendía formar un clero con altos valores intelectuales acordes a los nuevos intereses que el humanismo imponía.
Escritor: Alejandra Soto