DE LA ESTRUCTURA AL CONTEXTO: CONSTRUCCION DE CIUDAD

La construcción del espacio urbano ha sido el resultado de la intervención de múltiples miradas; arquitectos, topógrafos y geógrafos se han encargado de estudiar, diseñar y definir la ciudad a partir de su morfología y las características que la acompañan. Por su parte, historiadores, filósofos y literatos han revelado la urgencia de retomar la ciudad desde aspectos diferentes a su estructura, centrándose en lo cultural, lo social, lo político y lo económico, como características que indudablemente influyen en la construcción y reconstrucción de lo urbano.

Como punto de partida se define la morfología de la ciudad, como aquella que estudia el origen y evolución de la superficie terrestre de un espacio particular, es decir, el término se orienta hacia la estructura de la ciudad pensada y construida sobre un territorio específico; al respecto se plantea que “la ciudad desde su origen, al desarrollarse y parcelar terrenos para la edificación tuvo que tener en cuenta los elementos del territorio, la topografía y convertir estos componentes en elementos esenciales del espacio urbano” (PUYOL, 2000, p.472), en otras palabras, la ciudad posee una estrecha relación con el territorio que ocupa y la rodea.

Como punto de partida se define la morfología de la ciudad, como aquella que estudia el origen y evolución de la superficie terrestre de un espacio particular, es decir, el término se orienta hacia la estructura de la ciudad pensada y los cambios en el uso del suelo y las densidades de población determinan las zonas de industria, comercio y residencia que trazan el plano de una ciudad. Sin embargo, surge un interrogante ¿Los sujetos que habitan dicho espacio también aportan a la definición y construcción de ciudad? Diversas han sido las formulaciones y heterogéneos los criterios contemplados en la delimitación del concepto ciudad, a lo largo de la historia, dicho espacio ha sido objeto de múltiples estudios y abordar su concepto implica no solo entender cada una de las transformaciones morfológicas, sino que también se deben tener en cuenta aspectos sociales, económicos, tecnológicos y culturales que ayudan a recrear los espacios urbanos. Por esta razón, no es suficiente una definición de ciudad a partir de adjetivos superfluos que resultan ser la descripción de formas y espacios concretos de un espacio frio e inerte; se hace necesaria la inclusión de aspectos de orden social que conviertan a la ciudad en un espacio vivo y en movimiento.

En este sentido, el espacio urbano como entorno social transforman la ciudad en una urbe dinámica y cambiante, que guarda memoria en los vestigios de sus construcciones más antiguas y que se reconstruye a medida que la sociedad lo exige, es decir, la ciudad se construye como un espacio físico para que habiten las personas y un espacio social que se transforma a partir de las necesidades de los individuos que en ella confluyen.

El fenómeno urbano, entró en una fase de cambios profundos desde la revolución industrial, nuevas formas urbanas, contenidos sociales, modos de vida, tipologías, centralidades y otras muchas innovaciones aparecen en la configuración de las áreas urbanas desde esa época. Por esta razón, limitar el concepto de ciudad a su morfología y estructura convertiría a dicho espacio en algo estático y muerto, en el cual primaria el vacio, el silencio y la ausencia de actores sociales que transformen el escenario urbano; Calvino se refiere a este fenómeno, describiendo como “el hombre camina días enteros entre árboles y las piedras. Raramente el ojo se detiene en una cosa, y es cuando lo ha recorrido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo es intercambiable. Árboles y piedras solamente son lo que son” (CALVINO, 2002, p.20).

De este modo, la intervención del entorno social caracteriza a la ciudad por la ubicación de lugares de encuentro y de espacios sociales donde se realizan prácticas que involucran a la comunidad; este lugar puede vincular diversas actividades en cada uno de los espacios diseñados, desde la política hasta espacios destinados al ocio y el intercambio de ideas. Entonces, la ciudad se convierte en una imagen pública y dinámica, producto de la superposición de miradas individuales. En palabras de Auge, “la ciudad es, en efecto, y cada día más, el espacio en el que se juega la historia de los hombres, y en el que al mismo tiempo se expresan, sus aceleraciones, sus contradicciones y sus vértigos”(AUGÉ, 1998, p.237).

Ahora bien, la estructura urbana se conjuga con lugares que permiten encuentros sociales, políticos y culturales, en los que pueden leerse algunos elementos de las identidades individuales y colectivas que habitan una ciudad, ya que “la ciudad y sus representaciones se producen mutuamente. No hay ciudad sin representaciones de ella, y las representaciones no solo decodifican el texto urbano en conocimiento social, sino que inciden en el propio sentido de la transformación material de la ciudad” (BADENES, 2000). Por esta razón, hoy se habla de territorios, entendidos como universos personales o colectivos donde la producción de significados que allí circulan se convierten en herramientas para observar el espacio urbano.

Desde esta perspectiva, se invita a repensar las ciudades a partir de la relación existente entre espacio, tiempo y sociedad; puesto que cada una de las transformaciones que se han dado a lo largo de la historia acerca de las visiones de ciudad se deben en gran parte a estos tres aspectos. La arquitectura, el urbanismo y la sociedad se conjugan para hacer de la ciudad un elemento vivo y dinámico que se encuentra en continua construcción, en donde, el dinamismo social, la reconstrucción de los espacios y la ruptura de las fronteras invisibles que internan al ciudadano en un determinado lugar, evidencian una gran movilidad marcada por la historia.

Entonces, la ciudad se construye en dos sentidos: desde una expresión material, es decir, desde el urbanismo; y una expresión social, en tanto que, como comunidad, cuenta con lugares donde las prácticas sociales transforman sus espacios, en otras palabras, “nada se experimenta en sí mismo sino siempre en relación con sus contornos, con las consecuencias de acontecimientos que llevan a experiencias anteriores. Así establecemos vínculos con partes de la ciudad y su imagen esta embebida de recuerdos y significados. No somos solo espectadores sino actores que compartimos el escenario con todos los participantes”(LYNCH, 1960, p.1).

Por consiguiente, las profundas transformaciones producidas en la ciudad y la complejidad con que estas se dan, invitan a ahondar en la construcción de la ciudad del mañana, que exige que el sujeto de hoy se cuestione acerca de sus prácticas y de las distintas transformaciones que sufre la ciudad que habita; en este sentido el ciudadano debe convertirse en un transeúnte que viva su ciudad, que la entienda y la transforme.

BIBLIOGRAFIA

AUGÉ, Marc. (1998) Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología sobre la modernidad. Barcelona: Gedisa.BADENES, Daniel. (2000) Comunicación y ciudad: líneas de investigación y encuentros con la historia cultural urbana. En: http://perio.unlp.edu.ar/question/numeros_anteriores/numero_anterior14/nivel2/articulos/ ensayos/badenes_1_ensayos_14otono07.htm. Argentina.CALVINO, Italo. (2002) Las Ciudades invisibles. Madrid: Ed. Siruela.LYNCH, Kevin (1960). La imagen de la ciudad. Barcelona: MurallaPUYOL, Estébanez. (2000) Geografía urbana. Madrid: Ed Catedra.

Escritor: ROCÍO DEL PILAR MEJÍA RIVERA