Ejercicio de Temperamento

Dentro del presente ensayo se intenta dar respuesta a las preguntas desde una postura interpretativa ¿Por qué los mexicanos deciden tener mascota? Y ¿Por qué prefieren tener un perro o un gato?, a partir de leer las cuatro etnografías proporcionadas para este ejercicio. Es cierto que la compañía es algo bien valorado por el tipo mexicano común, ya que nos gustan las fiestas, festejar las tradiciones y frecuentar a los conocidos y amigos, pues el cosechar el vínculo afectivo es algo valioso que se busca preservar, pues se considera que los amigos se conocen en pocas circunstancias de la vida, como la cárcel, el hospital y solo quizá en la vida cotidiana. Por el contrario la soledad es una situación que socialmente no es muy bien vista, debido a que pues se asocia con sentimientos de tristeza y quizá hasta locura.

Asimismo se considera que los momentos de cisma, de crisis y de inicio o fin de ciclo, son los que pueden generar vínculos fuertes a modo de impronta –por lo que sería interesante conocer que ocurre en la vida de las personas cuando deciden tener y/o aceptar una mascota– y que se afianza frente a tal situación, por tanto son estas compañías las que forman una base estable para la persona. Las mascotas pueden formar ese elemento con el que se conforma el lazo emocional, de tal forma que el antes –la decisión de obtener una mascota– y el después –los cuidados y hábitos que conlleva– implica una diferencia en el matiz de la primera pregunta, pues el momento que se adquiere una mascota parece darse dentro de un momento crucial, ya sea para el dueño o para la mascota, un complemento para uno o para otro; por parte del dueño determinaría una sustitución, un sentimiento de soledad o fragilidad, y por parte de la mascota, como un momento de compasión y/o atracción hacia este. Por su parte, el habitar el mismo espacio con la mascota conlleva interacción con el animal, por lo tanto la categorización de los comportamientos al ser descritos para el primero, adjetivan al segundo, es decir, al relacionar la mascota – por ahora sin distinción entre perro y gato – con el dueño, se reflejan las prácticas que ejecuta.

Por otro lado, se considera que la obtención de la mascota es un buen pretexto para introducir o imponer otros hábitos y comportamientos, no solo respecto al animal, sino a los que conviven en el mismo hogar. Por ejemplo, el perro es un medio que coloca a negociar entre los dueños, pues toman sus decisiones referidas a la dieta, el aseo, el cuidado y recreación con prácticas vinculadas a ellos que después generan en los hábitos del perro; de igual manera la elección entre un perro o un gato representa el convencimiento o la imposición de la preferencia de uno sobre el otro.

Además la necesidad psicológica de tener la responsabilidad, el control, el cuidado de otro ser vivo y que este dependa de las decisiones del dueño, son motivaciones que pueden ser importantes. Ahora, ¿qué diferencia implica la preferencia entre un perro o un gato? Algunos aspectos deben resaltarse. Un primer elemento son las características que se relacionan con el perro y con el gato; el segundo tiene que ver con los recursos que posee el dueño para destinar a la mascota; un tercero señala las funciones sociales que se obtienen; y un cuarto con la historia familiar respecto a las mascotas.

Claramente el perro se vincula con la dependencia y al gato con la independencia; el perro representa además compañía, lealtad, obediencia, protección y convivencia, el gato con la indiferencia, con poco compromiso y menor atención con respecto al perro. Ambos tienen una actividad de interacción distinta con sus dueños, y por tanto implican niveles emocionales distintos, de tal modo que reflejan la atención y la disposición hacia ellos y por tanto distintos grados de responsabilidad, o por lo menos eso es lo que perciben los dueños. El gato, señalan puede quedarse solo por largo tiempo, pero el perro no, pues necesita de más cuidados; el perro es agradecido y leal, el gato hace lo que quiere y es huraño.

La contraparte directa son los dueños, de modo que los dueños de perros enfocan mayor atención a sus mascotas que los que tienen gatos –buscado o no de acuerdo al matiz de la primera pregunta–; la atracción hacia estos distintos tipos de comportamientos generan una disposición en la elección de la mascota. De acuerdo con lo anterior, se puede sugerir que el dueño al elegir un perro quizá imagine más que el que elige un gato, las actividades que puede realizar con él, y no sólo imaginarlas sino desearlas como por ejemplo, el salir a correr, el bañarlo, el jugar con él, sacarlo a pasear, mientras que los dueños de los gatos sólo estén dispuestos a verlos de rato en rato y compartir con ellos solo la compañía.

Lo anterior se relaciona con los recursos económicos, emocionales y de espacio que quieren ser destinados a la mascota, pues a decir de los dueños entrevistados, se invierte más tiempo, dinero, y espacio en el perro que en el gato. y otras actividades que puede hacer con éste, como salir a correr, cuidarlo, darle una casa, cosas que si se puede hacer con un perro, pero no con un gato. Además el tener un perro tiene que ver con estatus social y económico de acuerdo a la raza y pureza del animal. El gato significa compañía con poco compromiso, quizá por tal motivo las personas solteras y en edad adulta, con una profesión demandante lo prefieran.

Asimismo, un elemento a considerar para decidir que especie de animal tener esta en relación con la historia familiar del dueño con respecto a los animales, pues si de niños su familia tuvo perros o gatos, estos se definen más adelante por esta especie, por tanto tiene que ver con los gustos que les han dejado de herencia sus padres, puesto que si su mamá o papá tenían gusto por los gatos o los perros, los actuales dueños se deciden por alguno tal tipo de especie.

Escritor: Omar Alejandro Villeda Villafaña