EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD

Desde la Edad Antigua en Grecia hasta la Edad Contemporánea en el Mundo Occidental se ha debatido el concepto de Identidad infinitas veces, proyectando definiciones que hacen que la palabra sea –a veces- imprecisa. El problema consiste en que creemos pensar que Identidad tiene que ver con la adscripción de un sujeto a las formas de vida y características de un grupo conformado, o por el contrario, asumimos que es una forma de diferenciarse de otros sujetos.

Sin embargo, la Identidad va más allá de simples definiciones basadas en aspectos físicos. Es una construcción social que reside en el interior de cada sujeto modelando su coexistencia y asimilando las diferencias de otros sujetos. Se podría decir que la Identidad se construye desde: “Una realidad interior a cuyo conocimiento, a lo largo de la vida y mediante la experiencia, esa persona ira acercándose más y más”1.

En principio, el pensamiento acerca de la Identidad comienza en las urbes durante la Edad Moderna, ya que el sujeto adquiere sensibilidad de sí mismo en un espacio común, y se transforma en un individuo que se autorreferencia en su contexto. Así que, el sentido de Identidad individual se explicaba de acuerdo a los títulos que poseía una persona en una sociedad respectiva, basados en los aspectos básicos de su vida (Lugar de nacimiento, contexto social, línea de sangre, etc.).

La sociedad moderna expandió la idea de Identidad a medida que cambiaban las situaciones sociales de los individuos, lo que pone en cuestión una Identidad fija y ofrece la posibilidad de movilidad del sujeto y su autodeterminación en el contexto social. En consecuencia, se produjo una evolución del concepto que dio pautas de análisis a varios pensadores como: Kant, Hobbes, Locke, Rousseau, Hegel, Marx, etc.

En 1950, para los estructuralistas la palabra Identidad recibió un sentido de referencia de los sujetos en un espacio común, en el que se mezclaban las circunstancias culturales, sociales, políticas, económicas, etc. Por su parte, los post-estructuralistas criticaron profundamente al sujeto unitario y autónomo que planteaba la ilustración, proyectando un sujeto fragmentado, inestable y conceptuales, miradas empíricas.

En la actualidad, la Identidad se ha transformado en base de las nuevas dinámicas que ofrece la globalización, los nuevos procesos de tecnología y el mercado. En consecuencia, la Identidad adquiere un contrasentido que pluraliza el concepto y forja identidades que sufren un proceso de cambio continuo desterritorializado y sobredimensionado. Por tal motivo, las concepciones de tiempo, espacio y sujeto se modifican, generando una acentuación de la diferencia, una individualización de la Identidad y una homogeneidad en el terreno cultural.

Incluso, las identidades refieren diferencias que conllevan a la dominación, la desigualdad y la opresión; por lo que la distinción de identidades provoca –hasta cierto punto- una disparidad de individuos que generan exclusión y autoexclusión, es decir, “Las desigualdades en el acceso de recursos económicos y simbólicos así como la dominación y sus disputas suponen y fomentan el establecimiento de ciertas diferencias y, al mismo tiempo, un borramiento u obliteración de otras posibles o efectivas”2.

Así mismo, las identidades pueden ser asignadas o pueden ser asumidas, lo que significa que el sujeto está expuesto a aprehender y
reconocer características de las identidades que circundan a su alrededor. El problema consiste en que es necesario comprender que los sujetos no solo tienen unas identidades móviles, múltiples y construidas, sino también, identidades que se activan teniendo en cuenta el espacio local, regional o mundial al que pertenezca el individuo. Así que los sujetos pueden portar varias identidades que se contrastan con la identidad de otros seres humanos y con la de sí mismo, representadas y reproducidas a través de su discurso.

En definitiva, las identidades “son polifónicas y multiacentuales. Ninguna identidad supone un significado estable y compartido por todos los individuos y colectividades de forma homogénea. Las identidades no son definidas de una vez y para siempre, sino que las cadenas denotativas y connotativas asociadas a una identidad específica se desprenden de prácticas significantes concretas, de las interacciones específicas entre diversos individuos donde se evidencia la multiplicidad de sus significados. En la práctica social de los disímiles individuos y colectividades, las identidades acarrean múltiples, contradictorios y en ciertos aspectos, inconmensurables sentidos.

POR: MANUEL ANDRÉS HERNÁNDEZ MORENO