ENTREVISTA DOMICILIARIA ¿UNA FARSA?

Las cosas deben llamarse por su nombre, pero no, nos empeñamos en disfrazar la realidad y de paso hacerle creer a los demás las cosas que nos inventamos. Desde pequeños nos acostumbraron, por ejemplo, a tenerle miedo a un tal “coco” y ha infundirnos unos temores desmesurados sobre seres imaginarios con tal de que nuestros padres consiguieran el objetivo propuesto, a llamar a nuestros hijos mi amol, en vez de mi amor, porque creemos que así profesamos más nuestro afecto. En fin, vamos volviéndonos expertos en distorsionar la objetividad de la realidad.

Los medios de comunicación, las instituciones, los emporios económicos, son diestros en tergiversar las situaciones que vivimos a diario y como no tenemos la capacidad de distinguir entre la verdad y la mentira, somos perfectamente manipulables. Pero ya es hora de voltear la página, de volver a programarnos y dejar de comer tanto cuento que nos entorpece, y de levantar la voz cuando nuestros derechos o el de los demás se vean vulnerados. Desde situaciones ostensibles, hasta las casi imperceptibles, nos deben inquietar y por ende cuestionar cuando vemos que algo no es como parece.

Pues en aras de hacer valer esta invitación, es que hoy me alarma el hecho del doble rasero que es utilizado en las famosas “visitas domiciliarias dentro de un proceso de selección laboral”. Es que resulta inconcebible que si lo que se busca con esta visita es indagar el entorno familiar del aspirante, las relaciones que mantiene con su núcleo familiar, los hábitos de higiene que tenga el aspirante o sus familiares, las condiciones de orden o desorden en el hogar o la corroboración de los datos aportados, se tenga que dar previo aviso al candidato, toda vez que, la supuesta finalidad buscada con esta visita queda de entrada viciada, se convierte en una farsa, porque todo lo que encontrará el entrevistador será una fachada del perfecto aspirante que requiere para enfilarlo en la estructura de una empresa.

De ahí que surja la duda, ¿el fin perseguido por la empresa es realmente percibir las condiciones en que vive el aspirante, el tipo de relación que mantiene con su familia, la corroboración de datos? Pues sinceramente la realidad me indica otra cosa. Las empresas dentro de su departamento de gestión humana constan del personal calificado para realizar las diferentes pruebas que permiten o no la admisibilidad de un aspirante a un cargo, pasando desde pruebas de conocimiento o profesionales, test de personalidad, test psicotécnicos, entrevistas personales y grupales, idóneas éstas, para determinar si una persona se adecúa al perfil buscado.

¿Acaso no es suficiente? ¿Por qué hacer uso de la visita domiciliaria? En ese orden de ideas, todo indica que la finalidad de ésta, no es husmear en la privacidad de tu hogar, o en la intimidad de tu habitación, o ir a escuchar todas las lambonerías que dirá tu familia sobre ti, porque al fin y al cabo necesitas el empleo; no, las cosas se caen por su propio peso, la finalidad de ellas no es más, que hacer evidente una brecha cada vez más grande en las oportunidades laborales que persiguen las clases sociales acomodadas y los pobres, haciendo manifiesto el sentimiento de discriminación por tu condición socioeconómica y la vulneración de derechos fundamentales, como el derecho a la igualdad, sin argumentos de peso, y excluyéndote de un proceso de selección donde habías pasado todos los filtros anteriores con excelentes resultados; pues para llegar al nivel de la entrevista domiciliaria es condición necesaria haber obtenido un buen resultado en las demás pruebas.

¿Qué fue lo que cambió? ¿No les gustó el barrio en que vives, la percepción que transmiten tus vecinos, la rutas de accesibilidad para llegar a tu vivienda? olvidando que no todo es como parece, que si estudiaste y has salido adelante a pesar de vivir en un ambiente socioeconómico bajo, ¿no les dice nada de ti? ¿que tus competencias y habilidades analizadas durante el proceso son echadas a la caneca de la basura?, esto señores, se llama discriminación, basada en el más vil prejuicio. Las visitas no deberían llamarse domiciliarias, sino barriales, porque no nos engañemos, es el lugar en donde queda ubicada tu vivienda el que al fin de cuentas es observado o detallado y por consiguiente quien tiene la última palabra y el cual atropellará todo el desempeño forjado, dejándolo en un oscuro y frío rincón de una experiencia más y con un sinsabor al preguntarte una y otra vez ¿qué fue lo que pasó si todo iba bien?.

Escritor: Eliana Hoyos Herrera

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