El cambio de actitud en el docente implica siempre un cambio de actitud en los alumnos

 Mucho se ha comentado acerca de los obstáculos que intervienen en la educación y el aprendizaje de los estudiantes en la educación básica, entre ellos se encuentra la apatía generalizada y el desinterés que muestran hacia la clase dentro del aula. Uno de los discursos más escuchados de los profesores se refiere a este punto como determinante en el éxito o fracaso de un alumno, sabemos que si bien es cierto que los estudiantes no se sienten precisamente motivados a realizar actividades obligatorias o “impuestas” por alguna autoridad, también intervienen otras causas como su contexto social, familiar, económico y cultural, por lo que el profesorado tiene muchas instancias de dónde echar mano cuando se le pregunta sobre el bajo rendimiento académico de sus alumnos.

Es que ellos no escuchan siquiera las instrucciones, cómo van a saber si la actividad es interesante o no, les motiva o no, si ni siquiera tienen la decencia de leer o escuchar qué se les está pidiendo” o “Para ellos, el aprendizaje no importa, importa la nota, la calificación, cómo la obtengan y si es legítima carece de importancia, pueden copiar a sus compañeros, plagiar descaradamente de un sitio de internet, realizar sus actividades con el mayor descuido porque su objetivo está en aprobar, no en aprender” o “ahora tienen acceso a todo de manera fácil y rápida, no necesitan afanarse para conseguir lo que buscan, de modo que pedirles que realicen un esfuerzo intelectual resulta fastidioso y en ocasiones inútil para ellos, no quieren pensar, porque ya todo se los dan hecho”.

En estos tres ejemplos, observamos que la responsabilidad del fracaso educativo o del bajo rendimiento es de los alumnos, son ellos quienes deberían mostrar mayor disposición y diligencia en su proceder; sin embargo, para que una relación tome determinada forma se necesita la participación, ya sea activa o pasiva, de ambas partes, por un lado, un grupo que no muestra interés en su propio aprendizaje, y por otro, un profesor que continúa con el mismo método esperando que un día las circunstancias cambien y pueda trabajar como había ideado desde un principio, mientras tanto se enfurruña y culpa al sistema, a los padres, a la sociedad o a los mismos alumnos.

No es un secreto que si yo cambio el mensaje, cambia la respuesta, invariablemente, si yo como docente modifico cualquiera de mis actitudes, el microsistema del estudiante se ve afectado y por tanto causará, en mayor o menor medida, un impacto en su pensamiento y su actuación. Esto no implica que cualquier cambio será favorable y obtendremos el éxito, pero sí nos da la pauta para ser un motor de cambio.

Podemos preguntarnos ¿Qué estoy haciendo yo? ¿Cómo participo en el conflicto? ¿Qué actitud asumo ante la suya? ¿Qué puedo cambiar? ¿Qué es inamovible? Definitivamente hay cosas fuera de negociación, como los principios o los valores universales, no vamos a negociar el respeto, ni la justicia, ni la verdad, pero sí puedo cambiar la forma en que te hago sentir respetado y en la que te muestro que como docente también soy respetable.

Respondiendo estos cuestionamientos tenemos un punto de partida que ofrece un abanico de posibilidades de gran amplitud y diversidad. Nosotros tenemos ahora opciones, ya no somos víctimas de las circunstancias, sino responsables del cambio. No es posible definir de manera general qué cambios son los que deben realizarse, puesto que cada profesor convive en un contexto particular con necesidades, recursos y circunstancias diversas, por lo que es únicamente a través de la experimentación de este cambio en su propia actitud que podrá autorregular la óptima gestión del aula.

Si uno de los obstáculos que se presentan durante su clase, es la apatía, la falta de respeto, de diligencia o responsabilidad, pregúntese si usted les está ofreciendo eso mismo, y si es así, si lo está haciendo de la manera adecuada, es decir, de forma que sus alumnos lo perciban y comprendan. Si queremos mejorar la disciplina en el aula preguntémonos, qué tan disciplinados somos nosotros como profesores ¿exigimos en el mismo nivel en el que damos? ¿Somos modelo de lo que ellos “deben” ser? ¿Estoy generando un cambio, o perpetuando una situación desfavorable? Como bien dice Gandhi, sé el cambio que esperas ver en los demás.

Escritor: Itzul De la Rosa Núñez