La figura del traidor siempre es influyente, para bien o para mal, pero en géneros como el maravilloso o de fantasía, cuyos hechos suelen desarrollarse en un escenario donde se dirime el destino de un mundo, entonces ahí cobra un valor decisivo. Se trata de una figura que en determinado momento deja de lado sus creencias, rompiendo de alguna manera el orden establecido. Esto en un contexto de guerra total, donde entra en juego el fin del mundo, le da todavía mayor realce a sus intervenciones, tanto para aquellos que traicionan e incluso para aquellos a los que intentan favorecer. Escurridiza y desleal por principio, ni siquiera sus presuntos aliados están exentos de sus tentativas.
En concreto es interesante verlo con determinados personajes: Molitzmós del Sol, Severus Snape, Peter Pettigrew, Saruman y Gollum. Tolkien presenta a varios de sus personajes como traidores: lo es Saruman, cabeza del Concilio Blanco, quien cede su bien ganada fama para servir, al menos en apariencia, al Señor Oscuro. Aunque interiormente solo busca servirse a sí mismo. La traición de Isengard resulta un golpe bajo para el Concilio de Elrond y Gandalf no sólo es consciente de ello, sino que lo invita a redimirse al pie de Orthanc, rodeado por los heroicos defensores del Abismo de Helm.
Sin embargo, es un camino del que Saruman no puede volver: su desconfianza primero y su traición después se lo impiden. Algo similar le va a ocurrir a Molitzmós del Sol, una vez que comprenda que solo era un instrumento. A diferencia del amo de Isengard, Molitzmós es capaz de reinventarse, aún descubierta su traición y a sabiendas de ser un mero medio. Por la misma razón que Gandalf invita a Saruman a reunirse con ellos, Molitzmós es capaz de tornarse un arma insustituible para Misaiánes, mejor aún que el poderoso Drimus: “Pertenecer a una orilla y servir a la otra.(…) ¡Ese es mi privilegio!.
El traidor por condición, es aquel que transita entre dos mundos, capaz de dominar a la perfección los códigos de ambos lados, solo así puede engañar a unos y otros. Tolkien presenta múltiples focos de traición, ni siquiera Sauron en sus orígenes era malo, tampoco lo fue Sméagol, un simple hobbit que termina volviéndose el gorgoteante Gollum. “My precious..!” es un llamado, fruto de la desesperación, la prueba fehaciente de lo que puede causar la obsesión por el poder o una codicia desmedida. Cerca estuvo Boromir de volverse un segundo Isildur y aún el propio Frodo pudo haber causado la caída. Paradójicamente es Gollum quien lo salva. Tolkien permanentemente busca ilustrar cuán delgada es la línea que separa a héroes de traidores o a vencedores de vencidos.
Así como con Saruman se muestra la caída de los sabios, Isildur la debilidad de los poderosos hombres de Gondor, en este sentido Gollum evidencia la pérdida total de identidad ante el poder. Por otro lado, en Hogwarts hay dos clases de traidor: una es Peter Pettigrew. Colagusano es un nombre muy apropiado para quien termina traicionando a sus amigos simplemente por miedo. Su apariencia física, su personalidad e incluso el animal en el que se transforma denuncian al traidor. Y no sólo es un vulgar espía, despreciado abiertamente por aquellos por los que ha dejado todo nombre y estima, sino que su fin es casi tan patético como lo fue su vida: muere por un atisbo de debilidad, y esto ocurre porque a diferencia de sus otrora amigos, Lord Voldemort no perdona la debilidad.
El siguiente traidor es aún más interesante. Se trata de Severus Snape. Este conjuga todos los rasgos enunciados hasta ahora. Es un espía como Pettigrew, de hecho es quien advierte al Señor de las Tinieblas sobre la profecía, conoce lo mejor de ambos mundos puesto que posee el extraño privilegio de merecer una buena opinión tanto de Lord Voldemort como de Albus Dumbledore y es un traidor, pero en otro sentido, lo es a sus creencias como Mortífago. A diferencia de Saruman que rechaza la oferta de Gandalf, “Snivellus” si acepta la propuesta del Profesor Dumbledore y mantiene su palabra hasta el final. Un Legillimens irreprochable, frío y mejor informado que el propio Potter.
Menudo privilegio el del traidor, pueden ser aquellos que definan la historia ya sea por errores o virtudes, así como Snape sabe la verdad sobre Harry, Molitzmós directamente diseña un golpe maestro para liquidar al Venado. Su maniobra es aún mejor que la que pergreñara Drimus, puesto que conoce el alma del Venado de un modo que ni el propio Emisario de Misaiánes podría hacerlo. El traidor puede realizar acciones notables, ya que por su posición privilegiada, puede captar la situación de un modo inmejorable. También sus planes pueden verse irreparablemente dañados, producto de una insuficiente perspicacia, basta ver el final de Saruman o la muerte de Pettigrew.
Al igual que como ocurre en el yocoy, juego en el que descuellan los Señores del Sol, ya no se trata de un traidor sino de un elemento inherente al juego, por eso mismo los frentes abiertos en Westeros son múltiples. Las encrucijadas y los intentos frustrados se repiten con una frecuencia tal que se vuelve arduo de seguir, lo que en los casos anteriores era un elemento acá se vuelve norma y sistema. Por ende sus consecuencias son múltiples.
Eso es lo que confiere a la saga de Martin su dinamismo, y por qué negarlo, su encanto. Precisamente, la del traidor es una figura que abre caminos, que propone encrucijadas y bifurcaciones en las historias que actúan. Hogwarts no sería lo mismo sin Snape, tampoco las Tierras Fértiles serían lo mismo sin Molitzmós. Definitivamente es la figura que distorsiona, que abre surcos en el hilo de una narración, que le confiere vida. Paradójicamente, porque es el que amenaza con destruirla.
Escritor: Ramiro Devoto