EN CONFIDENCIA

No me queda otra vía que la escritura en una condición detonante, en el fuego o en la convulsión, en la impudicia y la impunidad, en una atmosfera de justicia donde la imaginación humille a los manotazos y golpes. Sencillamente el primer acto da inicio con una leve sacudida que progresivamente se expande, como tras una fiebre que se ha tolerado sin medicina. Escribir connota acarrear o encauzar las agresiones: yo escribo para no extinguirme, para evitar ser pasto del tiempo. La escritura es un bálsamo, represalia en contra vía de quienes no obteniendo soportar una injuria hostiga en palabras contra sus congéneres o contra sí.

La ira es un detonante para la inspiración y resulta menos comprensible, para nuestro caso, tachar dicho sentimiento de simple estado moral. ¿Y el conocimiento? El conocimiento es precisamente lo antagónico a la inspiración. El genio que mora en cada uno de nosotros abatiendo a pedazos nuestros impulsos, es el muro que obstruye el curso del desplome, que espía todo en cuanto cree demente, desesperado. ¿La inspiración? Una tormenta inexorable, pretensión indomable de querer inhalar y expirar. La escritura a temperatura del cero absoluto ha sido una constante en mi vida. No obstante, a lo largo de mi existencia no me he visto envuelto en vicios. Bien pareciera que, dicho orgullo haya sido lo que me enjuició en torno al papel. He paralizado mis palabras en el momento de acople anímico, siendo mártir de un pudor nocivo, aciaga para con las intuiciones de las cuales emanan las mas arcaicas consignas “yo, Platón, soy la verdad”. Me es apto escribir cuando, habiendo desatendido de súbito el adefesio, me proclamo génesis y catástrofe.

La verdadera esencia del escribir radica precisamente en la escritura misma, la burla y el desdén de la comarca no hará más que revitalizarle, como un alud sin medida, te desbocas contra la muerte. El apto de escribir es una pugna, un enfoque lastimosamente quimérico de los escenarios, que nos sitúa en las alturas más recónditas; pero cuanta más altura ganamos, ten presente esto, minúsculos parecemos ante el examen de quienes ignoran el arte del vuelo.

Jugar a los dados con los dioses, salirles al paso tan solo por el simple hecho de apuntalar al lenguaje: son esas las proezas del amante a las palabras, paradigma turbio, agrietado y vanidoso que, emancipado de la cotidianidad, se embarcado en un torrente de hábitos insospechados, perenemente impredecible, en ocasiones antipático. Nada más ruin que las palabras, y pese a ello, a través de su mezquindad, sobrevolamos océanos de extraños colores, navegamos hacia extremos de profunda soledad, sin la mínima sensación de estar subordinado. ¡La deidad alcanzada a través de los términos, mediante el signo de la arrogancia! Las palabras son embajadores del magma volcánico… Todo lo que es ciertamente convulsivo notifica el edén y el averno, con la discrepancia de que el primero no podemos apreciarlo, mientras que el segundo poseemos por fortuna su percepción, y, aún más, de encarnarlo.

El escritor ha de poseer el privilegio de otra virtud más considerable aún: el de poder sacudirse de sus fantasmas. Sin el agravio de garabatear en sus escritos. Escribir es desarmarnos de nuestros rencorosos pretéritos, es regurgitar nuestras intimidades. El escritor no posee cimientos, se apoya en las finas capas del vacío, utiliza las palabras para configurar el tiempo y el espacio, para así enmendar las hemorragias. ¡Incontables desdenes, innumerables trechos en abundancia espinosos se han descollado gracias a este bálsamo insulso!

Cuando se escribe en cualquier dirección, aunque sea de manera vulgar, se advierte una sensación de ave, acompañado por la gélida sonrisa altiva de una cordillera. ¡Qué tan factible es declararse el eje del universo cuando te envuelves entre plumas! Escribir e idolatrar son dos caras de una misma moneda: deséese o no, hablar de los dioses es guiñarles un ojo. La escritura es la lucha por el fuego del Olimpo, es la réplica por el destierro de Prometeo. Es inexorable otra línea más…

Escritor: Wilson Torres.

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