EL MEJOR LUGAR DEL MUNDO

Buscando información relacionada con mi tesis encontré un libro cuyo título era “El mejor lugar del mundo es aquí”, su contenido nada tenía que ver con el tema de mi investigación pero me hizo reflexionar y me pareció muy interesante para incluir algunos detalles en mi trabajo.

Cuando dejamos nuestro país natal, acarreamos no sólo unas cuantas maletas llenas de ropa, nos estamos llevando recuerdos, experiencias, cartas de nuestros familiares deseándonos lo mejor pero anhelando un pronto regreso y la realidad es que no tenemos certeza de nada.

Lo que sí es cierto desde mi punto de vista que la vida es una maravillosa aventura, y diciendo esto no intento minimizar el impacto que sufrimos cuando por decisión propia o no dejamos nuestro país, nuestros afectos, la vida social que tenemos hasta ese momento, por supuesto que es difícil para cualquier familia afrontar estos cambios tan radicales pero eso no quiere decir que no sea posible llevar una vida plena y en armonía familiar y creo que aquí juega un papel fundamental la actitud, fundamentalmente de los padres.

Hace 9 años decidimos con mi esposo buscar  mejor calidad de vida lejos de Argentina, y en ese momento pensamos por diversas razones que España podía ser el lugar ideal, estábamos llenos de incertidumbre por lo desconocido, por cómo íbamos a enfrentar el cambio, pero lo que teníamos claro y fue muy hablado antes de emprender el viaje, era poner nuestro mayor esfuerzo para insertarnos en la sociedad española, seguramente porque yo ya había vivido en el desarraigo de niña y adolescente y sabía que quería otra manera de vivir para mi familia.

En mi primer desarraigo, el cual duró 16 años, vivimos en Venezuela, un país precioso con sus encantos como todos los países, de esos años el primer recuerdo que siempre viene a mi mente es la añoranza de mis padres por Argentina, con un deseo de volver continúo que siento no nos permitió arraigarnos del todo. Un periodista  y escritor argentino Carlos Ulanovsky expresa de su propia experiencia del desarraigo lo siguiente:

“Extrañar fue, a veces, un modo de defender la identidad, pero también fue un modo de legitimar una forma de pensamiento autoritario o de empecinamiento melancólico para esconderse y pasarlo peor. Para restarnos energías y dejar desinflar proyectos..

..Pero igual, aunque parezca loco, aunque sea difícil de entender, también, a la distancia, se es capaz de extrañar hasta lo malo”[1].

Y este es un punto que me parece muy crítico, el extrañar por supuesto que es parte del proceso porque hemos dejado en nuestro país parte de la historia, con lo que nos identificamos y sentimos que pertenecemos, pero lo que no debemos permitir como familia es que no nos deje avanzar, que nos impida perfeccionarnos, ser plenos donde quiera que estemos. Hay que dejar de añorar algo que no tenemos porque nos estamos perdiendo de lo que si podemos gozar, de nuestro día a día, de las pequeñas cosas que realmente nos hacen felices, lo demás es idealizar, es fantasear.

Debemos dar lo mejor de nosotros ahora y aquí con profundo amor, queriendo lo mejor no sólo para nuestra familia sino para todos los que nos rodean, amigos, colegio, comunidad. Juan Pablo II decía: “Darse, ofrecerse, lleva consigo un enriquecerse, nos enriquecemos dando, ofreciendo”[2]

De adolescente sufrí mucho el hecho de no vivir en Argentina, anhelaba el regreso porque veía el deseo ferviente de mis padres, parecía que todo lo mejor iba a llegar cuando finalmente se concretara el retorno y eso nunca ocurrió. Yo estaba cerca de los 20 años cuando volvimos, con una carrera universitaria muy bien encaminada, con amigos entrañables y sin embargo lo dejé todo por volver, volver a un país que desconocía pero que por alguna razón yo sentía que era el lugar al que pertenecía y la realidad fue muy cruel. De hecho creo que nunca llegué a sentirme del todo identificada pero esa experiencia me marcó y  creo que para bien, porque ahora puedo tener una visión muy distinta y encarar nuestra situación familiar con mucha ilusión, con esperanza y alegría por lo que vivimos día a día y lo que vendrá.

Como familia vamos reescribiendo nuestra propia historia, independientemente de las experiencias propias. Para nuestras hijas este proceso o manera de vivir les es completamente normal y forma parte de nosotros como familia, en ningún momento nos han escuchado nuestro deseo o no de volver, porque de hecho no lo sentimos así. Sentimos que el mejor lugar del mundo para vivir es Aquí!!!!!!

Muchas veces podremos elegir el lugar de residencia y algunas no pero la decisión de ser felices o no, de ser agradecidos por lo que Dios y la vida nos van ofreciendo es una cuestión principalmente personal, interna y no externa.

Si basamos nuestro día a día en críticas, remarcando las diferencias culturales, pensando que lo mejor está en nuestro país de origen, todo se convertirá en un pesar. Por el contrario si podemos enfocarnos en ver y apreciar las ventajas de estar en otro país la calidad de vida será definitivamente mucho mejor, y ¿a que me refiero con ventajas? La gran posibilidad que tenemos de conocer una cultura totalmente distinta, y esto nos da apertura de mente, que es una manera de fortalecer nuestro carácter porque estamos más abiertos a la flexibilidad y entendimiento. Por otro lado vamos conociendo personas que van dejando huella y forman parte de nuestra vida y nuestros afectos.

Me encontré con una canción que precisamente se llama El mejor lugar del mundo y quisiera cerrar este capítulo con la siguiente frase:

“Más que todos los lugares, el más bonito inspirador, es donde quedo en oración, a los pies del Salvador. El mejor lugar del mundo, está en los pies del Salvador, donde encuentra esperanza y alivio el corazón. Es allí donde me encuentro con la fuente del amor.”



[1] ULANOVSKY, Carlos., Seamos felices mientras estamos aquí.SUDAMERICANA.2011. p.76

[2] Aprender a querer. Diálogo con San Josemaría Escrivá: youtu.be/gyZ6ZmxZLCI

Autor: Sabrina Moloney

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