El amor en la sexualidad.

Hoy en día es común hablar de sexualidad en las escuelas, centros de salud, medios de comunicación, redes sociales y cada vez más en los núcleos familiares. Hay una lucha en derrocar el tabú, desmitificar, y con esto, lograr una disminución en embarazos no deseados, mayormente en la adolescencia, así como la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. Muy conocidos son los métodos anticonceptivos entre los jóvenes, el conocimiento del cuerpo y las responsabilidades que se involucran en una relación sexual, embarazo, etc. Sin embargo, poco saben de sus emociones, de lo que de manera individual los hace sentir bien más allá del placer físico. La sexualidad va más allá del cuerpo, de los rasgos físicos, la orientación sexual, incluso de la forma de vestir. El individuo es un todo, y para entender su sexualidad, debemos dejar de dividirla. La sexualidad es el sentir, el pensar, el actuar; dejar de lado las emociones lograremos tomar decisiones sin sumarnos completamente en la misma.

El amor, es el sentimiento al que principalmente hago alusión, y que comúnmente se confunde cuando de sexualidad se trata. No es necesario sólo conocerse, sino amarse. El amor a uno mismo, es lo que realmente hace la diferencia si de tomar decisiones se trata. El estar consciente de lo que se desea, lo que se tiene, lo que se es y lo que no, ayudará al elegir como expresar nuestra sexualidad, en que momento, con quien y bajo que circunstancias iniciar y mantener una vida sexual activa, así como el hacer respetar nuestro cuerpo, lo que sentimos, lo que somos. Quien se ama, puede sólo así amar a su prójimo, y en la búsqueda del propio bienestar respetar el bienestar del otro, aunque eso no significa que sea una obligación el cuidar de todos con cada una de las cosas que queramos hacer o con lo que se siente, eso se convertiría en una agobiante tarea, más bien que el buscar nuestro bien no signifique pisotear o pasar sobre alguien.

Lo anterior es observable en la expresión de la sexualidad, las relaciones interpersonales y por supuesto la elección de pareja amorosa o sexual, y es aprendido desde los primeros años de vida con las figuras parentales. aprendizaje se da desde un inicio. Pero, ¿Cómo se habla de sexualidad a un infante?, claro está que las palabras se tornan difícil como medio de comunicación, entonces pues, la clave está en la transmisión de las emociones, en el cuidado, la seguridad y el amor que se le brinde al infante.

Esta falta de expresión emocional se intenta reparar empapando de información a los jóvenes, que es un buen inicio, pero que no sirve completamente ya que no se les enseña qué hacer con dicha información, de qué manera utilizarla de acuerdo a las emociones que presentan. Tanto hombres como mujeres, han comentado sentir miedo a tener una relación sexual por la probabilidad de embarazo, piensan que con el saber usar un anticonceptivo desaparecerá ese miedo, sorprendiéndose al no ser así. O bien, la creencia que entre más experiencia con diferentes parejas sexuales se afirman como mejores amantes, y de ésta manera mantener un control o poder sobre los demás. Si bien la experiencia es útil, la información de igual manera, sin embargo, en ambos casos antecede una búsqueda de sí mismo, de autoafirmación, y de control externo para de esta manera conseguir un control interno, de antemano al leerse suena incoherente, y lo es.

He aquí la importancia de las emociones, saber identificarlas y el amor como principal sentimiento al ser un cúmulo de las mismas. Si hay consciencia sobre lo que se siente, no hay una necesidad de tener a alguien que me diga que es lo que se “debe” o no sentir, y así reconocerse como individuo con sus propias emociones y experiencias a vivir. Aprehendamos, es decir, hagamos nuestra esa información dándole sentido con lo que nos mueve, lo que sentimos, lo que de manera particular me funcione, buscando siempre un bienestar; y soltemos lo que por años tomamos como nuestro, siendo experiencias y emociones prestadas de alguien más. Nadie reprueba, ni le quita lo placentero a una relación sexual, pero se vuelve aún más, cuando ésta se da con mente, cuerpo y alma. No es lo mismo, tener sexo que hacer el amor.

Escritor:  Teresa Martínez Padilla