El desafío de la libertad en un océano de derechos

Desde hace ya varios años he vivido ciegamente fiel a la consigna de que «la libertad del hombre consiste en las responsabilidades y no en los derechos»; en todo caso, me habían resultado insuficientes los argumentos que demostraran que así es, especialmente cuando a quien tenía que convencer era a mí misma. En su oficio, el maestro todos los días tiene que vérselas con el tema de la libertad:enseña a sus alumnos que los seres humanos nacemos libres,en esa misma línea incursiona en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,habla de la libertad de pensamiento,de cátedra,de expresión;en fin,se mueve espontáneamente en un asunto de grandes honduras,y que desde tiempos inmemoriales ha dado pie a controversias y debates.

Sin embargo una experiencia reciente me mostró nítidamente la validez de mi consigna, y gracias a una situación muy simple se revelaron algunos aspectos elementales que me ayudaron a diferenciar y anteponer, por un lado la libertad como el pleno ejercicio de los derechos, y por otro, el conjunto de exigencias y responsabilidades que cada quien se traza para lograr sus sueños. Luego de terminar una clase difícil pero productiva, indico a mis alumnos (entre los 10 y 12 años de edad) registrar una tarea que debía ser entregada al día siguiente. En un tono bastante circunspecto, uno de ellos pide la palabra y me notifica públicamente que no era posible que yo hiciera tal exigencia, argumentando respetuosamente que estaba consignado dentro de sus derechos. Por su puesto, la mayoría de sus compañeros adhirieron a la injerencia del chico y a partir de allí me ocupé con más seriedad de pensar el problema de la libertad.

El jovencito, por su puesto se refirió a los derechos que sabe que tiene, incluso una madre orgullosa diría que su vástago está haciendo uso de su “libertad”. En ese sentido, ¿podría uno decir que la libertad y el ejercicio de los derechos son lo mismo?; todo parece indicar que sí. Sin embargo, ¿no tiene el maestro “libertad” en el aula y puede dirigir a su manera procesos de enseñanza?, ¿acaso el pequeño no tiene derecho a la formación? En este momento empiezan las preguntas incómodas.

En principio la libertad suele entenderse como la posibilidad del hombre de dar rienda suelta a sus impulsos más primarios, en el caso del pequeño, de no invertir esfuerzos en realizar su tarea en un tiempo más exigente. Este análisis es en todo caso superficial, y lleva directamente a otra concepción de la libertad que resulta cómoda para la mayoría: “la que va hasta donde empieza la del otro”. En este punto la discusión se va poniendo interesante justo porque ya nadie se atrevería a referirse a la libertad sin condicionarla, empieza a ser relativa e incluso cuantificable.

Si seguimos avanzando nos vamos a ir encontrando una libertad para elegir (el caso de la sociedad de consumo es un ejemplo muy contundente en este caso), sin embargo, cuando el que es libre puede elegir, empieza a ser necesario elaborar juicios sobre esas elecciones, específicamente las “buenas” y las “malas”. En ese sentido, también podría traer a colación el caso de la “responsabilidad de los actos”, una vertiente de la libertad que empieza a tonar un tono distinto en cuanto empiezan a desaparecer los derechos y en cambio saltan a la vista las responsabilidades.

En este punto ya lo incómodo es hablar de la libertad sin recurrir a las responsabilidades, la común consigna de que la libertad ofrece al hombre la posibilidad de desafuero ya nos resulta peligrosa, elegir se convierte en una trampa del mercado y la “libertad individual” imposible en contextos sociales. Finalmente nos queda empezar a pensar qué es en verdad la libertad, reflexión que nos acerca can bastantes riesgos a las profundidades más oscuras del alma humana. No puedo de todos modos terminar este texto sin mencionar el fin del relato con mis alumnos. Ante la posición de mi alumno sonreí, les comuniqué dulcemente que era una tarea muy fácil y corta, y al día siguiente todos las presentaron sin dificultades, no fue un deber a regañadientes.

Escritor: Viviana Andrea Márquez Mosquera

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