La obra más importante de fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España es una fuente en la que es posible comprobar que, a través de las palabras, se podría conocer y penetrar de modo profundo en la cultura de los pueblos. Se puede advertir, por tanto, la importancia de la cultura en el lenguaje es fundamental. El estudio de la misma lo lleva a cabo una disciplina llamada etnolingüística, definida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como la “disciplina que estudia las relaciones entre la lengua y la cultura de uno o varios pueblos”.
El antropólogo alemán Franz Boas llegó a la conclusión de que la cultura y formas de vida de un pueblo estaban reflejados en el lenguaje hablado por ellos, fray Bernardino de Sahagún lo advirtió cuatro siglos antesy entendió que cada palabra de la cultura náhuatl reflejaba, en mucho, la realidad de esa cultura.
En este trabajo no pretende ser una revisión abarcadora del total de la literatura producida en antropología lingüística ni de los campos de estudio que se relacionaron con ella durante el siglo pasado; sin embargo, si quiero exponer que el fraile franciscano pudo acercarse a la cultura náhuatl para implantar de modo alguno el cristianismo a través del registro de vocablos nahuas. Su pasión por la descripción lingüística detallada y la convicción de que las lengua de los naturales mexicas era una herramienta fundamental se vio reflejada gracias a través la labor que realizó para favorecer la misión que tenía encomendada, asimismo le permitió planificar el trabajo de campo que le sirvió de manera sustancial para el estudio de la cultura náhuatl.
A medida que el hombre comienza a hablar va conociendo el mundo que lo rodea, se sirve de las palabras para comunicar una idea, un pensamiento, una expresión; éstas, a su vez, componen un sistema al que se le denomina léxico en el que se encuentra la base del funcionamiento del complejo sistema lingüístico que nos ayuda a parcelar nuestra realidad. En la relación conocimiento-lenguaje está implícita la designación de los objetos, se van creando vocabularios en los que las civilizaciones y los pueblos plasman, además, su entorno y su modo de vida, se establece una relación del hombre con el mundo que se caracteriza por la libertad que éste tiene frente a los nombres que damos a las cosas. Sin embargo, se ha cuestionado mucho acerca de la naturaleza de la lengua como un recurso cultural y como una práctica social, pero los estudios de los primeros etnolingüístas tuvieron la convicción de que las lenguas constituyen una herramienta fundamental no sólo para favorecer el trabajo de campo sino también para el estudio de la cultura porque a través de las lenguas nos es posible comprender la realidad que reflejan a partir de su estructuración en infinitos actos del habla donde se manifiesta la experiencia del mundo. A lo largo del tiempo, las lenguas han sido objeto de investigación, lo que ha aclarado, de algún modo, que la diversidad de los pueblos, de las épocas y la esencia del hombre se encuentra subyacente en ellas.
Es verdad –apunta Gadamer- que es posible conocer en el espejo del lenguaje las cosmovisiones de los pueblos e incluso la estructura concreta de su cultura”; es por lo anterior que para entender todas las “cosas” de los naturales había que acercarse al universo ajeno, extraño había que hacerlo a través de la lengua; no se trataba sólo de registrar y fijar cada vocablo de la idioma náhuatl, sino explicarlo para conocerlo porque “no es posible tratar con el otro sin comprenderlo, ello es más aún más cierto si queremos dominarlo: la necesidad de comprender la cultura ajena nace de la voluntad de dominio”.
De ahí que la Historia general sea una fuente de consulta para saber algún dato histórico del México antiguo, pues en ésta es posible encontrar referencias de las personas que nos precedieron ya sobre las cosas divinas, las humanas y/o naturales; orden en el que fray Bernardino reunió los diversos temas de la cultura náhuatl siguiendo el modelo clásico de Plinio el Mayor y de Bartolomé Anglicus. Comenzar por las cosas divinas implicaba registrar lo concerniente a los lugares donde se llevaban a cabo las actividades religiosas, así como a los objetos que se utilizaban en éstas; era necesario, además, penetrar en las cosas humanas y naturales porque en los actos de toda la existencia de los primeros mexicanos el fervor religioso dominaba de la manera más completa y absoluta; desde que nacían hasta que morían, ya en las actividades comerciales o bien en tiempos de paz y guerra. “Sacar a la luz” todas las cosas serviría también para resaltar el aspecto moral de los naturales que beneficiara la instauración del cristianismo.
El registro de vocablos, sobre todo de los referentes a la tradición religiosa indígena del siglo XVI, fue más allá de una sencilla recopilación; era imprescindible una investigación que descubriera, además, las estrategias que los catecúmenos empleaban para seguir realizando, en la medida de lo posible, sus rituales. Fray Bernardino observa que los indígenas persistían en conservar sus antiguas ideas religiosas, pues, continuaban invocando a sus dioses y, frecuentemente, se veía a los indios trasladar sus ceremonias a pueblos remotos, distantes de templos y conventos; de igual forma; fingían rendir culto a algún personaje cristiano cuando, en realidad, lo realizaban para alguno de sus dioses.
La intención del fraile abarcó más que el transvase de la lengua náhuatl al castellano para que sus correligionarios lo entendieran; era necesario revelarles que todavía estaban presentes muchas actividades religiosas propias de los naturales; de ahí que apuntara en el capítulo XII del libro XI de la Historia que, tanto en el monte que humea, como en el de la mujer blanca; “monstruosos de ver, solía haber mucha idolatría”, lo cual había sido comprobado por él mismo al haber subido a estos dos volcanes; resultaba urgente dar a conocer todas estas tradiciones del indígena del siglo XVI para restablecer y cumplir el mandamiento católico.
No escapó a Bernardino de Sahagún cada detalle de una ofrenda, de una ceremonia a un dios o diosa determinado, de alguna de las actividades cotidianas que se llevaban en esos lugares recién conquistados. El fraile registró desde las ceremonias y rituales a sus dioses como la medicina que se usaba, las técnicas de construcción, la elaboración de objetos como comales, metates, e incluso, las diversas formas de alimentarse de los mexicas; todo esto a través de la palabras nahuas: calpulli, calmecac. Acxotlán, copolco, tzompantli, yacualli, otlat, y un sin número de vocablos que nos proporciona sobre la cosmovisión de un pueblo que nos antecedió. Es por lo anterior que creo acertado consultar sin desdeñar la obra de tan importante estudioso de la cultura que forma parte de nuestro origen, es en la Historia general en donde nos podemos acercar, de algún modo, a esa herencia cultural que de no haber sido por estos humanistas se hubiera perdido. Es necesario que exista, ante todo, la comprensión del contexto en el que se dio la evangelización para entender la identidad que nos conforma como resultado de la convivencia de dos culturas. cultura pues esta reviste toda una cosmovisión que el misionero tuvo bien a describir.
Escritor: Edith Chávez Urbán