EL DERECHO A LA PARTICIPACIÓN COMO PRÁCTICA EN EL PROCESO DE CONSOLIDACIÓN DE UNA SANA CONVIVENCIA

Para esta oportunidad, es mejor contemplar el sentido de la participación como una condición para mejorar la convivencia escolar, al constituirse como un derecho propio, inherente a todos los sujetos de la comunidad educativa, esencialmente como miembros de una institución que contribuye, de una manera u otra, a la formación de estudiantes bajo principios democráticos de la escuela como un micro estado donde se ejerce dicho derecho.

, llegando a ser un ejercicio iluminador que contribuya a la consolidación de la convivencia escolar. Nociones del derecho a la participación y la participación en la escuela En las circunstancias actuales, el campo del respeto por los derechos de los niños, las niñas y los jóvenes ha adquirido relevancia en las prácticas de la escuela y la sociedad en general. Es así como desde el punto de vista práctico, quisiéramos contemplar explícitamente su dinamismo de cara a lo que las instituciones escolares realizan hoy en día, frente al complejo y controvertido tema de la convivencia escolar.

Para nadie es un secreto que las relaciones al interior de la escuela pasan por un momento de crisis, cuando por un lado se exigen derechos y por otro se desconocen los ya estipulados, casi siempre por los caminos violentos. En este contexto, bien valdría considerar los derechos que tiene los niños, las niñas y los jóvenes como fuente de relaciones auténticamente pacíficas y así generar cordialidad y respeto entre toda la comunidad. Siguiendo a Arango (2004, p.36), “concebir los derechos como relaciones evita que éstos sean tratados como algo disponible, fungible, transable o prescindible. Las relaciones que comportan los derechos humanos son relaciones básicas de convivencia social.”. Este enfoque, supone que estos derechos no pueden obedecer bajo ninguna óptica a transacción alguna, si esto ocurre, se estaría incursionando en el terreno de la vulneración.

Es necesario recalcar desde la escuela que las relaciones entre los hombres van a estar siempre mediadas por normas mínimas de convivencia social. Así, en la medida en que todos los hombres participen y tomen decisiones conscientes de su impacto, en una vida adulta, respetaran y reconocerán en el otro, su derecho a participar de forma genuina. Ahora bien, la escuela como espacio inicial de aprendizaje democrático, se convierte en el vehículo ideal para que los sujetos, en un ambiente igualitario, practiquen y ejerzan sus derechos conservando el horizonte de convivencia, generando dinámicas escolares que permitan a los sujetos ejercer y respetar sus derechos y los de los otros en la sociedad. De esta manera, pensar la escuela de hoy como construcción democrática, donde los sujetos expresen sin ningún temor sus opiniones y de igual forma su deseo de participar en los procesos de gobierno, es un claro ejemplo del ejercicio de libertad. Así, la democracia escolar emerge como el sitio donde se ubica la participación de los niños, las niñas y los jóvenes y como tal su gobierno debe ser promulgado y respetado, son ellos quienes deciden y participan, debe ser un ejercicio sin presiones e igualitario, que contribuye siempre a fortalecer los lazos de toda la comunidad y al inicio del respeto democrático. Galvis, 2008, p.121). En otras palabras, el estado y la escuela pueden ser a su vez coparticipes y garantes en la consolidación de ambientes participativos en la escuela, como su sistema inicial de gobierno.

Conclusiones
Vale la pena resaltar que el desconocimiento de los derechos de participación puede llevar a los sujetos a trasgredir los lazos del respeto, al no lograr identificar las prácticas ni los mecanismos que articulan su ejercicio en la escuela. De acuerdo a lo anterior, el derecho de la participación solo se logra consolidar a partir del reconocimiento a sí mismo y a los otros como sujetos con una serie de derechos y deberes que prevalecen en los diferentes espacios de la escuela, los cuales no pueden ser vulnerados o atacados bajo ninguna clase de interés.

Por lo tanto, los niños, las niñas y los jóvenes, están facultados para ser protagonistas en sus contextos; sin embargo, al no ejercer el derecho a la participación por desconocimiento o supresión, delega en otros la responsabilidad de asumir posturas frente a la toma de decisiones, creando ambientes hostiles para el reconocimiento de la participación.

La democracia en la escuela debe ser vivida en su forma autentica de concepción, es decir, incluyente y deliberativa. Mientras las instituciones sigan generando procesos de forma representativa, los sujetos aprenderán que su participación política se limita a la elección y el voto, y es poco probable que lleguen a ser parte de apuestas democráticas más ajustadas a su realidad. De otra parte, el manual de convivencia adquiere una gran significación en la escuela, en la medida que este permite la consolidación de ambientes democráticos bajo límites determinados a partir del respeto y la convivencia. Así, lograr establecer su construcción por medio de la participación de todos los sujetos que conforman la comunidad escolar, logrará desarrollar prácticas legitimas de forma comunitaria. Solo en la medida en que a partir del reconocimiento de todos como hacedores y veedores de los procesos se dinamizan las prácticas en la escuela.

norma sancionatoria a un pacto de voluntades, donde todos son protagonistas. Entre otras cosas un pacto construido desde la democracia incluyente y deliberativa. Cabe mencionar que el manual de convivencia, obliga a las instituciones a generar mecanismos que dinamicen las prácticas y su ejercicio constructivo por parte de los estudiantes a través de la participación como eje articulador. De esta manera, vemos que el derecho a la participación hace un llamado permanente a todos los miembros de la comunidad educativa, y desde ya invita a que docentes, padres de familia y sujetos escolarizados, nos convirtamos en hacedores y coautores de cambio.

Referencias

Arango, R. (2004). Derechos, Constitucionalismo y Democracia. Bogotá: Arco.

Areiza, B. C. (1999). Los manuales de convivencia escolar en la educación oficial de Antioquia. Medellín: Revista educación y pedagogía.

Bermúdez, A. Jaramillo, R .El Manual De Convivencia Como Pacto Social: Unas estrategia sistémica para su construcción en forma democrática y participativa. Informe Final proyecto de innovación para formación en valores. Contrato 033 2000 IDEP, Armonía Impresores Ltda,2002

Cortina, A. (1989). Etica mínima. Madrid : Editorial Tecnos

Galvis, Ligia. (2008). Comprensión de los Derechos Humanos. Ediciones Aurora. Bogotá

IX Conferencia Internacional Americana,(1948) Declaratoria americana de los derechos y deberes del hombre Bogotá,
Ianni, N. D. (1998). La convivencia en la escuela: un hecho, una construcción. Hacia una modalidad diferente en el campo de la prevención. Buenos Aires: Paidós.
M. Puig, J. y. (2000). Cómo fomentar la participación en la escuela. Barcelona: GRAÓ.

República de Colombia (1994). Ley 115 de 1994 o Ley General de Educación, Bogotá.

Valencia.V, M. &. (2006). La figura del manual de convivencia en la vida escolar. Elementos para su comprensión. Cali: Universidad de S.

Escritor: Rene Arturo Vallejo Calderón