EL ARTE DE ESCRIBIR Y QUIEN ESCRIBE, DESDE VIRGINIA WOLF EN “ORLANDO”

Rafael Galán , “Orlando” es un acto creativo múltiple, que implica entre otras cosas, el re-imaginar la forma de la escritura, repensar el lugar del individuo en la historia y meditar sobre las categorías sexuales. De estas temáticas trabajaré especialmente la que re-imagina la escritura, el proceso creador del que nos habla Virginia a lo largo de la obra. Considerado como fundamental para una persona que desea escribir y busca como en el caso de los docentes en formación que otros escriban o que al menos sientan lo mágico del arte de escribir, lo que permite y se logra escuchando a los demás y a su yo interior. Por el derroche de verosimilitud e inverosimilitud plasmado en esta obra, me atrevo a decir que el arte no alcanza su plenitud en medio de las reglas, de los limites, por eso no los acepta, exige una constante transformación del creador y su proceso de creación, para lo que es transcendental estar en estrecha relación con su ser.

Lo vemos cuando Orlando se alejaba del bullicio, de la opulencia, para tener mayor plenitud y concentración, también se hace evidente en sus sueños de siete días y siete noches y en partes en las que Virginia expresa lo necesario que es re-imaginar la forma de la escritura, que se puede entender como la belleza que combina la fuerza del hombre y la gracia de la mujer, para tener como resultado la máxima expresión, la escritura, no solo de una pluma que se marca en un papel, sino en el cuerpo de ese ser que se mira, se interroga e interroga su entorno y trata de plasmar su espíritu en algún espacio, en su cuerpo, que se reescribe diariamente sin dejarse opacar por el paso del tiempo, sin generar degradación, perdida, lleva a la evolución humana; relación con la madre tierra, creadora de sabiduría, sobre todo en los momentos en que no tenemos claro en donde deseamos estar que debemos hacer, como le pasó a Orlando en repetidas ocasiones.

Deberíamos desear y tratar de sumergirnos en la naturaleza para descubrir la sabiduría oculta. Asunto del que Orlando estaba convencido, porque además de dedicarle versos a todas las mujeres, “le gustaban las flores del jardín, lo silvestre y las hierbas ejercían su fascinación”, Wolf, 1992:21. Era un enamorado de la naturaleza, porque esta le había dado a su inseparable “Encina”, la que finalmente enterró, para devolverla a quien se la dio y le permitió verla florecer y marchitar muchas veces, antes de poder definir y encontrar lo que buscó siempre, una vida, un amante.

Virginia no se centra solamente en la transformación de Orlando a Lady Orlando, sino en ese cuerpo representa “La Encina”, ese papel que lo y la acompañó siempre, que le permitía reescribirse, expresarse plenamente, utilizarla por espacios que no pensó manejar, como lar márgenes. También sus viajes se pueden entender como su supremacía, su metamorfosis en el proceso creador, de gran importancia para el artista, para el escritor; así mismo, realiza reflexiones en las que primero consideraba que se debe escribir lo que piensa, – “bueno o mediano, escribiré de hoy en adelante lo que me gusta” –ibíd 69 – y al finalizar la obra, expresa que Lady Orlando “tenía una sensación incomoda, de que uno nunca, nunca debería decir lo que pensaba… le daban la sensación de que uno siempre, siempre, debía escribir como otra persona” – ibíd 183-

Con la anterior reflexión, Virginia reafirma lo importante lo importante que es para el proceso creador la evolución en los pensamientos del escritor, aparte de eso la ideología de la época, que lamentablemente aún conserva rasgos muy marcados en la actualidad, no han permitido que quien escribe muestre todo lo vivido, lo que ha evolucionado y piensa de su entorno, debido a que el proceso creador le exige a quien crea, escribir en su existencia, en su obra, sus procesos de crecimiento artístico.

Muy palpable en las líneas en las que Wolf cuenta los momentos por los que debe pasar el escritor y la escritura, como son los estados en los que Orlando “corrigió y rompió, omitió, agregó, conoció el éxtasis, la desesperación, tuvo buenas noches y sus malas mañanas, atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le borró, personificó sus héroes, mientras comía. Los declamó al salir a caminar, rió y lloró, vaciló entre uno y otro estilo” – ibíd 55 – porque las experiencias, los rasgos de un escritor, están patentes en su obra, así la sociedad exija el cambió de nombre, de identificación, para que se haga lo que ella desea y le conviene. Ese cambio busca disfrazar esa realidad que en suma lo que logra es obstaculizar el crecimiento y consolidación no solo del artista, sino de la sociedad, sea hoy o hace cien años.

Escritor: Martha Dolly Franco Marulanda