El origen de la magia del teatro

Entras a una sala y tomas asiento, un locutor te avisa que estás en “la tercera llamada”, las luces se apagan y aparecen algunas personas en un espacio iluminado, moviéndose de un lado al otro, hablando a un volumen alto y aparentando ser otra persona. Viéndolo así, eso que le llamamos “teatro” parecería no tener ningún sentido, pero con el paso del tiempo, con las cosas que aprendemos, le damos un significado, se transforma en historias, en cosas que otras personas viven, el placer de espiar la vida de los demás, aventuras que aspiramos vivir. El teatro comienza ligado a la religión aunque poco a poco se ha ido desligando de ésta. Una de las únicas expresiones teatrales que conservan esa cercanía son las pastorelas pero, no obstante cuentan la leyenda del nacimiento del hijo de dios, se han vuelto más una tradición divertida que una celebración canónica.

En la Grecia antigua nace el teatro como lo conocemos, o casi. En realidad surge algo similar en otras culturas más antiguas o muy lejanas de los griegos (los chinos, por ejemplo, han registrado la aparición de su teatro aproximadamente en el 2000 a.C.), pero son ellos los que le dan nombre a esta actividad y colocan las bases en las que se asentará el Arte Dramático. Se dice que durante las festividades que se realizaban celebrando a Dionisio, el dios del vino y la alegría (llamadas “Ritos Dionisiacos”), se llevó a cabo un concurso de Tragedias: historias en las que los personajes se enfrentan a la adversidad. Esto fue aproximadamente quinientos años antes de Cristo. El ganador fue Tespis, un poeta y orador quien usando la mímesis (es decir, el imitar a la naturaleza como concepto artístico) representó su historia. Se paraba ante la multitud y realizaba movimientos y gestos, acompañado de tonos diferentes en la voz. Por eso se le llamó justamente “Padre del Teatro”, y se puede suponer que el monólogo fue la primera forma de representación teatral. Años después, se añadió un segundo actor.

Posteriormente se sumó el género de la Comedia: historias que se burlan de las convenciones sociales, provocando la risa. Nace aquí también el término dramaturgo o persona dedicada a escribir dramas, como se llaman en realidad todas las obras de teatro. Algunos de los más importantes dramaturgos griegos fueron Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes. Dada la popularidad del teatro en la sociedad griega, otros pueblos, como los romanos, fueron adoptándolo (y adaptándolo) hasta volverlo parte de sus costumbres. Poco a poco fue perdiendo su carácter ceremonial y divino, y se transformó en un medio de diversión para el público que lo observa.

Si bien los primeros espacios en los que representaban las obras dramáticas tenían capacidad hasta para veinte mil personas (como un estadio de futbol de la actualidad), gradualmente se fue adaptando a cualquier espacio en donde se pudiera realizar un montaje. Ya para la edad media, el teatro alcanzó tal popularidad que surgieron dramaturgos, actores y compañías teatrales por toda Europa. Algunos grupos de actores viajan en carretas de pueblo en pueblo presentando su trabajo en plazas y graneros o en donde se les permitía. A esas compañías se les llamó Trashumantes por su carácter nómada. Para los siglos XVI y XVII, el arte dramático alcanzó su máximo punto hasta entonces, y surgieron nuevos estilos y dramas, generados por grandes autores como John Lyly, Thomas Kyd, Christopher Marlowe y William Shakespeare, en Inglaterra; Molière, Jean Racine y Pierre Corneille, en Francia, y Miguel de Cervantes Saavedra, Luis de Góngora y Félix Lope de Vega, en España.

El teatro siguió siendo importante en los siguientes años pero es hasta finales del siglo XIX que se transformará totalmente en lo que hoy conocemos, debido a la aparición de Constantin Stanislavski, actor y director teatral ruso que creó lo que se le llamó la técnica, que fue el primer tipo de enseñanza teatral realizada de forma metodológica, siguiendo ciertos pasos y alejándose de las escuelas teatrales tradicionales.

Hasta la llegada de Stanislavski, los actores se formaban prácticamente sobre la marcha, mientras trabajaban en diversos oficios en las compañías teatrales o estudiaban con maestros que mezclaban conocimientos didácticos de la ópera, la danza o el canto, y si bien ya existían intentos de generar una forma de educación histriónica que tuviera métodos propios, es él quien consolidó la pedagogía teatral, después de años de investigación. La diferencia entre los métodos de actuación “clásica” y la técnica sería muy evidente. Mención aparte merece el hecho que las obras que se estaban escribiendo en ese entonces, llamadas naturalistas, buscaban parecerse más a la realidad cotidiana que a las historias extraordinarias que habían inundado lo representado hasta ese entonces (lleno de historias sobre dioses y mitos, que se nutría de un lenguaje exquisito, lejano a la forma de comunicación cotidiana). El mayor representante del género naturalista fue Antón Chéjov, cuyas obras parecían hechas a la medida del estilo de actuación generado por Stanislavski.

Han pasado muchos años desde entonces y el teatro se ha transformado, en el siglo pasado y en éste más que nunca. Si bien su popularidad ha disminuido, también es cierto que sus “hijos”, como muchos llaman a las series de televisión, las telenovelas y las películas, no han podido opacarlo o desaparecerlo. Por el contrario, hoy más que nunca el “Arte de Tespis”, se ha vuelto refugio de sueños, de anhelos, de fantasías.

La gente disfruta y se maravilla con una comedia musical o un espectáculo de clown. Al público le encanta ver y sentir lo que ocurre en un foro. En espectáculos como el Cirque du Soleil está implícito el teatro. En las grandes actuaciones del cine, esas que todos alaban y se llenan de premios, se encuentra el teatro. Hoy en día se presentan obras en grandes espacios, en foros pequeños, espacios alternativos, parques, patios o plazas públicas, incluso algunas compañías representan sus trabajos en pequeños departamentos a los que sólo pueden entrar unas cuantas personas. Y sí, siempre impresiona más un hombre dando una maroma en un escenario que uno volando en la televisión.

Escritor: Luis Felipe Jurado