El mundo actual se desarrolla bajo condiciones que hace diez años eran casi impensadas. La rapidez con la que fluye la información ha influido sobre la manera en que nos comunicamos o interrelacionamos con otras personas, de tal manera que la tradicional forma de entregar y recibir información ha devenido en una forma no lineal o cronológica, dando cuenta de un mundo en constante cambio y adaptación de sus maneras.
Un cambio casi radical es el que se ha desarrollado en la relación entre profesor y estudiante, tanto dentro como fuera del aula. Un ejemplo claro de esto es que, hoy en día, es común que los alumnos tengan acceso a la misma información que un profesor que estuvo cinco o seis años en una universidad, y acudan a ella rápidamente desde distintas plataformas, siendo la principal de éstas Internet. Esto no quiere decir que estos sepan usarla, aplicarla o que, en términos más específicos, la comprendan. Esta situación ha supuesto un cambio en la manera en que profesor y estudiante se relacionan, puesto que el docente ya no representa para los estudiantes la “fuente” de información, sino alguien que replica saberes sacados de libros, revistas o Internet. Y he allí la base del problema: los estudiantes han entendido que están a la par de un profesor en la medida que ambos acuden a las mismas fuentes de información, pero no han entendido que hay un proceso de asimilación, necesario en el proceso de enseñanza- aprendizaje, para que ellos puedan usar ese conocimiento y que se requiere a un profesor orientando dicho proceso.
Ahora bien, este problema constituye a la vez un desafío para los profesores, puesto que son los agentes más apropiados de modificar esta situación. Es el profesor quien está en el aula a cargo de sus estudiantes y quien representa la figura de autoridad del lugar, no sólo a través de la entrega de normas para una buena convivencia, sino sobre todo, por medio del establecimiento de vías adecuadas para una buena comunicación y la determinación de las maneras más ajustadas para mejorar el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
Cuando hablamos del cambio que se ha producido en la relación entre profesor y estudiante no tenemos por qué darle una connotación negativa, pero sí otorgarle la atención necesaria para hacer algo al respecto. Debido a que el alumno puede acceder a la información desde Internet, los profesores deberán dar tareas cada vez más difíciles y completas, que impliquen no sólo la búsqueda de información sino la aplicación del conocimiento a situaciones específicas. Un ejemplo concreto, aplicado a la asignatura de Lenguaje y Comunicación, podría ser que los estudiantes, una vez conocidas y estudiadas las figuras literarias, investiguen su uso en la publicidad o su presencia en conversaciones cotidianas, explicando de qué manera funcionan cuando no están dentro del contexto propiamente literario.
Asimismo, la manera de intercambiar conocimientos o información ya no es lineal ni cronológica. Los profesores se enfrentan al desafío de trabajar con estudiantes que requieren estímulos que en apariencia no responden a una lógica de sucesión sino de alteraciones o “saltos”, por lo que fácilmente pierden la atención hacia un contenido cuya didáctica no los estimule como lo hacen las páginas de Internet, los medios de comunicación o la tecnología en general.
Una forma de resolver esto es usar Twitter o Facebook a favor. Por ejemplo, en la asignatura de Lenguaje y Comunicación, luego de ver el contenido de los microcuentos el o la docente puede pedirle a los estudiantes que creen uno de su autoría usando Twitter, facilitando de esta manera la habilidad de síntesis a la par del uso de la tecnología. En conclusión, el hecho de estar en un mundo de constante cambio implica que los profesores usen estas transformaciones a favor de su labor docente y del aprendizaje de sus estudiantes, adaptando la manera de hacer clases, el estilo de las tareas y la forma de comunicarse con sus estudiantes.
Escritor: Karla González Droguett