El proyecto Bremen 2030: una ciudad consciente del tiempo. – 3 parte –

Con este escenario, se establecen tres grandes grupos de objetivos para la intervención en política de tiempo: urbanismo, conciliación de los regímenes temporales de la ciudad y modernización de los servicios públicos y privados. Cada objetivo se expresa en una elocuente frase sintética. Estas grandes categorías de objetivos se concibieron como a principios normativos y como grupos de áreas en las que se llevaran a cabo acciones concretas. El urbanismo se entendió como el siguiente objetivo: hacer que la vida cotidiana en la ciudad y sus tiempos fueran atractivos para las múltiples circunstancias vitales que se entremezclan en la ciudad.

Este aspecto quedaba sintetizado en la siguiente frase: «Las ciudades deben caracterizarse por la densidad espacial y la diversidad temporal, lo que las convierte en realidades vivas y atractivas ». El urbanismo concebido en este sentido necesita que la dimensión física de la ciudad desarrolle y mantenga redes (Dupuy) de condiciones constructivas, de abastecimiento, de movilidad, económicas, etc. Estas redes deben estar adaptadas a las necesidades cotidianas y los deseos de integración de las personas.

Entender así el urbanismo también requiere que la dimensión sociocultural de la ciudad contribuya al urbanismo como un estilo de vida mediante la diversidad y la heterogeneidad, paralelamente a la cooperación y la hospitalidad. A este ámbito de objetivos corresponden los siguientes campos de actuación de la ciudad con derecho al tiempo: la regeneración / revitalización de los centros urbanos, los barrios y los espacios públicos, la seguridad en el espacio público, la transformación de los puntos de movilidad, y el desarrollo de pactos de movilidad.

Estos campos de actuación no son una lista cerrada, sino varios aspectos a enfatizar. La compatibilidad de los regímenes temporales urbanos se entender como el siguiente objetivo: hacer que la variedad de patrones temporales y de actividad que coexisten en la ciudad se vean y se reconozcan como una expresión de un rico proceso de diferenciación y que se perciban y se controlen desde el punto de vista de su potencial de generación de conflicto.

La frase sintética de este objetivo era: «Los horarios de trabajo, los tiempos sociales y la conformación temporal de las ciudades deben adaptarse a la vida cotidiana tanto de cada caso ». La conciliación de regímenes temporales se materializa en una amplia gama de tareas: hacer posible la articulación, la estimulación mutua y la tolerancia recíproca de la diversidad de patrones coexistentes; la habilitación de un balance personal-laboral (es decir, una relación equilibrada entre las estructuras temporales de la actividad profesional y las de un universo cotidiano y vital no profesional: cuidarse, juegos, familia, pareja, vecinos, comunión eticoreligiosa, etc.), las demandas y los imperativos de una solidaridad intergeneracional reforzada en dos sentidos: la conformación de la ciudad para responder a las necesidades espaciotemporales de la siguiente generación y la permanencia temporal de las decisiones locales a tomar; la atención universal a la integración de los objetivos de igualdad de sexos en las acciones de conformación y decisiones competenciales en cuanto al tiempo en el día a día.

En las modernas condiciones de división de trabajo y diferenciación urbana no se puede reducir el concepto de conciliación a una mera forma de «armonía». Hay que entenderlo como un proceso conflictivo en el que todo depende de dos cosas:

a) que se desarrollen las capacidades (en el sentido de que apunta Amartya Sen) y la fuerza para poder solucionar el conflicto, y b) que las precauciones sociales de la moderación y la conciliación entren en juego en el sentido más positivo y con vocación activa.

También en esta categoría de objetivos se engloban campos de actuación cruciales en la ciudad que goza de su derecho al tiempo: la conformación de horarios escolares y de atención a guarderías que encajen en los modelos temporales cotidianos; la adaptación de horarios laborales y patrones temporales no profesionales; una adecuada oferta de movilidad con fines culturales, sanitarias, etc.

La modernización de los servicios públicos y privados es entender como el siguiente objetivo: hacer que los centros que ofrecen servicios a las personas se sustituya la orientación interna (pensar en las condiciones de producción y financiación de estos servicios) para una orientación externa (atender las situaciones cotidianas, las circunstancias vitales y las necesidades de los  usuarios).

La frase sintética de este objetivo era: «Los servicios públicos y privados deben tomar las obligaciones y las necesidades temporales de sus usuarios como punto de referencia y deben contribuir a generar y fomentar la calidad de vida ».  Todas las instituciones con presencia en el día a día de nuestras sociedades urbanas están en plena transición hacia una modernidad la forma de la que aún no se ha decidido.

Hoy en día todos los servicios públicos sin excepción se preocupan de una manera u otra para la calidad de los servicios que prestan. A menudo ocurre, sin embargo, que se concibe la calidad desde un punto de vista tecnocrático. Este punto de vista se concentra en la eficiencia y la efectividad, y eso no beneficia a la ciudadanía en el uso que hace del tiempo. Para responder a la demanda de justicia en el uso del tiempo necesario crear proyectos de modernización reflexiva que se caractericen por dos elementos: la referencia integral a la calidad de la vida cotidiana (no sólo del servicio privado o público en cuestión) y la interrelación los diferentes prestadores de servicios.

Así, la modernización reflexiva supone un incremento los procesos de información, de comunicación, de participación local y regional y, en conjunto, de generación de confianza en los espacios inmediatos. A esta categoría de objetivos pertenecen los siguientes campos de actuación de la ciudad con derecho a su propio tiempo: la preocupación por la existencia, la calidad y la accesibilidad de servicios personales importantes para la superación del día a día, la adecuación de sus estructuras temporales, la generación de asociaciones públicas-privadas y de pactos temporales locales.

En última instancia, el conjunto de estas metas se fundamenta en el postulado según el cual existe un «derecho al tiempo »o un« derecho al propio tiempo ». Se centra en las relaciones y los movimientos registrados dentro del espacio inmediato local-el municipio, la ciudad, la región-, espacio en los que se desarrolla la vida cotidiana ya los que remiten o los que derivan las estructuras temporales.

No faltan razones ni ganas (social, cultural y económicamente hablando) para contribuir a que exista el derecho al tiempo. El tiempo como derecho («derecho al tiempo», «Derecho temporal») es un tema cada vez más debatido en Europa, pero todavía no existen movimientos sociales que le den relevancia.

Los problemas de tiempo se suelen percibir y adaptarse individualmente. No se  concibe que sean una realidad transformable ni conformable. La política de tiempocomo conjunto de soluciones para garantizar el derecho a tener aún no tiene los apoyos adecuados: no hay grupos de actores que hagan valer su derecho al tiempo delante los que marcan los ritmos de la economía y la política.

En este sentido, la ciudad actual es un flujo, dado que además de los habitantes, acoge poblaciones provisionales (como vendedores, turistas, personas de negocios). Estrictamente, el peso de la población urbana está desplazando en general los habitantes (que, en cifras, disminuyen en la mayoría de los casos) a los usuarios discontinuos (con cifras en aumento). El derecho al tiempo debe garantizar en la gran cantidad de gente que utiliza la ciudad. El modelo interviene, por una parte, para concretar el derecho al tiempo combatiendo tres tendencias: privar a las personas de la autoridad sobre su propio tiempo, someter a las personas a condiciones de discriminación a la hora de hacerlo servir y hacer que las personas tengan una concepción devaluada de su tiempo por culpa de las condiciones de uso de éste.

Además, el modelo interviene para que las personas puedan utilizar su tiempo de acuerdo con las sus preferencias y sus metas culturales y sociales, y actúa también para que los individuos y los colectivos encuentren oportunidades y espacios para pasar juntos el tiempo que deseen. De este modo, la ciudad con derecho a su tiempo reconoce un «derecho al propio tiempo» y crea las condiciones institucionales, cooperativas y de planificación de recursos para hacerlo realidad.

Autor: Diana Perilla