EL PEDIR FIADO

En los tiempos que vivimos, el crédito es parte del diario quehacer, las personas hacen uso de tarjetas, que permiten realizar diferentes transacciones. Eso es “pedir fiado” dirían nuestros abuelos Desde que el mundo es mundo el sistema de créditos ha prevalecido en los distintos grupos humanos y Chile no ha estado ajeno a ello. Durante la conquista y a consecuencia de la guerra de la Araucanía, muchos españoles vieron afectado su peculio, por lo que se acudió a dar en prenda un objeto de valor a cambio de recibir, un dinero sin perder lo entregado, que se recuperaba al devolver, lo recibido Los empeños antes de la colonia, se realizaban entre personas, serían muchos años después que se abrirían las casas que llevaban a cabo este sistema de préstamos de dinero.

A medida que se organizó la República en nuestro pueblo comenzaron los “Fiados”, que consistía en comprar algo para pagarlo después y si la persona “era buena paga”, siempre tendría las puertas abiertas para un nuevo crédito. Ser “buena paga” es cancelar a tiempo y la cantidad que corresponde. A raíz de que esto no siempre fue así, comenzaron a surgir algunos carteles alusivos: “Hoy no se fía, mañana si” , “ Se fía solo a personas mayores de 90 años, siempre que vengan acompañados de su abuelito” o también este otro que dice: “ El que fía no está, fue a buscar al que le debe”.

En esto de pedir fiado aparece “la libreta del almacén” que en algunos lugares de Chile aún se mantiene; las personas en especial cuando están sin dinero, compran lo que necesitan y el almacenero anota lo que se ha pedido en la libreta del cliente y también hace lo mismo en un libro que solamente maneja él. Las personas que tienen libreta de almacén, a fin de mes pagan todo lo que deben y el almacenero coloca con letras grandes la palabra CANCELADO, lo que permite que se pueda seguir con el crédito por un mes más. Se decía que algunos dueños de almacén, las cuentas de la libreta las sacaban con tenedor, o sea, cobraban más de lo que correspondía. Y cuando a las personas se les perdía su libreta, quedaban expuestas a que hubiera un mal proceder, pero también estaban los almaceneros que actuaban con honestidad.

Cuando un cliente cancelaba toda su cuenta y a tiempo, se le daba la yapa, que era una atención en la que se regalaban caramelos; delicias para los niños. La libreta del almacén, se adquiría en cualquier negocio, y su formato era como la de comunicaciones que se usaba hace unos años en los colegio; con ella podía comprar cualquier miembro de la familia, siempre que fuera conocido por quienes tenían a cargo las ventas, También los dueños de estos negocios, fueron presas del infortunio, cuando se les incendiaban sus locales y, en esas ocasiones; había clientes honrados que les pagaban de acuerdo a lo que estaba anotado en la libreta, pero otros se aprovechaban de la situación y cancelaban menos o simplemente no lo hacían.

– En las grandes ciudades, la llegada de los supermercados da término a la vida de almacén y con ello este sistema de crédito; y, aunque parezca curioso, hay personas mayores que conservan sus libretas como uno de sus preciados recuerdos se basaba más que nada en la confianza, no se cobraban intereses, ni la serie de comisiones que acompañan a los actuales crédito;, tampoco requería de avales, estado de situación y las otras exigencias que todos conocemos. El Almacén permitía que las personas pudieran adquirir en cantidades pequeñas lo que necesitaban, ya que se podía comprar por medios, cuartos y octavos de kilo. que vivían los clientes que llegaban a diario, con la lista de las compras y su infaltable libreta.

Escritor:  Soledad Minio P

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