DIVINO MANJAR CON ALAS

significa probar uno de los majares más deliciosos del mundo. Aceptación inmediata no imaginaban que años más tarde el suizo radicado en Perú, Roger Shulker, inventaría un sistema similar para cocinar pollos al carbón que, además de sacarlo de la crisis económica en que se hallaba, lo convertiría en el autor de tan venerado manjar que revolucionaría la culinaria peruana.

La Granja Azul fue el primer establecimiento que empezó con la distribución comercial de pollos a la brasa en febrero de 1950, dos años más tarde ya habían numerosos establecimientos como El Rancho, El Pío Pío, El Kikiriki y muchos más; sin embargo, como dicen los defensores de La Granja Azul, aquí se mantiene el sabor original del pollo a la brasa, pues se utilizan pollos bebé que no pasan de los 800 gramos, leña de algarrobo y una receta que guardan en caja de siete llaves.

Pero sería un delito dejar de mencionar a aquellas fieles acompañantes que estuvieron presentes desde el primer momento en que este delicioso platillo vio la luz: las crocantes papas fritas. Doradas todas ellas y bañadas en mayonesa o ají, hacen pecar de gula hasta el más moderado de los humanos. Porque hablar del pollo a la brasa, significa referirse a un producto gastronómico bandera, ya que cada tercer domingo de julio desde el 2010 se celebra en nuestro país el Día del Pollo a la Brasa, fecha que fue declarada por el Ministerio de Agricultura, ubicando así a esta ave o como el tercer plato más representativo del Perú, después del ceviche y la pachamanca.

El pollo a la brasa es un potaje que no distingue nivel socioeconómico, pues su precio oscila entre los siete y veinte soles por un cuarto. Además es el plato social por excelencia, ya que es el que más se solicita en reuniones laborales o familiares y el 90% de la población lo consume al menos una vez al mes, según el gerente de marketing de La Caravana, Alejandro Garro. Tal pollería que lleva 39 años en el mercado peruano y tiene sucursales en Los Ángeles. Traspasando fronteras En algunas de las zonas aledañas a los centros comerciales más concurridos de nuestro país como Megaplaza, Plaza Norte o Plaza San Miguel existen hasta 7 pollerías en una sola cuadra, y no es para menos, pues los comensales son cada vez más fieles y el olor de este delicioso platillo parece llegar hasta otros continentes. Una muestra de ello es la media página que uno de los diarios estadounidenses de mayor tiraje, el New York Times, le dedicó en una edición del 2008 al tema del pollo a la brasa.

Este sabroso plumífero amenaza también con desplazar al afamado ceviche en tierras lejanas, afirmación que se comprueba en la numerosa cantidad de adeptos que ha ido adquiriendo en apenas una década que este lleva en ciudades como New York y Los Ángeles. rebasan sus establecimientos dispuestos a saborear hasta el último huesito. Y como no todas las costumbres son iguales, los americanos reclaman nuevos sabores. Allí el pollo suele servirse con papas sancochadas, camotillos o plátano frito y el plato puede llegar a costar hasta 30 dólares.

Sabor peruano Desde que se creó, el pollo a la brasa tuvo aceptación inmediata apoderándose del gusto de quien lo probara, es por esto que desde el 2004 el, en ese entonces, Instituto Nacional de Cultura (INC) no dudó en reconocerlo como “Patrimonio Cultural de la Nación”, título que Colombia y Ecuador nos han querido arrebatar sin éxito. Su amplia difusión sumada a “su sabor inconfundiblemente peruano permite reconocerlo como un producto de la culinaria que ha generado una tradición”, indica parte de la resolución donde se lo reconoce como tal, tradición que se repite cada fin de semana, o al menos una vez al mes, como un ritual al compartir el inimitable sabor.

Escritor: Yuriko Rivas Chinchazo