ENFOQUE DE GÉNERO: HACIA LA LUCHA POR LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES

La igualdad de género es algo que no se da en la sociedad a pesar de que ha sido una preocupación de la ONU al menos desde el discurso; pues predomina el androcentrismo, quedando la mujer relegada a un plano inferior. Diversas situaciones a lo largo de la historia confirman esta situación, empezando porque la referencia a la humanidad en general se denomina con la palabra hombre, significante que también hace referencia al varón; incluso en el plano religioso se concibe a un Dios hombre, y ni qué decir del campo científico en el que se ilustra la evolución del ser humano con imágenes masculinas; el área lingüística no se queda atrás, en cuyas reglas de lenguaje predomina este género sobre el femenino. Realmente la lista sería larga a la hora de traer a colación situaciones similares, pero basta esta pequeña y representativa muestra para entender que lo masculino predomina sobre lo femenino y quizás por eso se ha llegado a naturalizar el predominio del hombre, lo que se ve reflejado en relaciones de desigualdad y discrimi-nación.

Es así como el hecho de nacer hombre o mujer ya empieza a marcar una diferencia en el ser humano, Mischel, (1979) citado por Barberá (1982), plantea que, “definido invariablemente al nacer, el sexo biológico comienza de inmediato a dirigir nuestro desarrollo psíquico y social, nuestra identidad, nuestros papeles y valores. Además sigue ejerciendo un influjo dominante a lo largo de toda la existencia” (p. 114); vale aclarar que no es por el sólo hecho de la característica biológica/ anatómica, sino más bien por las formas de relación condicionadas que se adoptan bajo este constructo, que tanto niños como niñas son tratados de diferente forma desde su nacimiento y como resultado también aprenden las diferencias entre niños y niñas y entre mujeres y hombres (Larraín, 2011).

Este complejo de situaciones da lugar al género, concepto que ha sido abordado por diferentes asociaciones y autores, y el cual alude al aspecto social del ser hombre o mujer, de ese comportamiento que se condiciona por el sexo biológico que se posee; Dominguez (2005) lo define como “la imagen que se hacen los individuos de la relación que establecen con los otros, representación que asigna una identidad como hombre o como mujer con todas sus significaciones.” (p. 4).

En este constructo, tanto hombres como mujeres asumen roles “propios” de lo masculino y de lo femenino respectivamente, en los que se evidencia la llamada desigualdad de género, que ubica a la mujer en una notable desventaja respecto al hombre, pues a nivel familiar está ligada a lo doméstico, al cuidado y crianza de sus descendientes, a la sumisión ante los hombres. A nivel social “se juzga de manera diferente un mismo acto dependiendo de si lo hace un hombre o una mujer; por ejemplo, la moralidad diferencial en cuestiones relacionadas con la sexualidad” (Save the Children internacional: 2012, p.17) y en situaciones de abandono de los hijos se llama madre desnaturalizada a quien lo hace, pero la expresión padre desnaturalizado no se escucha a pesar de ser más común que los hombres se desentiendan de sus hijos.

Es la familia, la escuela, la sociedad, los medios de comunicación y las mismas mujeres quienes promueven que esto sea así, llegándose a instalar de tal manera que no se asume como una problemática sino como parte de la vida. Sin embargo hay en quienes esto no se instala, situación que ha permitido que la desigualdad de género de una u otra manera se vaya disipando por las luchas emprendidas por organizaciones internacionales y movimientos feministas.

Estas se han dado desde hace algunos años, habiendo eventos representativos en las mismas, como la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (DDMyC) decretada por la Asamblea Nacional Francesa en 1789; la 1ª Conferencia Mundial sobre la mujer celebrada en México en 1975; la adopción por parte de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que entró en vigor en 1981; la declaración del derecho de las mujeres a participar en los procesos de toma de decisiones y en la gestión de las cuestiones humanas en la Conferencia de Nairobi celebrada en 1985; y a partir de 1995, se ve la necesidad de centrar el esfuerzo político en el fortalecimiento del papel social y político de las mujeres, de forma que pudieran hacer valer sus prioridades, necesidades y valores, en las agendas políticas de los Estados; y, actualmente desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se propone entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) promover la igualdad de género y autonomía de la mujer que abarca la paridad en la educación, la participación política y el empoderamiento económico.

Por tanto, no es gratuito que en la actualidad se le apueste a la educación desde el enfoque de género, abarcándolo desde la educación inicial, esto, teniendo en cuenta que los estereotipos y prejuicios se ven escenificados y por tanto se van construyendo desde el mismo nacimiento. Eh aquí un inconveniente, pues si bien los esfuerzos por alcanzar que la igualdad de género sea una realidad y los mismos tienen su eco en algunos currículos en la formación de maestros, ¿que hay de la familia que es el primer agente de socialización?, ¿haría quizás esto que los esfuerzos por parte de la escuela fueran en vano si no hay conciencia en la familia? O ¿que tanta influencia podría tener la escuela para superar este obstáculo?

Considero que lo más efectivo sería educar también a la familia para que ambas instituciones hablen el mismos lenguaje, se fomenten formas de relación en las que el denominador común sea la igualdad entre hombre y mujeres/ niños y niñas, pues así como se han agotado esfuerzos por concientizar y fomentar la importancia de la estimulación adecuad incluso desde antes del nacimiento, apoyados en los discursos científicos que afirman acerca de su influencia en el desarrollo desde las diferentes dimensiones del ser humano, sobre todo la biológica, también sería posible que se le diera al enfoque de género que alude principalmente a la dimensión social la importancia que realmente se merece.

Referencia

Barberá, E. (1982). La diferenciación masculino-femenino: un mito y una realidad.
En: Estudios de psicología n° 10-

Dominguez, M. E. (2005). Equidad de género en la educación ¿qué hemos logrado las
mujeres colombianas?. Cuaderno del ces núm. 13. bogotá: centro de estudios
sociales, facultad de ciencias humanas, Universidad Nacional de Colombia.
Recuperado de: http://www.semana.com/documents/doc-1759_2008924.pdf.

Larraín, S. (2011). Enfoque de género en la niñez (ponencia). Seminario: Convención
sobre los Derechos del Niño, políticas sociales y enfoque de género. Chile.
Recuperado en: http://www.equidadparalainfancia.org/la-convencion-sobre-los-derechos-del-ninio-politicas-sociales-y-enfoque-de-genero-1018/index.html

Save the Children internacional (2012). Educando en igualdad. Recuperado de:

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Escritor: Yuly Ossa Soto

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