La educación para personas con discapacidad, tanto en Chile como en el resto del mundo, siempre ha sido un tema de controversia. En nuestro país, casi el 13% de la población presenta discapacidad, de las cuales el 52% no ha completa la enseñanza básica. Aproximadamente 152.000 estudiantes con discapacidad están dentro del modelo educativo de Escuela Especial, 75.000 bajo el modelo de PIE y 1.200 en Escuelas Hospitalarias (FONADIS, 2004), no existiendo actualmente un registro fidedigno del número de estudiantes dentro de un Programa de Inclusión. La discapacidad se puede definir como una deficiencia sensorial, motora, cognitiva o conductual, determinada tanto por las características intrínsicas del individuo como las del medio en que se desenvuelve, que limita o imposibilita la capacidad de realizar una o varias actividades de la vida diaria y la participación social en igualdad de condiciones que los demás.
La mayoría de las personas con discapacidad, si no todas, presentarán a lo largo de su vida necesidades educativas especiales (NEE) temporales o permanentes. Este concepto engloba a aquellas necesidades educativas individuales que no pueden ser resueltas con los medios y los recursos que habitualmente utiliza el docente para responder a las diferencias individuales de sus alumnos y que requieren de ajustes, recursos o medidas pedagógicas especiales para ser atendidas. Dentro de las patologías asociadas a NEE permanentes se encuentra el Síndrome de Down (SDD), el cual se define como un trastorno genético causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21 (o una parte del mismo), en vez de los dos habituales, lo cual conlleva un grado variable de discapacidad intelectual y características anatomofisiológicas peculiares que le dan un aspecto reconocible.
En Chile, el promedio de niños nacidos con SDD en el periodo 2001 – 2005 fue de 2,47 por cada mil nacidos, lo cual supera el promedio establecido por el ECLAMC (Estudio Colaborativo Latino Americano de Malformaciones Congénitas), existiendo una tendencia al aumento de la incidencia de la enfermedad. Entre los modelos de terapia física a aplicar en niños con SDD podemos encontrar intervenciones basadas en los principios básicos del concepto Bobath, las terapias de Integración Sensorial o las técnicas de Facilitación Neuropropioceptiva; sin embargo, todas estas intervenciones son netamente de abordaje clínico, siendo difícil enmarcarlas dentro de modelos educativos regulares de Educación Física.
Es acá entonces donde las adecuaciones curriculares individuales (ACI), entendidas como un instrumento o estrategia de individualización de la enseñanza a través de modificaciones que se realizan en la programación curricular regular para atender las diferencias individuales de los alumnos, y el diseño universal de aprendizaje (DUA), definido como el proceso por el cual un programa de estudios es intencional y sistemáticamente diseñado desde el principio para satisfacer las diferencias individuales, reduciendo o eliminando las barreras que cualquier estudiante pueda experimentar para acceder, participar y aprender en el marco de las experiencias de aprendizaje comunes para todos y todas, toman relevancia para la integración y/o inclusión de estos alumnos.
La integración e inclusión escolar son dos conceptos diferentes. La integración escolar se fundamenta en el principio de normalización, el cual resalta el derecho que tienen las personas con discapacidad de participar en los espacios comunes, en cambio la inclusión escolar implica que todos los niños y niñas de una determinada comunidad aprendan juntos, independiente de sus condiciones personales, sociales culturales, incluso aquellos que presentan discapacidad, siendo el sistema educativo el que se flexibiliza.
La realización de la asignatura de Educación Física bajo un currículum inclusivo se justifica principalmente por los beneficios que otorga el deporte al desarrollo biopsicosocial de las personas, con o sin discapacidad. En el ámbito biológico optimiza los diferentes sistemas fisiológicos, promueve la prevención de la obesidad, fortalece la musculatura y ligamentos, mejora la coordinación, y estimula la concentración y la memoria. En la vida social y afectiva promueve la interacción social, favorece el desarrollo de habilidades sociales y adaptativas, aprende a trabajar en equipo, mejora la resolución de problemas y aumenta el control de impulsos. En el desarrollo personal mejora el sentido de pertenencia, la aceptación de los otros, la confianza en sus habilidades, y la consolidación de la identidad y valores. Finalmente, en la autonomía significa una práctica habilidades para la vida autónoma, aumenta su vida relacional, aprende a manejarse en diferentes ambientes y ofrece alternativa de proyectos incluso laborales (Guerra, 2000).
En el área de Educación Física, la subvaloración de la asignatura dentro del currículum regular, sumado a diseños curriculares poco flexibles e instrumentos evaluativos deficientes excesivamente cualitativos y subjetivos, hacen más complicada aún la aplicación de diseños de aprendizaje universales en pos de la inclusión educativa de alumnos con discapacidad. Si a esto se añade un equipo educativo y de salud que subvalora las habilidades psicomotrices de los alumnos con discapacidad, en este caso con Síndrome de Down, la falta de evaluaciones multidisciplinarias integrales y la poca articulación entre las Escuelas Especiales con los PIE y Programas de Inclusión, además de los temores de las familias por la potencial discriminación y la sobreprotección inherente que se tiene sobre los niños con discapacidad, la inclusión educativa en la asignatura se ve excesivamente limitada, ya que todos los agentes del proceso tienen aprehensiones y prejuicios en cuanto a la participación del alumno dentro del sistema educativo regular, basados principalmente en la falta de una cultura inclusiva por parte de la sociedad chilena.
Es importante a largo plazo implementar programas de Educación Física Inclusiva para alumnos con Síndrome de Down, justificados tanto en la potenciación de las habilidades psicomotrices de los alumnos, como en la entrega de una experiencia inclusiva para la comunidad, respondiendo así a esta falta de apropiación de una cultura inclusiva por parte del modelo educativo especial chileno, y dejando atrás prejuicios y tabúes relacionados con la inclusión de personas con discapacidad en pos de una sociedad más equitativa.
Referencias:
• Cifuentes L. & Nazer, J. (2011). Estudio epidemiológico global del Síndrome de Down. Rev Chil Pediatr 2011; 82 (2): 105-112.
• Contreras F., López A. & Maqueira G. (2011). Propuesta metodológica para el mejoramiento motriz en niños con Síndrome de Down, que favorezca su inclusión a la educación regular. EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 154.
• FONADIS. (2004). Primer Estudio Nacional de la Discapacidad en Chile (Resumen de Resultados). Gobierno de Chile.
• Guerra M. (2000). Síndrome de Down y respuesta al esfuerzo físico. Escola de Medicina de l’Educació Física i l’Esport. Universidad de Barcelona.
• Hernández. (2009). La inclusión en el área de Educación Física en España: Análisis de las barreras para la participación y el aprendizaje. Universidad de Barcelona. Ágora para la EF y el Deporte, n.º 9, 2009, 83-114.
Escritor: Orlando Villouta Gutiérrez